Está haciendo el Real Madrid de su necesidad virtud. Es como si las adversidades le hicieran más robusto, más valiente, más decidido. En Estambul tenía una prueba de fuego a su recobrada buena cara. Y resultó un alegrón para despedir el año en Europa: con sus cinco bajas y con Tavares expulsado en el segundo cuarto, tumbó nada menos que al campeón, al poderoso Fenerbahçe de Zeljko Obradovic.
Lo logró con un inmenso Luka Doncic, otra vez al borde del triple-doble (20 puntos, ocho rebotes y 10 asistencias), pero sobre todo con una extraordinaria labor colectiva, mérito para un Pablo Laso el día que igualaba al mito Pedro Ferrándiz como segundo entrenador con más partidos en el banquillo del Real Madrid (488). Es el sexto triunfo de carrerilla, el cuarto en esta Euroliga en la que vuelve a acercarse a los cuatro primeros puestos.
Fue, también, la venganza de la última Final Four, el segundo triunfo ante el Fenerbahçe en los últimos siete partidos. Fue una machada, al cabo, porque pocas cosas más podían tener en contra los blancos. Todavía sin Rudy Fernández ni Anthony Randolph (no tardarán en volver a la dinámica del equipo), por supuesto sin Ayón, Kuzmic ni Llull (este jueves empezó a correr), el Madrid dio la cara todo lo que pudo. Aguantó la embestida inicial (17-6), la sacudida que supuso la absurda expulsión de Tavares por dos antideportivas en la misma jugada sobre Vesely y se marchó al descanso hasta con ventaja (36-37). Seriedad, concentración y un gran Doncic, los pilares de un triunfo de esos que sirven para construir pilares.
Los blancos comenzaron a creer en la hazaña en el tercer acto. Ahí ya no sorprendían, ahí plantaban cara de verdad al Fenerbahçe. Sembraban dudas en el campeón, que vivía de los arreones de Wanamaker y de algún chispazo de pura clase de Datome. Pero el Madrid tenía respuesta para todo y no se despegaba en el marcador.
Se resiste el primer triple doble de la carrera de Doncic, pero sólo rozarlo es algo más que una anécdota estadística. Es el reflejo de su baloncesto todopoderoso. Su despliegue en Estambul fue inmenso, otra muesca de las que va dejando su precoz historial. Director, anotador, defensor, asistente… y también reboteador, pues la necesidad de la expulsión de Tavares y la cuarta de Felipe le hicieron jugar de ala-pívot. También iba a resultar fundamental en la acción que terminó por decidir el duelo. Anotó tres de los cuatro tiros libres tras una antideportiva de Vesely también sin sentido. Ponía a su equipo cuatro arriba a falta de dos minutos. Después anotó Melli y tuvo varias opciones el grupo de Obradovic para llevar el partido a la prórroga. Fue un tapón de Thompkins, otro de los destacados junto a Felipe Reyes, el que obligó a un lanzamiento forzado de Wanamaker que no entró.