Vinicius merece el Camp Nou

El jugador que debía aprender en Segunda B enseña cosas que otros no aprenderán nunca. El talento y el trabajo se necesitan, son líneas complementarias, pero no paralelas. Vinicius lo tiene. El brasileño ha provocado el cosquilleo que el depresivo público del Bernabéu necesitaba después de ver caer a los suyos en un Camp Nou sin Messi. Ahora, eufórico, no entendería un Camp Nou sin Vinicius, porque se lo ha ganado, antes y después de un Alavés al que despachó con un ‘túnel’ hacia el gol de Benzema y sentenció con uno propio. Después llegó Mariano, la bomba, y hasta Isco en el trámite, en un Madrid que no lo tiene todo pero se cree capaz de todo.

La euforia le pertenece en el momento justo, después de cinco victorias consecutivas, cuando encara un febrero que es como un encierro con seis toros. El Alavés es duro, pero es de una ganadería distinta.

A Pitu Abelardo le interesa poco la pelota. Lo justo. No es convicción, es adaptación, y no hay nada reprochable en ello, por irreverente que a veces resulte su equipo, entre los que menos posesión tienen en la Liga. Lo que interesa lo dice la clasificación con argumentos contundentes. En lugares como el Bernabéu, pues, esa condición se acentúa y ni siquiera se altera por un gol en contra, porque el primer objetivo en una gran plaza es un partido largo. Le faltaron 10 minutos, los peores en el Bernabéu.

El Madrid no siempre se encuentra con lo mismo en Chamartín, porque ser pequeño no significa ya ser defensivo. Tampoco puede hablarse del Alavés como de un equipo atrincherado en su área, nada de eso, sino de un rival que reduce los espacios allá donde son más importantes para su adversario. En el Bernabéu dejó al Madrid salir de sus dominios con la pelota, pero adelantó su línea defensiva para comprimir el partido de verdad en unos metros. Para quien le gusta correr, es una tortura.

Hay varias formas de atacar a equipos con esa disposición. Una de ellas es superar piezas en duelos individuales, aunque para eso existen anticuerpos, como las ayudas y los ‘dos para uno’ que los de Abelardo llevaron a cabo frente a Vinicius. Otra es inventar espacios nuevos, aquellos que no pueden defenderse porque no se conocen, pero eso implica tener la calidad de los elegidos. Vinicius y Benzema la poseen. Bale, en cambio, sirve para lo primero, pero últimamente el galés apenas sirve para nada. En la semana del primer clásico, la duda es si jugará en el Camp Nou, en lugar de Lucas Vázquez o Vinicius. El sentido de la justicia, hoy, dice no. El fútbol no es justo y los sentidos de un entrenador son más de cinco. Veremos.

Vinicius inventó un espacio después de un arranque a fuego del Madrid, con frenesí, como le gusta al respetable blanco, pero sin grandes problemas para el Alavés. En la izquierda, hizo un ‘túnel’ a su marcador y lanzó a Reguilón hasta el fondo. El lateral centró tenso y Benzema rubricó como un notario del gol, como un ‘nueve’. El francés, sin embargo, es un ‘nueve’ curioso, por no decir, como diría Solari, un delantero centro mentiroso. Es una especie de goleador anfibio, que se alimenta en el agua pero le gusta vivir fuera. Un ‘killer’ clásico mata de primera, toca muy poco el balón en un partido pero de forma mortal. Benzema, en cambio, lo necesita constantemente, quiere tocar y tocar. Es como si se afinara.

Los goles que ahora llegan y la ausencia de Cristiano le han supuesto presión y desinhibición a un mismo tiempo. El resultado es bueno si se analiza de forma individual. Desde un prisma colectivo, en cambio, al Madrid no le iría mal acercarle un compañero con más gol, dicho sea con viento de cola. Puede ser Vinicius, debería ser Bale y quizás lo sean Asensio o Mariano, pero son demasiados condicionantes. El balear lo intento en los minutos que tuvo y Mariano lo consiguió a lo Santillana. Un cierre grande para un partido de carril.

Vinicius fue quien más amenazó antes del primer gol, en un disparo demasiado centrado y en una arrancada poderosa desde los medios que Larguardia segó en falta. Después del tanto, lo que probó el Madrid fue menos claro, pese a gozar ya de más espacios, sobre todo cuando el Alavés daba pasos adelante con el avanzar de los minutos. Abelardo tuvo claro desde el principio que el camino más rápido era buscar a Jony, que aprovechó las aventuras de Odriozola pero sin fraguar ocasiones. Sergio Ramos estuvo firme en las ayudas.

Después del descanso, el Alavés acentuó sus llegadas, pero sin finura en la definición. Así no se puede aspirar a nada en el Bernabéu. El espacio abrió las alas del Madrid, con Vinicius al mando. Lanzó a Asensio para llegar a recibir su centro. Tan preciso como Isco y Odriozola en la última jugada, aunque lo que se dice pegar, nadie pega como Mariano. ¡Boom!