España es el país de la UE con más alboroto en el aula: casi 10 minutos por clase mandando callar a los alumnos

Los docentes españoles se quejan de que, cuando comienza su clase, tienen que esperar un buen rato hasta que los estudiantes se calman. Cuatro de cada 10 denuncian que hay mucho ruido disruptivo en el aula, un runrún de adolescentes que interrumpe el aprendizaje una y otra vez. España bate récords mundiales en alboroto escolar: en este indicador, se erige como el primer país de la UE y el segundo de la OCDE, sólo superado por Brasil.

De media, los profesores españoles dedican casi 10 minutos de cada hora de clase (el 16,4% del tiempo) a tratar de mantener el orden en el aula e intentar que se callen los alumnos. Otro 7,9% de esa sesión se les va en tareas burocráticas, que se traducen en 4,7 minutos más de interrupción. Al final, una hora de clase se queda en poco más de 45 minutos de tiempo de aprendizaje, el 75% del total. En la mayoría de los países con mejores resultados académicos los profesores se centran en enseñar y no tienen otras distracciones.

Los datos proceden del estudio TALIS que la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos realiza cada cinco años sobre las capacidades, el desempeño y las percepciones de los profesores y los directores de 48 países y economías participantes. Es la mayor investigación que existe y los datos se obtienen a partir de 260.000 encuestas, que representan a más de ocho millones de docentes. En España, donde se ha entrevistado a 7.407 profesores y a 396 directores de colegios públicos, privados y concertados, el trabajo lo ha presentado el secretario de Estado de Educación, Alejandro Tiana.

La disciplina ha ido a peor en España si se compara con los datos de 2013, que son los correspondientes al anterior informe. Marta Encinas-Martín , responsable del Programa de Educación y Competencias de la OCDE, advierte que «los docentes están sacrificando cada vez más tiempo» de la instrucción para lidiar con las tareas burocráticas o con las distracciones de los alumnos. En la media de países analizados el tiempo que se emplea a mantener el orden representa el 13%, tres puntos porcentuales menos que en España y el equivalente a ocho minutos. Encinas-Martín dice que el porcentaje es superior en España «por la falta de formación y porque el profesor está muy solo».

Las tablas de TALIS revelan que, a mayor edad y mayor experiencia, se consigue más disciplina. Los hombres aquí se desenvuelven mejor que las mujeres. En las escuelas privadas, con menos alumnos con necesidades especiales, inmigración y dificultades socioeconómicas, es un reto menor mantener el orden en el aula.

Según Encinas-Martín, en nuestro país la tendencia es a poner a muchos profesores principiantes en escuelas en desventaja y esto no ayuda. Autores como el economista Eric A. Hanushek, de la Universidad de Stanford (EEUU), dicen que los mejores docentes deben ir a las peores escuelas, porque así mejora el rendimiento de estos centros.

El informe de la OCDE pone de manifiesto también todas las carencias que tienen los profesores españoles en cuanto a su formación. Para empezar, sólo al 40% de los docentes españoles se les instruyó para dirigir una clase y manejarse con los comportamientos disruptivos de los estudiantes, frente a un 72% de media en el resto de países. Como consecuencia de ello apenas el 35% dice estar preparados para combatir actuaciones que quebrantan el orden y la convivencia.

A lo largo de todo el informe aparecen todo tipo de carencias de formación en los profesores españoles al inicio y durante toda su carrera. Para empezar, sólo el 48% (frente a un 79% de media de la OCDE) estudió durante su formación inicial contenidos propios de sus materias, la didáctica y la práctica en el aula. «En España los docentes se forman menos que en otros países», advierte el estudio. A los encuestados para TALIS se les dio una lista de 10 elementos posibles y sólo pusieron cinco de ellos en su formación, en comparación con el promedio de siete elementos en la OCDE. Más en concreto, sólo dos de cada tres hacen prácticas relacionadas con la asignatura que va a impartir, la proporción más baja después de la República Checa.

Además, sólo el 10% de los docentes principiantes tenía un mentor o tutor asignado en el instituto donde daban clase, un porcentaje que es la mitad de la media del resto de países. En el proceso de inducción también las cifras dejan mucho que desear: apenas el 26% (frente al 38%) ha participado en algún tipo de tutoría cuando comenzó a trabajar.

Esto sucede cuando están empezando, pero más adelante las cosas no mejoran: España está a la cola en desarrollo profesional tanto en profesores como en directores. En este grupo no llegan a la mitad los que participan en seminarios o cursos de distinta índole para mejorar su capacitación. La mayoría admite que no tiene nociones sobre cómo hay que enseñar a alumnos con necesidades especiales (sólo el 35% frente al 62% de la OCDE), o a los estudiantes de origen inmigrante (el 29% frente al 35%), o cómo hay que desenvolverse con las nuevas tecnologías (el 38% frente al 56%).

Encinas-Martín atribuye a esta falta de participación en la formación continua a la «falta de incentivos y de oferta relevante». Aunque se preparen mucho y se capaciten de todas las maneras posibles, los profesores tienen poca recompensa simbólica, el mismo sueldo e igual reconocimiento -muy poco- por parte de la sociedad.

A favor tienen que no trabajan más horas que en otros países, que se llevan muy bien y que, a pesar del ruido y del alboroto, la incidencia del bullying es baja.