Sánchez fuerza con mano de hierro su control absoluto sobre el Gobierno y Ferraz para evitar disidencias en una legislatura imposible

El secretario general de los socialistas crea dos súper ministerios para Bolaños y Alegría, dos pesos pesados del PSOE, y suma a Óscar Puente para la guerra

Pedro Sánchez demostró este lunes con su nuevo Gobierno que Moncloa y Ferraz son suyos. El presidente ha premiado a dos de sus más fieles colaboradores, Félix Bolaños y Pilar Alegría, con dos súper ministerios. Y suma a Óscar Puente en Moncloa para la guerra que se desatará esta Legislatura con cañonazos desde Waterloo, Barcelona y Madrid. El líder del PSOE no tiene un solo contrapeso. Ni en el partido ni en el Consejo de Ministros. El objetivo de Sánchez es que nadie vuele por encima de él. Nadie.

Lo cierto es que Sánchez aún debe cerrar las heridas que abrió el tsunami que barrió al PSOE de los gobiernos autonómicos de Baleares, Valencia, La Rioja, Canarias, Extremadura y Aragón. Los socialistas solo retienen tres comunidades (Castilla-La Mancha, Asturias y Navarra). Además, gobiernan en coalición con el PNV en Euskadi. Pero el resto desapareció. Y todos los expresidentes (Francina Armengol, Ximo Puig, Concha Andreu, Ángel Víctor Torres, Guillermo Fernández Vara y Javier Lambán) están en Madrid. El nuevo gabinete servirá a Sánchez para impulsar las renovaciones orgánicas del partido.

El presidente del Gobierno aglutina más poder orgánico que nunca en el partido desde que se hizo de nuevo con los mandos de Ferraz, en 2017, tras enfrentarse a las primarias a Susana Díaz. El secretario general del PSOE, en el último congreso federal, quitó poderes al comité federal. Las voces críticas en el partido con la amnistía, que ha sido un «mal trago», son imperceptibles. Salvo Emiliano García-Page y Odón Elorza, nadie en el partido espetó a Sánchez reproche alguno por llevar tan lejos la negociación con los independentistas.

De culpable del 28-M a líder indiscutible

El presidente pasó en apenas dos meses de flagelarse por el resultado del 28-M, que hizo propio tras protagonizar la campaña electoral, a ejercer un liderazgo aún mayor en el partido. La salida de los barones críticos con poder, como la de Guillermo Fernández Vara y Javier Lambán, ha quitado presión a Sánchez. El dominio es tal que hasta las federaciones socialistas más críticas apoyaron de forma masiva los pactos del PSOE con Sumar y el resto de partidos secesionistas.

El PSOE ha logrado salvar los muebles: mantener el Ejecutivo le permite cubrir parte de la pérdida de poder institucional. En juego había decenas y decenas de cargos que dependían de que el partido no pasara a la oposición. La estructura completa del gabinete se conocerá en los próximos días, pero parece probable que alguno de los barones barridos tenga sitio en algún departamento de Moncloa. Cabe recordar que Armengol es presidenta del Congreso y Puig, Lambán, Fernández Vara y Andreu son senadores.

El presidente ha armado un Ejecutivo político, aunque también mantiene a buena parte de su equipo técnico y gestor. En el gabinete de presidencia tampoco hay grandes cambios. Al menos por el momento. Su jefe, Óscar López, seguirá siendo la sombra de Sánchez. Y el secretario de Estado de Comunicación, Francesc Vallès, también seguirá siendo la cara del Ejecutivo ante los medios de comunicación y cabeza pensante del argumentario político de Moncloa.

Una oposición infernal

El nuevo gabinete de coalición de Sánchez con Sumar estará sometido al chantaje permanente de Oriol Junqueras (ERC), Arnaldo Otegi (Bildu) y Carles Puigdemont (Junts). El expresidente catalán se reserva, de hecho, un papel protagonista puesto que él es el nuevo aliado socialista de la XV Legislatura. Y quien tendrá la llave de la gobernabilidad del país durante los próximos cuatro años. Por eso, el presidente del Gobierno ha armado un equipo con capacidad de neutralizar el relato político del independentismo.

Sánchez anticipa una oposición infernal, que sacará a la calle cada fin de semana a todos los que pueda movilizar para horadar al Ejecutivo. Por delante, Moncloa aún debe afrontar varios acontecimientos que pueden desestabilizar el nuevo Consejo de Ministros: desde la sentencia del Constitucional sobre la amnistía, hasta la vuelta de Carles Puigdemont, así como la pelea entre ERC y Junts. Las elecciones catalanas lo macarán todo. Y el PSOE sabe que tendrá que hacer un difícil juego de equilibrios para contentar a unos y a otros para que el tsunami de la política catalana no le arrase. Junts ya dio pistas la semana pasada.

Lo cierto es que la legislatura que se le abre a Sánchez va a ser imposible. La reacción de Junts al discurso de investidura del presidente lo evidenció este miércoles. La derecha independentista catalana amenazó al presidente con no votarle si no se toma en serio el acuerdo que firmaron en Bélgica y si no replica el relato del procés que el PSOE firmó con Junts. Nogueras amenazó a los socialistas con que no tienten a la suerte. Pero esa no será la única tensión que soporte Sánchez, porque Podemos también está dispuesto a hacer ruido.