El 19-J sitúa a Sánchez y Feijóo en la lanzadera de las generales

Estas no son unas elecciones cualquiera para el PSOE ni para el PP. Para los socialistas, perder Andalucía, y de forma clara si se cumplen las encuestas, abriría una herida interna que les será complicado cerrar. Para los populares, lograr el respaldo de la mayoría de los andaluces tras la primera legislatura de Juanma Moreno como presidente regional, y tener la posibilidad de gobernar en solitario, supondría un punto de inflexión en la historia de la región, pero también en la etapa que se abrió en España con la llegada del sanchismo. El efecto del 19-J no se quedará en esa región, sino que podría extenderse a lo largo y ancho de España, con repercusiones en los liderazgos de los dos grandes partidos nacionales.

Andalucía, fortaleza inexpugnable del PSOE hasta que perdió el poder en diciembre de 2018 por una carambola en las urnas, afronta las elecciones autonómicas del 19 de junio con un favorito claro: Juanma Moreno. El presidente de la Junta de Andalucía, que ha gobernado en coalición con Ciudadanos, tiene todas las encuestas a favor, incluido el CIS de Tezanos, que ayer le situó muy cerca de la mayoría absoluta en el Parlamento regional. Las elecciones se juegan en Andalucía, pero su resultado podría dejar corta la expresión ‘efecto mariposa’ y su onda agitaría el escenario político hasta las generales, previstas en principio en diciembre de 2023, si el presidente del Gobierno cumple su palabra.

El equipo recién llegado a Génova, con Feijóo a la cabeza, no quiere oír hablar de que su jefe de filas se enfrente a ningún examen. «Acaba de llegar», sostienen los populares. Curiosamente, Pablo Casado también se ‘examinó’ por primera vez en las andaluzas, en diciembre de 2018, apenas cuatro meses y medio después de aterrizar en Génova. En aquel momento pocos daban un duro por la victoria del PP y Moreno, aliado de Soraya Sáenz de Santamaría en las primarias de julio de ese año, ya estaba sentenciado en la dirección nacional del partido. Y no ganó, pero las urnas quisieron que sumara mayoría con Ciudadanos y Vox. Ahora, casi cuatro años después, Moreno es el barón más fuerte del PP y su liderazgo es el principal activo de los populares en Andalucía.

Sin injerencias

Fiel al modelo de partido que quiere implantar, Feijóorechaza cualquier injerencia de Génova en la campaña de Moreno, en la que las siglas del PP pasan a un segundo y casi escondido plano, lo mismo que la presencia de otros barones del partido, y su imagen es el principal reclamo. Moreno aspira a una mayoría suficiente, que le permita gobernar en solitario, y para ello su objetivo es ensanchar el partido por el centro, atraer a los votantes perdidos de Ciudadanos, pero también a los que votaron al PSOE y no se identifican con el sanchismo.

En ese afán por ganarse el centro político, campo de batalla principal en las elecciones, en el PP están convencidos de que el ‘efecto Feijóo’, con su mensaje de moderación y experiencia de gestión, será positivo en la campaña de Moreno. El líder nacional del PP tiene previsto participar seis días en la campaña, con el acto central en Antequera, el día 11.

El optimismo se extiende en el PP, aunque en público quieren ser cautos para no desmovilizar un solo voto. La realidad es que el comentario que se escucha entre diputados y senadores es este: «Vamos a arrasar». Y entienden ‘arrasar’ como una mayoría tan amplia que les permita sumar más que la izquierda. El PP quiere evitar a Vox en el Gobierno a toda costa, y para ello pedirá, si fuera necesario, la abstención del PSOE. Un ‘no es no’ de los socialistas daría argumentos a los populares para buscar vías alternativas.

Feijóo deja en manos de Moreno la estrategia de campaña y la postelectoral. Pero en Génova saben que una victoria contundente el 19-J impulsará al presidente nacional en su carrera hacia La Moncloa, a la espera de lo que pueda ocurrir en las elecciones municipales y autonómicas de mayo de 2023. Por ahora, en el PP comparan las andaluzas con las gallegas de 2009, cuando Feijóo logró su primera mayoría absoluta y abrió una etapa de éxito electoral en el PP que derivó en la mayoría absoluta de Rajoy en 2011.

En cualquier circunstancia, Andalucía no es una plaza cualquiera para el PSOE, el partido que ha gobernado esa comunidad durante los treinta y ocho primeros años de la autonomía, hasta que su racha victoriosa se truncó en 2018, cuando el centro-derecha pudo, por primera vez, articular una mayoría de gobierno para la Junta. El partido que aún mantiene importantes cotas de poder –seis de las ocho diputaciones provinciales del territorio, la mayoría de las alcaldías, incluida la de Sevilla-, la fuerza política que ha logrado mimetizarse con el territorio, hasta el punto de que, como blasonan sus dirigentes, en el más recóndito rincón de la región, la más poblada de España, hay dos cosas que cualquier viandante encontrará seguro: una parroquia y una Casa del Pueblo, la antigua denominación de las sedes socialistas.

Pero la de la campaña electoral que empieza este viernes no es una circunstancia cualquiera, ni para el PSOE ni para su actual secretario general, y presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Desde su investidura en enero de 2020, y con la excepción de Cataluña, donde el PSC ganó las autonómicas de febrero de 2021, aunque sin poder gobernar, cada vez que se han abierto las urnas las noticias no han sido buenas para los socialistas, o incluso han sido pésimas. Ni en las elecciones gallegas y vascas celebradas el mismo día de julio de 2020, donde incluso en el primero de los casos el PSOE gallego se vio superado por el BNG, ni en los recientes comicios de Castilla y León, donde el partido perdió hasta el primer puesto que había obtenido en 2019 ni, como es obvio, en el célebre 4-M del año pasado en la Comunidad de Madrid, donde los socialistas no solo fueron arrollados por Isabel Díaz Ayuso, sino que tuvieron que ver cómo Más Madrid, el partido que lidera Íñigo Errejón, les desplazó del puesto de primer partido de la oposición en la Asamblea de Vallecas.

Varapalo a la vista

Sánchez, que esta semana celebraba de manera triunfal sus cuatro años en La Moncloa, no rentabiliza electoralmente su paso por el poder. Y las últimas encuestas sobre Andalucía no le auguran un futuro mejor, en unas elecciones donde, a diferencia de varias de las citas mencionadas, el candidato socialista es una apuesta personal. Juan Espadas, exalcalde de Sevilla, fue el candidato de Ferraz para derrotar a Susana Díaz, la eterna enemiga interna de Sánchez, en las primarias de los socialistas andaluces.

De confirmarse el fracaso de Espadas, el varapalo para Sánchez sería mayúsculo. Su apuesta andaluza naufragaría y llegaría a 2023 con un pesado lastre de resultados adversos. Y en territorios muy distintos, de norte a sur, de la geografía nacional. Demasiado para un partido en el poder.

Sánchez se empleará a fondo en campaña, participando en cuatro o cinco mítines. En Ferraz, que no quieren perder el optimismo ante la campaña, se aferran a un pronóstico de mínimos: en ninguno caso, enfatizan, sacarán un resultado peor que el de Susana Díaz.