Tres rostros, una misma llamada: el Jubileo que ha llenado de esperanza a una generación

Desde la emoción de Tor Vergata hasta el eco de las palabras del Papa León XIV, miles de corazones han sido llamados a la esperanza y a la santidad

«Queridos jóvenes, quisiera que todo lo que vivan durante estas jornadas lo conserven siempre en sus corazones», dijo el Papa León XIV a la delegación de jóvenes peruanos que iba a empezar el Jubileo de los Jóvenes. Esta era una llamada del Santo Padre a los jóvenes a ser testigos del amor, la esperanza y la alegría. «Por favor, que todo esto no quede solo como un recuerdo, solo como unas bonitas fotos, solo como algo del pasado», recalcaba León.

Desde el 28 de julio al 3 de agosto, jóvenes de más de 140 países diferentes iban a vivir unas jornadas intensas de encuentro con Dios. Ahora, tras días de reposo físico y espiritual, toca compartir: «Que todas las personas con las que se encuentren puedan ver en ustedes el rostro de Cristo que ama y se entrega», pedía el Santo Padre a los jóvenes.

Así han hecho José Luis, Jesús y María, tres jóvenes que acudieron a la llamada del Papa a ser peregrinos de esperanza y que cuentan su testimonio a El Debate. «Mi motivación para ir al Jubileo nació en la JMJ de Lisboa», explica José Luis, de 22 años, que ha participado en las actividades del Jubileo con la Pastoral de la Universidad CEU San Pablo.

Los jóvenes de la Pastoral de las Universidades CEU San Pablo durante el Jubileo de Jóvenes

Los jóvenes de la Pastoral de las Universidades CEU San Pablo durante el Jubileo de Jóvenes Cedida

Allí, el Papa Francisco dijo que «habíamos sido llamados porque somos amados», y en este amor que nos precede, José Luis vio que «toda llamada a vivir una peregrinación y un encuentro eclesial son llamadas de esperanza para salir al encuentro de esa Persona que es el principio y fundamento de mi vida», confiesa en conversación con El Debate.

Su peregrinación, junto a 63 compañeros de las universidades CEU de Madrid, Sevilla y Valencia, comenzó en Barcelona, donde cruzaron el Mediterráneo en barco: «Pudimos tener una Hora Santa en una de sus cubiertas. Ahí es donde vimos a Cristo como faro de nuestras vidas, el ancla de la esperanza que no defrauda», reflexiona.

Ya en la capital italiana, «fue un no parar», explica José Luis, «porque una ciudad santa como Roma es infinita», advierte. Entre paseos por Roma, muchas reflexiones, el encuentro de españoles que llenó la plaza de San Pedro y la vigilia en Tor Vergata, para este joven de 22 años aquellos han sido días de gracia: «Personalmente creo que estos días han sido toda una bendición en mi vida, un alto en mi año para peregrinar y, sobre todo, para recordar poner en el centro del verano y de mi vida a Dios».

Uno de los momentos que más ha tocado el corazón a José Luis fue la vigilia en Tor Vergata, donde los jóvenes mantuvieron un diálogo con el Papa, así como una meditación del Evangelio de los discípulos de Emaús y la adoración eucarística: «Creo que tenemos la suerte de disfrutar de un Papa que está profundamente enamorado del Señor y eso deja huella en todos los que hemos podido vivir el Jubileo».

Momento de la adoración eucarística en la vigilia del Jubileo de los Jóvenes

Momento de la adoración eucarística en la vigilia del Jubileo de los Jóvenes

«Creo que lo más importante que he podido vivir en estos días ha sido la experiencia de sentirme amado por Dios, por mi madre la Iglesia y por tantos amigos», concluye su testimonio.

Por su parte, Jesús, seminarista de 21 años, acompañó a los cerca de 3.000 jóvenes de la delegación de juventud: «Desde el seminario se decidió acompañar a los jóvenes de nuestras parroquias para dar testimonio y poder peregrinar hacia Roma para ser signos visibles de esperanza para nuestra diócesis», explica a este medio.

