El hospital flotante que recorre el Amazonas con «la cura del amor» para 70.000 ribereños

El Papa Francisco tiene una tripulación de 20 personas permanentes y 10 voluntarios que van rotando en expediciones de entre 7 y 10 días

Aorillas del Amazonas viven mil comunidades ribereñas. Muchas de ellas no tienen acceso a revisiones médicas, ni dentista, ni pueden tratarse u operarse de ninguna enfermedad. Este vacío asistencial lo ha llenado el Papa Francisco, no el de Roma, sino el de Brasil: un barco-hospital de 32 metros de eslora que recorre el río brindando atención médica a los habitantes de las riberas.
El Papa Francisco tiene una tripulación de 20 personas permanentes y 10 voluntarios que van rotando en expediciones de entre 7 y 10 días. Este hospital flotante cuenta con un moderno consultorio médico y odontológico a bordo, además de un centro quirúrgico, una sala completa de oftalmología, un laboratorio, una sala de vacunación, de medicación y camas de enfermería. Además de la atención básica que realizan con equipos de diagnóstico como rayos X, mamografía, ecocardiograma, ecografía o electrocardiograma, la tripulación trabaja también en prevenir y diagnosticar de forma temprana el cáncer.
No existe otro como el Papa Francisco, según los ingenieros encargados de su construcción. Este barco surgió como iniciativa de los Franciscanos de la Divina Providencia de Brasil, quienes recibieron al Papa Francisco –el de carne y hueso– en su hospital de Río de Janeiro cuando visitó el país por la JMJ de 2013. El Pontífice le preguntó al superior de la fraternidad, fray Francisco, si tenían presencia en la Amazonía, y cuando le dijo que no, rápidamente el Santo Padre le animó. «Entonces debes irte», le dijo.
Un paciente a bordo del Papa Francisco

Un paciente a bordo del Papa Francisco Franciscanos de la Providencia Brasil

Después de esto, la orden se hizo cargo de dos hospitales en esa región, pero enseguida se dieron cuenta de que los habitantes de las orillas del Amazonas tenían dificultades para llegar hasta los centros médicos tierra adentro. «La única manera era que el hospital fuera hasta ellos, como la Iglesia que quiere el Papa, que sale al encuentro de la gente», cuenta fray Francisco.
Como cualquier hospital, cuenta con dos ‘ambulanchas’. Mientras una realiza las labores de triaje para optimizar la atención de los pacientes, la otra cuenta con equipos de urgencia para asistir complicaciones que puedan surgir.
Los franciscanos de Brasil se encargan del hospital flotante desde 2019 y cuenta para sus labores con el apoyo del Gobierno del estado de Pará, a través de la Secretaría de Salud. En seis años han prestado más de 300.000 servicios a los habitantes ribereños del Amazonas.
Voluntaria en dos expediciones distintas ha sido la hermana Marcia Lopes Assis, de la congregación Apóstoles del Sagrado Corazón de Jesús, quien manifiesta que su «vocación ha sido misionera desde el principio». Como iniciativa eclesial, el barco está coordinado por un fraile sacerdote que se encarga de llevar, junto a las medicinas, la palabra de Dios a todas las personas atendidas por los equipos médicos.
Cruzar el Amazonas, dice la religiosa, «no es tarea fácil». Cuando llegaron a una de estas apartadas comunidades, la de Santa Rita, cuenta que la recibió un grupo de niños, asustados ante la llegada de un extraño. «Pronto nos hicimos cercanos. Algunos tienen miedo porque me confunden con una enfermera o una dentista; otros me llaman maestra, pero casi todos quedan cautivados y afirman que serán religiosos cuando crezcan», cuenta Lopes. Como muestra de su agradecimiento, estos niños se llevaron a la monja para enseñarla a remar.
La hermana Marcia, con los niños que atendió

La hermana Marcia, con los niños de la isla de Santa Rita V.N.

Dormir en una hamaca o estar sin móvil durante la expedición, según confiesa la religiosa, la ayudaron a comprender una gran lección: «Aceptar las cosas como son». La jornada en el barco comienza temprano con la celebración de la misa, tras la que los sanitarios atienden a sus pacientes. La hermana Marcia cuenta que ella se dedicó durante sus voluntariados a bordo del Papa Francisco a acoger a las familias, evangelizar a los niños y acompañar a los enfermos después de una cirugía, entre quienes reparte la eucaristía.
En sus diez días en el barco hospital la hermana experimentó «una Iglesia samaritana que ofrece la cura del amor». Que nada nos impida ser misión allí donde la Providencia nos coloque y que el amor sea el motor de todo», concluye Lopes.