La disciplina en el Campamento

La educación en libertad, y para alcanzar una libertad responsable, convierte la disciplina campamental en algo flexiblemente recio. Los chicos y chicas realizan las actividades campamentales en la convicción de que su aportación personal es necesaria para que estos quince días de vacaciones sean auténticamente divertidos para todos; por eso, son todos los que tienen que cooperar con sus tareas bien hechas y su puntualidad en el cumplimiento de los horarios. El Campamento se hace entre todos; de hecho, la participación de los acampados en la toma de aquellas decisiones que les afectan y entran en su nivel de competencia ayuda a tomar conciencia de ello.

La disciplina del grito y la orden rígida se convierte así en auto-exigencia y auto-disciplina. Los chicos y chicas se distribuyen por equipos las tareas que hay que realizar y, en muchas ocasiones, son ellos mismos los que las evalúan.

Es tradicional que cuando pasa revista el Jefe de Campamento sea el responsable de cada tienda (un acampado/a) quien inspeccione a sus compañeros y dé la puntuación que merece la tienda, (orden, limpieza, construcciones auxiliares, aseo personal…).

Cuando algún comportamiento no ha sido correcto, el instructor/a, conociendo a todos los chavales a fondo y con la confianza de un amigo/a, les anima a que se auto impongan una actividad que dé satisfacción por su travesura y les reconcilie consigo mismos y con sus compañeros/as. Hay que dar fe de que, generalmente, cuanto más trastos son más generosos y, en muchas ocasiones, hay que recortarles su «reparación» por excesiva.

En este clima de confianza, amistad y alegría, «está prohibido enfadarse, estamos de vacaciones», la disciplina es, como hace ya muchos años lo resumía el P. Joaquín al preguntarle el Jefe de Campamento el último día de una tanda, «la organización desorganizada».