La crónica del Real Zaragoza-Cartagena (3-2). Tremenda agonía con final feliz

Como aquella noche mágica de la Recopa y con el héroe de París en la grada, el tanto de Gómez provocó el delirio y acerca muchísimo la salvación

Esta temporada ha tenido momentos sombríos y con una carga de desesperación para dar y tomar. Tétricos, también. Pero este Real Zaragoza siempre está dispuesto a jugar con el riesgo un poco más. Frente al Cartagena, en un partido vital para sumar los puntos necesarios para asegurar la permanencia en el fútbol profesional, el equipo se fue perdiendo al descanso por 1-2. El colista le había pegado un buen susto al Racing la pasada jornada pero llegó a La Romareda matemáticamente descendido.

En el minuto 13 le había metido dos goles al Real Zaragoza más triste y endeble que se recuerda por estos lares. El primero fue obra de Jair al intentar despejar un balón en una falta y el segundo evidenció una vez más la falta de agresividad defensiva y el miedo con el que se comporta esta plantilla. Pepín pudo armar el pie desde la frontal del área prácticamente sin oposición. Le salió un disparo perfecto que batió a Poussin con todo el Zaragoza hundido en el área y Aketxe llegando tarde a tapar el chut.

La segunda mitad fue un ejercicio de funambulismo con el futuro de la SAD. El Real Zaragoza quiso, pero no pudo hasta el tiempo de descuento llevando el sufrimiento hasta el extremo, mostrando todas sus penurias y dejándolo todo para el final, el momento, el de la desesperada, en el que mejor se ha comportado el equipo desde que Gabi Fernández es su entrenador. Futbolísticamente, la mejoría ha sido pequeña, pero ha sumado los puntos cuando tenía que sumarlos: ante el Racing de Ferrol y frente al Cartagena. Alberto Marí y Dani Gómez, curiosa paradoja, pusieron la firma a los goles que dejan la permanencia realmente cerca. El esfuerzo de Francho fue encomiable, se dejó el alma, y Adu Ares volvió a destacar.

Antes del partido fue homenajeada una representación del equipo que ganó la Recopa en 1995, jugadores míticos hace 30 años, ahora y que lo seguirán siendo hasta la eternidad. Ellos no tienen ni culpa ni responsabilidad alguna de que el Real Zaragoza esté atravesando un momento de sufrimiento extremo y acumule doce años consecutivos en Segunda.

El equipo de la Recopa siempre merece ser recordado, más todavía en este tipo de aniversarios tan señalados. Aquel Zaragoza honró al fútbol con un juego lujoso, bellísimo y cercano a la perfección, repartió felicidad en grandes cantidades y llevó al club a las cotas más altas de su historia. Un pasado así de glorioso no puede ser más que un motivo de orgullo. Nunca un freno. Ni un obstáculo. Ni un estorbo. El problema de este Real Zaragoza contemporáneo no está ni 20 ni 30 años atrás. Ni está en echar la vista atrás. Está donde está y es fácilmente identificable. Se ve simplemente mirando al campo.