El Rey señala Cataluña como uno de los principales problemas de España

Felipe VI hace una llamada a «Pensar a lo grande». A pesar de los desafíos internos y externos a los que se enfrenta la nación, certifica que si se respeta la legalidad y el marco constitucional «todos juntos tenemos un gran potencial como país»

Felipe VI concibió su mensaje de Navidad como si de una inyección de confianza en las venas de la nación se tratara. Sin detenerse ante las adversidades y los retos que asedian a España –de hecho apenas las enumeró– el Rey se embarco en un repaso de las virtudes y valores que atesora nuestro país, las mismas que nos permitieron superar otros momentos igualmente difíciles en nuestra historia. Don Felipe vino a dejar claro que, más que las dificultades en sí mismas, es la pegajosa atmósfera de la desmoralización la que suele sellar para mal el destino de los pueblos. Y no pudo proponer un antídoto con mayor claridad: «Tenemos un gran potencial como país. Pensemos a lo grande. Avancemos con ambición. Todos juntos. Sabemos hacerlo y conocemos el camino», dijo en uno de los pasajes finales de éste su sexto discurso como Jefe de Estado, el segundo que pronuncia con un Gobierno aun en funciones.

«Debemos tener voluntad de entendimiento y de integrar nuestras diferencias dentro del respeto a la Constitución, que reconoce la diversidad territorial que nos define»

«Confianza» fue la palabra clave

Repitió esta palabra con insistencia hasta en cuatro ocasiones a lo largo de su alocución; dos veces menos que «valores», concepto quizá más etéreo al tener para cada cual un significado distinto y, a veces, contrapuesto. En este sentido, para el Rey es precisamente en este momento cuando «debemos tener una confianza firme en nosotros y en España, que siempre ha sabido abrirse camino cuando hemos afrontado el futuro con responsabilidad, con generosidad y rigor. Tenemos razones sobradas para tener esa confianza».

Como se apuntaba anteriormente el Rey no se extendió en un análisis de cada uno de los retos a los que está haciendo frente el país sino que se limitó a citarlos: el incierto futuro de la Unión Europea, los flujos migratorios que llegan a España, el desafío de la nueva era digital, el cambio climático, la sostenibilidad de la economía , la persistente lacra del paro (especialmente entre los jóvenes), la vulnerabilidad de muchas familias, la crisis económica «y desde luego Cataluña». Estas «serias preocupaciones» (entre las que no fue nombrado las alarmantes tendencias demográficas que arrastra España desde hace lustros) podrán ser superadas si se cuenta con aquello de lo que depende el progreso de un país: «el carácter de sus ciudadanos, la fortaleza de su sociedad y del adecuado funcionamiento de su Estado».

Felipe VI aportó un ejemplo de estas virtudes en la figura de los 41 condecorados el pasado 19 de junio en el Palacio Real con la Orden al Mérito Civil. Ellos son «un verdadero ejemplo de dignidad y fiel reflejo de lo mejor de nuestra sociedad». Sus cualidades son «expresión de las virtudes cívicas que inspiran a la inmensa mayoría de nuestros ciudadanos. Actitudes que han ido forjando paso a paso la personalidad de los españoles y moldeando nuestra sociedad actual a lo largo de estas ya cuatro décadas de democracia», dijo el Rey.

Hubo mención expresa también, no podía ser de otra manera, al proceso de formación de Gobierno que está teniendo lugar en estos momentos. Tras subrayar el papel principal que la Constitución otorga al Congreso de los Diputados en este aspecto, Felipe VI afirmó con claridad que «podemos sentirnos orgullosos de la solidez de nuestro Estado» ya que «hemos superado ya situaciones muy difíciles con una serenidad y entereza admirables, demostrando una gran resistencia y madurez». «Es mucho lo que hemos construido juntos, lo que juntos hemos avanzado» recordó el Monarca poco antes de insistir en que «es importante decirlo no por una autoestima mal entendida sino porque es una realidad contrastada que debemos poner en valor». Para el Rey hay dos peligros fundamentales en este punto de nuestra historia en los que no hay que caer: «Ni en una autocomplacencia que silencie nuestras carencias, ni en una autocrítica destructiva que niegue el gran patrimonio cívico, social y político que hemos acumulado».

La clave de los logros cosechados desde la Transición es resultado directo, según el Rey, de los esfuerzos de «millones de españoles» que «gracias a nuestra Constitución, hemos compartido a lo largo de los años unos mismos valores en los que fundamentar nuestra conviviencia». El Monarca destacó en concreto tres, siendo el primero «el deseo de concordia que (…) derribó muros de intolerancia, de rencor y de incomprensión que habían marcado muchos episodios de nuestra historia».

En segundo lugar se hizo mención de «la voluntad de entendimiento y de integrar nuestras diferencias dentro del respeto a nuestra Constitución, que recoge la diversidad territorial que nos define y preserva la unidad que nos da fuerza», un momento del Discurso de fácil aplicabilidad a la crisis territorial que se vive en Cataluña. En tercer lugar se recordaron los valores solidaridad igualdad y libertad como «principios vertebradores de nuestra sociedad» tolerancia y respeto. Estos valores «constituyen una seña de identidad de la España de nuestros días» y «no podemos darlos por supuestos ni tampoco olvidar su fragilidad».

«El tiempo no se detiene y España no puede quedarse inmóvil», asevero Felipe VI. Si el país no quiere quedarse atrás es necesario «levantar la mirada para no perder el paso ante los grandes cambios sociales, científicos y educativos que señalan el futuro». Pese a la magnitud de los retos el Monarca se mostró «convencido de que superaremos los desafíos». Para ello la actitud pasa por que «confiemos en nosotros mismos, en nuestra sociedad, confiemos en España» y se eviten «divisiones y enfrentamientos que solo erosionan nuestra convivencia y empobrecen nuestro futuro».