Leopardo-2E, la evolución hacia el tanque perfecto ‘made in Spain’: «Su capacidad de combate es abrumadora»

Potencia rojigualda con trazas alemanas. El 18 de junio de 2004, España recibió sus siete primeros Leopardo-2E, unos carros de combate equiparables –según confirmaron por entonces varios expertos al ABC– a los M1 Abrams norteamericanos, punteros en todo el mundo. «El vehículo sitúa al Ejército español a la vanguardia tecnológica», afirmó este diario. La entrega por parte de la empresa Santa Bárbara supuso el fin de la larga y pedregosa búsqueda de un tanque moderno que sustituyera a los vetustos M-60 y AMX-30 donados a las Fuerzas Armadas en la década de los noventa; pero también la paulatina retirada de la primera línea de los Leopard 2A que Alemania había cedido a nuestro país mientras comenzaba la producción de su versión más castiza.

Los mismos que, según las últimas noticias, Pedro Sánchez estaría planeando enviar a Ucrania.

El camino hacia un tanque puntero en España comenzó en 1989. Ese mismo año, el ministro de Defensa Narcis Serra lo dejó claro en el Congreso de los Diputados: «Debe dotarse al Ejército de Tierra de un nuevo carro de combate […]. Estamos en la fase de decidir cuál es el momento oportuno y a qué modelo queremos incorporarnos». Aquella frase fue un golpe en la mandíbula a los seguidores del proyecto Lince, ideado en los ochenta para disponer de un vehículo pesado español a medio plazo. No hubo que esperar mucho para que el mercado empezara a moverse. En noviembre de 1990, la firma del FACE (Tratado de Reducción de Fuerzas Armadas Convencionales en Europa) favoreció la transferencia entre países de material militar.

Buscar la perfección

Como consecuencia, España empezó la búsqueda de un vehículo pesado en los países vecinos. Y lo hizo con varios objetivos. El primero, jubilar su desfasado parque acorazado; el segundo, unificar los modelos de las tres Armas. Así lo explicó el jefe del Estado Mayor del Ejército, Alfonso Pardo de Santayana, en las páginas de ABC: «España precisa de un Ejército de Tierra equilibrado y homogéneo disuasorio por su calidad, por su alta disponibilidad y por su capacidad de proyección». Aunque ya por entonces se deseaba el Leopard germano, nuestro país tuvo que aceptar la llegada de 160 M-60 A1, 260 M-60 A3 y un centenar de transportes TOA. Todos ellos, blindados de una generación anterior, pero que sirvieron para paliar los problemas iniciales.

Aquello fue un parche efímero que terminó de desprenderse de la ropa poco después, allá por 1995. En plena efervescencia europea, Alemania ofreció a España la cesión –en principio, bajo la fórmula de alquiler– de 108 carros de combate Leopard para complementar sus fuerzas acorazadas. ABC explicó por entonces que llegarían en dos tandas –la primera de ellas, de 54– y que estarían asignados al Euroejército: «Equiparán dos batallones de los cinco que tendrá esa división y la cesión conllevará compensaciones españolas como facilitar a las Fuerzas Armadas alemanas la posibilidad de ejercitarse en campos de maniobras de nuestro país». Cosas de los pactos internacionales. Esos blindados se convirtieron en la columna vertebral del Ejército de Tierra.

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A la par, nuestro país llegó a un acuerdo con el vecino teutón para fabricar una versión española del Leopard, el Leopardo, en la península a partir de 1998. «España firmarán hoy en la localidad holandesa de Noordwijk una carta de intenciones para la cooperación industrial en el campo de Defensa», informaba ABC. Desde el principio se barruntó una cofabricación que correría a cargo de Santa Bárbara Sistemas, aunque su fusión con General Dynamics poco después provocó una infinidad de retrasos. El proyecto fue la segunda pata del Programa Coraza, en el que se incluía el vehículo de combate de infantería Pizarro. Su objetivo: equiparar las Fuerzas Acorazadas patrias a sus equivalentes europeas.

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En 1999, ABC hizo pública la noticia: . Al fin, el felino había sido aceptado. La aprobación oficial para comenzar su fabricación había llegado de la mano del Consejo de Ministros en diciembre de 1998. Se construirían carros de combate por un valor de 317.000 millones de las antiguas pesetas: 235 vehículos. «De los 219 de línea, 207 irán destinados a la fuerza de maniobra y 12 se dedicarán a la enseñanza táctica y operativa en el futuro centro común de instrucción y adiestramiento que se construirá junto al campo de tiro aragonés de San Gregorio», explicaba la pluma de Miguel Portilla.

