A la cárcel por un beso, a la calle por terrorismo por Edurne Uriarte

Llámelo usted conflicto, dé un golpe de Estado, aprópiese de dinero público, agreda a policías, que yo me plegaré a sus exigencias y lo llamaré esfuerzo por la convivencia

La izquierda ha convertido España en ese país donde puedes ir a la cárcel por un beso, pero a la calle por un acto terrorista. Absurdo y terrible al mismo tiempo. Y real, la verdad es la realidad, que diría Pedro Sánchez. La inquietante realidad de que esta semana un juez de la Audiencia Nacional ha mandado a Rubiales a juicio por el beso a Jenni Hermoso, mientras que el PSOE ha pactado con los independentistas amnistiar el terrorismo. Además de la sedición y la malversación, que ya estaban acordadas.
La víctima del beso, que celebró el beso antes de convertirse en víctima, ganó 25.000 euros en TVE por aparecer dos minutos en las campanadas de fin de año. Las víctimas del terrorismo del caso Tsunami, dos policías heridos graves, van camino de que sus agresores salgan impunes y victoriosos. Lo mismo, por otra parte, que los más de 300 asesinados por ETA cuyos autores nunca fueron detenidos y juzgados. Este sería el terrorismo malo, según el Gobierno, y el otro, el bueno, el que no atenta contra los derechos humanos. En la práctica, ambos se fusionan en esta deriva radical e iliberal del socialismo aliado con el independentismo catalán, pero también con el vasco defensor de etarras.
La comparación de las víctimas, Jenni Hermoso y los dos policías, muestra hasta qué punto la igualdad ante la ley ha sido puesta en cuestión en España. Algunos tienen derecho a que la ley los proteja y otros no. Y algunos pueden cometer delitos, que serán amnistiados, porque sus votos son necesarios para mantener a Sánchez en la Moncloa. Lo que provoca una fractura de consecuencias imprevisibles en la legitimidad del Estado de derecho. Para empezar, ¿cuáles son los principios democráticos que deben respetar a partir de ahora los catalanes constitucionalistas que han acatado la ley? Si el Gobierno premia la sedición, la malversación y el terrorismo, el mensaje de Sánchez es que el respeto a la ley y los métodos democráticos no valen nada en Cataluña. Llámelo usted conflicto, dé un golpe de Estado, aprópiese de dinero público, agreda a policías, que yo me plegaré a sus exigencias y lo llamaré esfuerzo por la convivencia.
Pero hay algo más que la necesidad de 7 votos en esta deriva enloquecida del Gobierno. Hay un proceso de radicalización del PSOE, de evolución hacia el extremismo y el populismo, como está ocurriendo en otros partidos socialistas. El presidente es Sánchez, pero las ideas que lideran son las de Yolanda Díaz. Las del comunismo identitario, que ha pasado de la lucha de clases a la lucha del género, del clima y de los pueblos. De la misma forma que el socialismo francés se plegó al extremista Mélenchon y su defensa de la violencia callejera o del velo de las mujeres musulmanas como símbolo de identidad y no de opresión, el español ha aceptado que lo de Puigdemont, Otegi y Junqueras es una respetable lucha de los pueblos por su identidad.
En nombre de la clase social, violencia callejera; en nombre de las etnias, sedición, malversación y terrorismo; y en nombre del género, símbolos de opresión o conversión de las mujeres en desvalidas menores de edad. Es el viejo comunismo fusionado con identitarismo que ha abrazado el socialismo.