El pulso del jefe de los servicios secretos a Merkel abre una crisis en Alemania

El futuro del Gobierno de gran coalición alemán quedó este jueves en entredicho después de que varios dirigentes del partido socialdemócrata exigieran la dimisión inmediata del presidente de los servicios secretos del interior, Hans-Georg Maassen, a causa de su errática actitud con respecto a los incidentes que sacudieron a la ciudad de Chemnitz tras la muerte de un ciudadano alemán de origen cubano. El SPD puso en duda su permanencia en el Gobierno si Merkel no era capaz de exigir la dimisión del polémico jefe de espías.

La certeza de que los autores del asesinato habían sido dos demandantes de asilo que habían llegado al país en el otoño de 2015 desencadenó una serie de manifestaciones de grupos ultraderechistas en esta ciudad del Estado federado de Sajonia. Peor aún: varios grupos fanáticos iniciaron lo que la prensa y la canciller Angela Merkel calificaron como una “caza de extranjeros”.

Pero Maassen decidió recurrir al periódico sensacionalista Bild para afirmar que su organismo no tenía “pruebas fiables” de que se hubiera desatado tal “caza de extranjeros” en las calles de Chemnitz y calificó un vídeo que mostraba cómo un par de fanáticos perseguía a un extranjero como fake news. El jefe de los servicios secretos alemanes, sin embargo, no fue capaz de ofrecer pruebas que pudieran demostrar sus afirmaciones.

La entrevista en el Bild causó sensación en Berlín porque fue interpretada como una inédita y abierta rebelión a la canciller, al sugerir que Merkel habia denunciado la caza de extranjeros en base a un vídeo falso. Desde entonces, líderes políticos del SPD, Los Verdes, La Izquierda y el Partido Liberal pusieron en entredicho la integridad profesional de Maassen por sus declaraciones, que cuestionaron la línea del Ejecutivo, y por hacer causa común con el partido ultraderechista Alternativa para Alemania.

Aunque en Berlín existe casi un consenso en torno a la necesidad de jubilar de forma anticipada a Maassen, su destitución no depende de la canciller, sino del ministro del Interior, Horst Seehofer, quien no ha ahorrado adjetivos para elogiar su trabajo. Seehofer fue más lejos y se atrevió a asegurar que él habría participado en las marchas de protesta de Chemnitz, pero que su cargo de ministro se lo impedía. “Yo entiendo las preocupaciones de los ciudadanos”, dijo en un gesto interpretado como un nuevo desafío a la autoridad de la canciller.

La discusión sobre las manifestaciones de extremistas de ultraderecha y las declaraciones de Maassen marcó un debate parlamentario sobre los presupuestos de 2019 que tuvo lugar el miércoles pasado. En esa sesión, Merkel dijo en tono desafiante que no había excusas para justificar la violencia xenófoba y recordó que la dignidad humana es inviolable, como señala la Constitución. “Puedo entender a cualquiera que se sienta indignado cuando los solicitantes de asilo cometen delitos”, dijo Merkel. “No obstante, esto no es una excusa para llevar a cabo manifestaciones contra personas. No hay excusa alguna para la instigación al odio, el uso de la violencia, las consignas nazis contra las personas que se ven diferentes o los ataques a policías”.

Un día después del debate en el Bundestag, la dirección del SPD pidió la destitución de Maassen, una medida que fue rechazada por su jefe inmediato, el ministro Seehofer. “Merkel debe actuar ahora”, dijo el secretario general del SPD, Lars Klingbeil. “Maassen ya no es aceptable”, aseguró el vicepresidente del Bundestag, el socialdemócrata Thomas Oppermann.

REUNIÓN DE EMERGENCIA DE LOS LÍDERES

La petición de la cúpula del SPD de destituir al jefe de los servicios secretos del interior obligó a los líderes de los tres partidos de la coalición de Gobierno alemán a celebrar ayer una reunión de crisis para abordar el futuro de Hans-Georg Maassen. Pero la reunión, que duró 90 minutos y en la que participaron Angela Merkel, Horst Seehofer y la presidenta del SPD, Andrea Nahles, culminó sin acuerdo.

Los dirigentes alemanes acordaron volver a reunirse el martes para abordar la cuestión. A pesar del silencio, algunos medios sugirieron que la crisis podría resolverse con una renuncia voluntaria del propio Maassen. La destitución tendría que ser decidida por Seehofer.