«Vi a más de 20 personas arriesgarse para salvar la vida del barranquista»

“Vi a más de 20 personas colaborar y arriesgarse por salvar a un herido de una situación muy comprometida”. Así resume el guía Eduardo Mulero lo vivido en el barranco Palomeras del Fornocal (Colungo), en la sierra de Guara, el pasado fin de semana. Ocho guías, guardias del Greim, un médico especialista de montaña y los pilotos del helicóptero, entre otros, invirtieron seis horas para sacar a un ciudadano francés de 43 años herido de un lugar tan angosto que en algún punto no tiene más de un metro de ancho y apenas deja pasar una camilla. El hombre tenía fuertes dolores por una fractura, sufría de hipotermina y una tormenta amenazaba la seguridad de todos por el peligro de una subida del caudal.

El accidentado se había roto la tibia y el peroné al saltar a un poza. «Al llegar lo escuchaba desde arriba gritar de dolor», explica Pere Falcés, otro de los profesionales que trabajan en la sierra de Guara y que atendieron la llamada para ayudar en el rescate. El suceso ocurrió sobre las 12.30 y en ese momento había tres grupos con guías en el barranco. Le administraron los primeros auxilios colocándole una férula para inmovilizarle la fractura y que sufriera menos y lo taparon con mantas térmicas, mientras alguien siguió el barranco para buscar una zona con cobertura y avisar a la Guardia Civil de Montaña.

El helicóptero llegó con dos socorristas y un médico del 061, pero entonces recibió un aviso por otro accidente en Panticosa, al que se le dio prioridad y se tuvo que ir. «El barranquista estaba bastante mal, había que sacarlo. No era un riesgo vital, pero tenía fuertes dolores y una hipotermia severa», asegura Eduardo Mulero, Se fue al pueblo de Colungo y en el bar le dieron caldo caliente en un termo y ropa seca (una chaqueta, gorro, guantes…) para poder quitarle al herido la que tenía mojada. “Aproveché la salida para llamar a otros compañeros y les pedí que trajeran material para instalar las cuerdas”, señala.

Habían pasado tres horas y los guías decidieron organizarse. «Como conocemos muy bien la zona, establecimos una línea de rápeles. Lanzamos nuestras cuerdas desde unas sabinas, para acceder directamente, sin tener que completar el barranco», detalla. La altura de las paredes de roca en esa parte del barranco es de 60 metros, y la parte más angosta tiene unos 30. En algunos puntos apenas cabe una persona con los brazos extendidos.

“Nuestra labor fue montar instalaciones para poder desplazar esa camilla entre todos hasta un lugar un poco más abierto, a ver si el helicóptero cuando llegara podía entrar con el cable a coger al accidentado. Fuimos todos los que pudimos. Había otro accidente en el Formiga, pero como ya sabían que el helicóptero andaba saturado, a ese herido lo sacaron ellos por sus propios medios”, explica Pera Falcés. Para él, el rescate casi ofrecía las características que un auxilio en una cueva.

Los guías no tenía claro que el aparato lo pudiera sacar, al ser una zona tan angosta, y se quisieran anticipar. “La tarde se nos echaba encima y había que salir. Se podía hacer de noche y la tormenta que se estaba formando convertía el barranco en un sitio muy peligroso”, a juicio de Eduardo Mulero. Las previsiones meteorológicas  advertían de fuertes lluvias. «por suerte la tormenta se retrasó, no fue hasta medianoche cuando empezó a llover, 23 litros por metro cuadrado. Agua suficiente como para que allí dentro creciera el caudal”, aclara su compañero Pere Falcés.

Por fin volvió el helicóptero y a las siete de la tarde pudo izar la camilla con su grúa. La Guardia Civil incidió, en la nota de prensa sobre el suceso, en que la maniobra no fue nada fácil por lo angosto del barranco. También destacó la colaboración de los guías para poder realizar el rescate.

En los 12 años que lleva en este trabajo, no es la primera vez que Eduardo Mulero participa en la evacuación de un herido. Él quiere dejar claro que, según las estadísticas, el 95% de los accidentes de montaña se producen en grupos que no van guiados. “Lo habitual es que nos veamos involucrados en accidentes de otras personas y nosotros les ayudamos porque conocemos los barrancos, sabemos dónde hay o no cobertura, si el helicóptero puede entrar… Esto ayuda al grupo, pero también a la Guardia Civil, a la que le va bien la colaboración con los guías locales. Solemos hacer esa función importante que es la primera atención y avisar cuando hay un percance”, dice, reiterando que la simbiosis entre unos y otros resulta “fundamental”.