Hoy, es urgente recordar a mayores y pequeños algo obvio, que nacimos pequeños, (apenas un par de palmos y otros tantos kilos, o poco más) y, hemos de ser conscientes, por consiguiente, de que tenemos la necesidad de crecer. No sólo físicamente sino también en inteligencia, conocimientos, voluntad, ideas y creencias (al nacer no teníamos nada de eso) y lo hemos ido adquiriendo poco a poco y, aún nos queda un tanto por recorrer. Llegar a ser quienes somos, desarrollar las potencialidades que se encierran en nuestro ser, realizarnos como personas, cumplir la tarea para la que hemos nacido. Eso y, sólo eso, es lo que da sentido a nuestras vidas. Lo que explica, el por qué y para qué, de nuestra libertad.
Se da tan por supuesto, que nadie nos habla de ello y, sin embargo, necesitamos todos -urgentemente- (los niños y los jóvenes más todavía) que se nos hable de lo obvio. Vivimos sin pensar, atendiendo a satisfacer las necesidades, que la sociedad en que vivimos, nos va creando. No sabemos por qué, ni para que hacemos lo que hacemos pero, en la rueda de la vida en que nos movemos, realizamos sin pensar (no tenemos tiempo para ello, y menos, para razonar), lo que todo el mundo hace…
Vivimos en una sociedad del bienestar (ahora en crisis) y, a participar de la misma, encaminamos nuestros esfuerzos. No sabemos, si con ello obtendremos la felicidad, pero nos esforzamos en tener, dinero, piso, coche, vacaciones, viajes…, por vivir la vida, momento a momento, disfrutándola, ganándola con todo aquello que nos la haga más placentera y fácil. Hoy la crisis ha golpeado a muchos y ha despertado a la mayoría, que teme perder lo que tiene y, busca el camino que le lleve a encontrar el sentido de una vida extraviada por la mentira del bienestar, porque ha prescindido del bien ser..
En ello estábamos, cuando les dábamos a nuestros hijos todo lo que podíamos, y les evitábamos cualquier esfuerzo para que obtuvieran aquello, que nosotros a su edad no tuvimos. Tener, tener, que no ser, es lo que nos preocupaba y a ellos…, también! Que sean bachilleres, alcancen un título, aunque no estén suficientemente preparados. “Sólo le pido a mi hijo que apruebe, le doy todo lo que quiere, pero que apruebe”. Queremos que “tengan” un título, lamentablemente aunque no sepan, ¡que menos! Sin embargo, vivíamos como si, cuando acabáramos de pagar la hipoteca, ya todo sería felicidad para siempre… y ahora, muchos se van quedando sin nada.
¡El fracaso escolar! Algunos lo quisieron arreglar (sic.) bajando el nivel de exigencia, con menos materias, más facilidades…Y el problema está en que los chavales no quieren estudiar, quieren tener dinero, coche, vivir bien, pero no trabajar. Se ha perdido la cultura del esfuerzo, de la superación personal, de la excelencia… ¿Por qué? Parece, que para ser feliz no hace falta esforzarse y ser mejor sino, tener dinero, casas, coche, vivir bien… ¿Para qué estudiar?… ¿Para ganar dinero?… ¡No les parece necesario!, sobre todo, si los padres les dejan todo lo que, a lo largo de la vida, han ido ahorrando. Además quieren vivir bien ahora, disfrutar de la juventud, de todo aquello que la vida en un país desarrollado les ofrece. Ahora, para muchos, eso ya no es posible… Otros, no habían adquirido los valores del esfuerzo, del orden, del autodominio, no sabían estudiar y se aburrían…, no querían saber, se conformaban con aprobar… les faltaba base para comprender, para poder aprender y ¡fracasaron!
No nos sentimos eslabones de una cadena (la historia de la humanidad), y, por tanto, con la necesidad de agradecer lo que hemos recibido, (el legado de nuestros antepasados); ni somos conscientes, de la obligación que tenemos, de hacer lo que podamos, por mejorar este mundo para las generaciones venideras. Hemos hablado de derechos y ¡nos olvidamos de mencionar y exigir el cumplimiento de nuestras obligaciones! Y eso, que los problemas que nos ocasiona el tratar de cumplirlas nos hace mejorar a todos.
Hemos nacido para crecer y para construir un mundo mejor y en ese intento, el hombre, siempre ha encontrado el sentido de su vida: el amor…, y por ende, la felicidad que es posible en esta tierra.