PP y Cs aceleran en busca del cambio

Entre los rigores del general invierno y el rigor mortis postelectoral se presentaron los candidatos para el segundo y definitivo debate televisado. Las espadas quedaron en alto de cara al 2D.

La teoría marca que la retórica victimista «es una técnica demagógica que consiste en descalificar al adversario mostrándolo como atacante en lugar de refutar sus afirmaciones». El sujeto «adopta el rol de víctima dentro del contexto de la discusión, de tal forma que el otro interlocutor queda posicionado implícitamente frente a terceros como un impositor autoritario y su argumentación como mera imposición o ataque». Las intervenciones de Susana Díaz fueron un caso práctico. La Universidad de Duke ha descubierto una región en el cerebro, la conjunción temporal-parietal, que sólo entra en funcionamiento cuando se interactúa con otro individuo y además sólo lo hace si lo considera importante para sus intereses. Es decir, si se encuentra ante un rival digno. A Susana Díaz, dotada de un talento inconsciente que la hace imprevisible para lo bueno y para lo malo y una gran capacidad de adaptación al medio y al entorno, tardaron varios bloques del debate en activársele esta región, antes de descubrirse sobrepasada de lamentaciones –«le veo especialmente nervioso y faltón»–, empezando por la reforma laboral. El primer mensaje de Díaz fue para el empleo, destacando que Andalucía es la que más ha creado y se definió «alérgica a todas las reformas del PP», agarrándose a «un debate tres a uno» , a las promesas de libros gratis y a la dicotomía de «los dos bloques»: bienestar contra recortes.

Moreno contrarrestó con imágenes del mal estado de los hospitales. «Usted es una máquina de crear desigualdades», dijo. Marín buscó de todas las maneras posibles de invocar el sortilegio del «cambio» aunque en todas ellas, como en Candyman, el resultado conllevaba que o bien Juanma Moreno le recordara que Cs ha sostenido toda una legislatura lo que ahora denominan los naranjas como «régimen socialista» o bien que su ex socia Susana Díaz cuestionar si «están dispuestos a pactar con Vox para bloquear al PSOE». Marín tardó 10 segundos en salir al ataque, con listas de corrupción incluidas: «Les van a hacer creer que no es posible cambiar. Que no hay que ir a votar. Les interesa a PP y PSOE que nada cambie, les ha ido bien teniendo a los amiguetes enchufados. Robando a los andaluces, a los españoles», señaló describiendo «la decandencia de PP y PSOE» con los «peores resultados de la democracia». Moreno arrancó con su mensaje clave: «Bajada masiva de impuestos», con el modelo de Madrid. Teresa Rodríguez abogó por «un nuevo modelo» y la creación de trabajo y «no jornales». A Marín le echó en cara que apueste «por el partido de los ERE o de la Gürtell» para sostener «el bipartidismo».

PSOE y PP litigaron en su querencia por poner «un Juan Marín en su vida», favorito para la vicepresidencia en las casas de apuestas. «Yo no soy su adversario», le dijo Moreno. Juan Marín, con talante de anestesista agresivo, le recordó que «me llamó perro hace un par de días» y trató de hacer ver que la oposición de Cs fue más allá del asentimiento mudo. Marín, que el fin de semana estuvo de paseo electoral por los enclaves de la «Isla Mínima», trató de hacer ver que va más allá de ser el «candidato mínimo» de Cs, telonero de Arrimadas y Rivera, algo que le echaron en cara. «¿No le avergüenza las familias con todos los miembros en paro o los jóvenes que se tienen que ir?», cuestionó a Díaz. Con el mismo formato encorsetado de hace una semana, el debate resultó más bronco, con numerosas interrupciones entre los presidenciables.

PSOE y PP evidenciaron su temor al «efecto Holanda», país que es un delta y en el que su suelo se hunde a mayor velocidad de lo esperado. La erosión de 40 años de gobierno y, más aún quizás, de oposición, hacen mella en las siglas. El debate, por momentos, se hizo largo y, en resumen, fue un homenaje y un compendio de la filmografía de Bertolucci en el día de su muerte. Unos apelaron al que puede ser «El último tango en París» de Díaz. Adelante Andalucía se aferró a la iconografía de «Novecento» y de «Antes de la revolución». La presidenta encarnó los tics de «El último emperador», tanto por sus esfuerzos para mostrarse comedida siguiendo los consejos de «mis vecinas» y de su docena de asesores. «Esto no es ‘Juego de Tronos’», espetó a Rodríguez. «Usted es Cersei Lannister», contestó en referencia a las intrigas. El debate se convirtió en una suerte de concurso: «Apadrina a un político». Cuatro de cada diez andaluces aún no sabe a quién votar. Entre el «Killing me softly» y «Mi gran noche», con permiso del «Que viva España» del que se ha apropiado Vox. Las encuestas apuntan a otra obra maestra de Bertolucci: «El conformista», aunque casi el 30% del electorado no tiene decidido su voto. El 2D hablan las urnas.