Con todo, la entrega de las primeras unidades se dilató hasta 2004, cuando salieron de la factoría de SBB, en Alcalá de Guadaira, los siete primeros. La ceremonia de entrega fue presidida por el monarca entre loas y vítores. «Don Juan Carlos conoció el proceso de fabricación y las posibilidades de combate que ofrece el ‘Leopard’ mediante una demostración sobre el terreno de este vehículo, que sitúa al Ejército español en la vanguardia de este tipo de blindados», informaba Alberto Mallado para ABC el 18 de junio de 2004. Aunque con retrasos, el ‘Programa Leopardo’ garantizó el trabajo a 2.300 empleados españoles y alemanes; un buen impulso para la economía.

Mole acorazada

ABC no escatimó en elogios hacia el flamante Leopardo-2E. «Es el carro de combate más avanzado que existe debido a sus especiales características técnicas». Su principal ventaja era la capacidad de evolución y de ampliar su equipo. «Por ello, este tanque estará activo hasta casi mediados del siglo próximo». Más de dos décadas después, ha quedado claro que el reportero no falló en sus augurios. Tras tres meses, el diario recalcó que el nuevo blindado tenía pocos rivales: «Junto con el M1 Abrams, representa la punta de lanza de las unidades acorazadas occidentales. Tiene una excepcional movilidad en el campo de batalla, elevada autonomía y gran potencia de fuego».

Era (y todavía es) un portento de «potencia abrumadora». Según Portilla, aquella primera versión montaba un cañón de ánima lisa de 120 milímetros –un calibre similar al del M1 Abrams de la época– con munición para 42 salvas. Además, tenía la capacidad de disparar en movimiento a una velocidad de 20 kilómetros por hora gracias al apoyo de un sistema de dirección de tiro con un computador balístico digital. «Una vez que el tirador toma un objetivo, lo tiene enfocado permanentemente aunque el conductor gire o el carro salve las pequeñas irregularidades del terreno», desvelaba ABC. En este sentido, era también equiparable a su hermano mayor norteamericano. Nada que envidiar a los de las barras y las estrellas.

Carros de combate –entre ellos, los M-60 y los AMX-30– en el Día de las Fuerzas Armadas de 1985+ info
Carros de combate –entre ellos, los M-60 y los AMX-30– en el Día de las Fuerzas Armadas de 1985 – ABC

El Leopardo-2E podía usar también los tres tipos clásicos de munición. La más rudimentaria era la antipersonal de alto explosivo. «Es el proyectil básico del Leopardo 2. La vaina está hecha de material semicombustible que se quema en el disparo, lo que ahorra espacio», desvelaba ABC. La segunda, antitanque de alto explosivo, era la habitual para acabar con los carros de combate enemigos: «La munición HEAT lanza un proyectil a una distancia crítica del blanco penetrando el blindaje». La última era la antitanque de alta velocidad. «El dardo interior se separa de su envoltura e impacta a gran distancia en el carro enemigo atravesando su coraza», completaba el diario.

A nivel defensivo era igual de puntero. Para empezar, su silueta era «menor a la de los carros tradicionales al ser más baja», lo que lo convertía en un objetivo más pequeño. Vayan por delante los datos. El carro de combate español sumaba 3 metros de altura; a cambio, su predecesor más directo, el M-60, tenía unos veinte centímetros más. «También disminuye en gran medida la firma térmica, es decir, el calor que desprende, algo fundamental para tratar de evitar la atracción de misiles enemigos».

Por último, ABC informaba de que iba a ser equipado con un blindaje reactivo compuesto de una serie de placas explosivas diseñadas para separarse del vehículo e interceptar el proyectil antes de su llegada. Hoy, sin embargo, no dispone de este tipo de protección. Con lo que sí contaba en orígen el Leopard 2 era con el llamado blindaje reactivo multicapa. A saber: varias láminas blindadas superpuestas con un espacio entre sí que evitan que el cohete o el misil llegue al corazón del carro de combate.

La mayoría de las características eran equiparables a las del M1-Abrams, que no es poco. Además, superaba en varios campos al T-90A, el carro de combate ruso diseñado en los años noventa para suplir a los ya vetustos T-62 y T-72 todavía activos. Tan solo le fallaba la movilidad sobre el campo de batalla; normal, debido a su peso de sesenta y dos toneladas y media. En este campo, su antagonista del este le superaba al sumar cuarenta y seis toneladas y media. La clave, como se ha podido ver a lo largo de estos tres meses en Ucrania, es que Vladimir Putin todavía no cuenta con suficientes de ellos y tiene que valerse de sus predecesores. El gran oso, que ha pasado a osezno.