Pedro, lo que puede salir mal te saldrá mal

ES el famoso aserto del misterioso Murphy, que se cumple al pie de la letra cuando está de por medio nuestro querido Pedro. Por si quedaba algún sector de la gobernanza patria por deteriorar, se acaba de sumar la diplomacia española al resto de desastres conocidos por todos. No bastaba con la economía, el equilibrio territorial, la justicia, las instituciones y las relaciones con la Corona. Ahora tocaba deteriorar la presencia de España en el exterior, concretamente en el exterior con el que debemos ser más cuidadosos.

Lo que podía haber sido un salto cualitativo en la política exterior española, alineándonos con los grandes y metiendo en vereda la complicadísima relación con Marruecos, Pedrito lo ha convertido en un desastre –sin paliativos– en todos los frentes.

La estrategia fue planificada con torpeza y fue diseñada de forma chapucera, sin ser explicada a la opinión pública, ni al Parlamento, ni a los protagonistas. La ejecución fue una calamidad, precipitada y carente de altura de Estado. Se pudrió una buena oportunidad y nos confirmó que no puedes pedir al peor conductor de España que se meta en un circuito de Fórmula 1 y no provoque un desastre.

De haberse movido a tiempo y haber preparado el golpe de efecto con mayor profesionalidad, hoy no estaríamos donde estamos. Los argelinos habrían reaccionado para la galería con algunas medidas para salvar los muebles de la imagen y pare de contar. Pero hacer las cosas como las ha hecho el Gobierno español no ha conseguido contentar a los marroquíes y, en cambio, ha cabreado solemnemente a los argelinos, que ya veremos cómo nos tensionan con el gas y cómo mortifican a los exportadores españoles. Nuestra seguridad en el norte de África es mucho más débil y España ha perdido de forma absurda el único comodín que le permitía negociar con Marruecos con cierta holgura.

Lógicamente, las mentes vuelan a la velocidad de la luz, y no hay quién no se pregunte qué es lo que encontraron los espías marroquíes en el teléfono de Pedro Sánchez. Hay gato encerrado y antes o después deberemos saberlo. Resulta muy sospechosa la entrega apresurada e innecesaria de la carta del Sahara –algo que antes o después habría de hacerse– coincidiendo con el estupefaciente reconocimiento en rueda de prensa del espionaje sufrido por el presidente de Gobierno español. O algo había ahí de interés o, simplemente, estamos gobernados por idiotas. El teléfono de cualquier presidente tiene forzosamente cosas interesantes, pero en este caso deberían ser no solo interesantes, sino merecedoras de chantaje.

Como quiera que sea, Marruecos nos sigue irritando elementos delicados y Argelia ha cogido un rebote espectacular que no podrán amortiguar las buenas maneras de los profesionales de Exteriores. En España hemos colocado al Botones Sacarino en la cúspide de la gobernación de las cosas comunes y va a conseguir que se hagan ciertas cada una de las leyes de Murphy, aquel que decía que lo que puede salir mal saldrá mal. Sólo que aquí lo que podía salir bien, también sale mal.