«Dios ha derramado gracias abundantes en todos los jóvenes y, en estos próximos días en los que volvemos a casa y a nuestra rutina, nos toca volver sobre las palabras del Santo Padre y de nuestro obispo, don Ginés, para poder tomar conciencia de seguir siendo testigos visibles de Jesucristo en lo cotidiano, de tomar en serio nuestras relaciones y amistades», comenta. En este sentido, Jesús hace suyo el llamado del Papa León XIV de «aspirar a cosas grandes, a la santidad» y a «no conformarse con menos».

Para este joven que empieza su tercer año en el seminario de Getafe, estos últimos días han sido «muy especiales», de los cuales guarda «cada conversación que ha tenido con rostros concretos», expone, al tiempo que reconoce que todos esos diálogos con sacerdotes, jóvenes que van a entrar al seminario o al convento, amigos, en definitiva, «se concretaron en lo que vivimos en Tor Vergata… un deseo de ser santos, de estar unidos a Cristo en la Eucaristía y en la vigilia».

El Jubileo de la Juventud ha sido una acción de gracias en la que, sobre todo, ha reafirmado la vocación a la que ha sido llamado. Desde Roma, elevó al Señor una petición nacida del agradecimiento por lo vivido: «Gracias, deseo estar unido a Ti y quiero ser reflejo Tuyo a pesar de mis limitaciones y debilidades».

José Luis (segundo a la izq.) y Jesús (primero a la derecha) en Tor Vergata

José Luis (segundo a la izq.) y Jesús (primero a la derecha) en Tor Vergata Cedida

Entre multitudes venidas de todo el mundo, María, de 25 años, ha reconocido «la belleza de la Iglesia diocesana de Madrid». Una belleza concreta, tejida con nombres, rostros y gestos de entrega silenciosa. Para ella, este Jubileo no ha sido una travesía hacia la Ciudad Eterna, sino un viaje interior hacia una nueva mirada sobre su propia diócesis: «La labor de voluntaria ofrece una panorámica preciosa de la diversidad de parroquias, realidades, jóvenes, sacerdotes y seminaristas que conforman esta Iglesia joven que sueña en Madrid y ha caminado hacia Roma», relata.

Lejos del escenario central, en los márgenes del bullicio, encontró momentos de contemplación que le han permitido, con una mirada atenta, apreciar lo esencial. «Recuerdo con cariño los momentos en los que, alejándome un poco de la vorágine de grupos y del bullir de cantos y bailes, contemplaba el alegre vaivén con el que se mueve nuestra Iglesia». Para María, esa alegría no ha sido superficial, sino un reflejo de una esperanza compartida.

Asimismo, le ha parecido especialmente conmovedora la imagen repetida en cada misa: el presbiterio repleto de «sacerdotes entregados a sus jóvenes». «En sus rostros se veía el cansancio, pero también el deseo de darlo todo y de no perder el olor a oveja ni a juventud», recuerda. Esa entrega silenciosa, constante, ha marcado profundamente su experiencia en el Jubileo.

Sin embargo, también hubo momentos donde se hizo evidente la fragilidad común: «Desde el primer voluntario hasta el joven más despistado, pasando por los sacerdotes, todos estamos heridos», reflexiona. Pero es precisamente ahí donde brota un matiz esencial de la belleza que caracteriza, según María, a la Iglesia de Madrid: su humildad y su esperanza. «Se sabe pobre, pero vive alegre porque espera en el Señor», asegura.

El Jubileo de la Juventud ha sido una peregrinación marcada por la oración, la alegría y el encuentro con Cristo Resucitado. Desde la emoción de Tor Vergata hasta el eco de las palabras del Papa León XIV, miles de corazones han sido llamados a la esperanza y a la santidad.

José Luis, Jesús y María han visto, con renovada convicción, que «la esperanza no defrauda», porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado.