Nadal, como un ciclón a cuartos

Realizada ya la gran criba, Rafael Nadal está en cuartos de final Roland Garros sin apenas despeinarse, convincente en líneas generales en un domingo sofocante en París. Le llevo el cuadro, benévolo desde el sorteo, hasta Juan Ignacio Londero, un argentino sin pedigrí al que se le ha conocido este año después de su éxito en Córdoba y al que se le hizo dura las dos horas y 13 minutos de sobremesa, despedido en cualquier caso con honores después de un torneo más que digno. Como otras tantas tardes, Nadal escribió un plácido triunfo en la Chatrier, y ya son 90 las victorias en este Grand Slam que tanta gloria le ha dado. Visto lo visto en esta primera semana, parece casi imposible imaginar otra cosa que no sea verle el próximo domingo en este mismo escenario, dispuesto a morder por duodécima vez en Francia. Tiene buena pinta, aunque ahora, y después de rellenar formularios casi por obligación, se empina el camino por fin y toca ofrecer la versión más seria.

Como en las tres citas anteriores, ante Yannick Hanfmann, Yannick Maden y David Goffin, Nadal se presentó en plan ciclón, y eso desmoraliza a cualquiera. No hay dudas en el balear, ni una grieta en un tenista renacido a partir del éxtasis de Roma de hace un par de semanas. Después de dar bandazos por Montecarlo, Barcelona y Madrid, el mallorquín ha encontrado su punto en el momento necesario y en París se está comportando como toca, fundamental ahorrar energía y no confundirse en estos primeros días. Salvo con Goffin, en donde se le escapó un set, comprensible si se tiene en cuenta que el belga es un jugador de los buenos, el campeón de 17 grandes no ha sufrido rasguños y físicamente está, en apariencia, estupendamente.

Se presentó en su jardín de la central con la misma contundencia de siempre, disparado con un break nada más empezar y salvando las tres únicas situaciones de peligro que tuvo la primera manga. Más allá de los resultados, que hablan por sí solos, lo mejor de Nadal de estos días es que, casi siempre, ha sabido escapar del peligro, interesante lectura pensando en lo que está por llegar.

Otra noticia estupenda es su capacidad para no perder el hilo y mantener la cabeza siempre enchufada, repitiendo patrón en el segundo set. Después de permitir una tímida reacción de Londero, al que le funcionó mucho mejor la derecha que el revés, reconocible escuela argentina, le desmoralizó por completo cuando le hizo break en el sexto juego sin la necesidad de exhibirse. ¿Qué hay que hacer para desbordar a Nadal en tierra? Ya no para ganar, simplemente para hacerle un poco de cosquillas.

Al argentino le dio al menos para darse el gustazo de alargar el segundo parcial al salvar dos bolas de set con 5-2 en contra, muy bien con una dejada y valiente con una derecha a todo o nada. Luego, en el siguiente juego, salvo un par más, pero no pudo hacer más que eso, condenado de manera definitiva a su despedida en París. Mucho ha hecho desde su ranking ( 78 de la ATP), y se merece un reconocimiento por ser capaz de reengancharse al tenis de alto nivel a sus 25 años.

Con todo, quiso prolongar al máximo ese epílogo y demostró ser un tenista orgulloso. Cualquiera hubiese arrojado la toalla al verse ante semejante muro, un Everest, pero Londero se propuso disfrutar de la oportunidad que le regalaba la vida y se desfondó en los dos primeros juegos del tercer parcial, ganándose incluso una pelota de break que desperdició al lanzar un revés a la red. Ahí parecía que terminaba su bonita historia, pues perdió dos servicios de manera consecutiva, pero gastó su última bala, recuperó uno de esos juegos de desventaja y siempre podrá decir que generó alguna que otra duda al campeón de 11 Roland Garros. Con eso se tienen que contentar los rivales de Nadal.

Celebró el español su rutinario triunfo con rabia, contrariado porque el desenlace no le gustó demasiado, pero cumplió con la faena y ya está en cuartos, a la espera del ganador del duelo entre Nishikori y Paire. De momento, todo marcha en París.