La libertad humana consiste en abrir caminos y en la aptitud para recorrerlos. Pero abrir caminos no es fácil, porque se opone a ello una serie de obstáculos. En primer lugar, nuestras limitaciones personales. Muchas limitaciones personales pueden englobarse en la expresión “no saber”.
No saber pensar, no saber decidir, no saber estudiar, no saber trabajar, no saber descansar, no saber jugar, no saber opinar, no saber respetar, no saber utilizar el dinero, no saber responsabilizarse de algo, no saber organizar su tiempo, no saber privarse de algo a favor de otros, no saber rectificar, etc. La relación de cosas que no se saben o que no se saben hacer es innumerable. Y todo ello puede quedar incluido en el epígrafe general de “ignorancia”.
Podríamos hacer pacientemente, inventarios de lo que habitualmente se ignora en cada edad, y sería una ayuda valiosa, sin duda, en la tarea de organizar la ignorancia de cada miembro de una familia, por ejemplo. O quizá más útil el inventario de lo que no se debe ignorar en cada etapa de la existencia humana. En todo caso, la ignorancia perjudica tanto más el crecimiento de nuestra libertad cuanto más esencial es para el ser humano aquello que se ignora.
Esta afirmación suena a perogrullada. Y, sin embargo, es algo que, posiblemente, no saben muchas personas, quienes se ocupan eficaz y hasta febrilmente de lo accesorio y, escudadas en una dudosa “ignorancia invencible”, descuidan lo esencial.
Cada ser humano, con una edad suficiente para reflexionar, necesitaría preguntarse frecuentemente: ¿qué necesito saber y saber hacer. Y, a continuación: ¿cómo puedo organizar mi tiempo en función de lo que necesito saber y saber hacer.
Es, pues, una cuestión de conocimientos y de habilidades o destrezas imprescindibles. Y, en el trasfondo, una cuestión de aptitudes.
No es posible llegar a saber y a saber hacer sin querer. Por ello las limitaciones personales que se oponen al querer tienen también una categoría de principales. De aquí la importancia, como limitación de la pasividad, de la comodidad, de la pereza, de al indecisión, de la constancia, del egoísmo, etc. Son modos distintos de oponerse al querer- en sus dos acepciones, relacionadas entre sí-
La ignorancia y el egoísmo son nuestras principales limitaciones. Necesitamos concentrar nuestro esfuerzo de superación en las principales, si verdaderamente apreciamos nuestra libertad, es decir, si queremos hacer nuestra libertad responsable una conquista personal diaria.
Para abrir caminos y poder recorrerlos necesitamos, vivir nuestras libertades como superación de nuestras propias limitaciones, de aquellas limitaciones que no están más allá de los límites del ser humano.La libertad humana consiste en abrir caminos y en la aptitud para recorrerlos. Pero abrir caminos no es fácil, porque se opone a ello una serie de obstáculos. En primer lugar, nuestras limitaciones personales. Muchas limitaciones personales pueden englobarse en la expresión “no saber”. No saber pensar, no saber decidir, no saber estudiar, no saber trabajar, no saber descansar, no saber jugar, no saber opinar, no saber respetar, no saber utilizar el dinero, no saber responsabilizarse de algo, no saber organizar su tiempo, no saber privarse de algo a favor de otros, no saber rectificar, etc. La relación de cosas que no se saben o que no se saben hacer es innumerable. Y todo ello puede quedar incluido en el epígrafe general de “ignorancia”.
Podríamos hacer pacientemente, inventarios de lo que habitualmente se ignora en cada edad, y sería una ayuda valiosa, sin duda, en la tarea de organizar la ignorancia de cada miembro de una familia, por ejemplo. O quizá más útil el inventario de lo que no se debe ignorar en cada etapa de la existencia humana. En todo caso, la ignorancia perjudica tanto más el crecimiento de nuestra libertad cuanto más esencial es para el ser humano aquello que se ignora.
Esta afirmación suena a perogrullada. Y, sin embargo, es algo que, posiblemente, no saben muchas personas, quienes se ocupan eficaz y hasta febrilmente de lo accesorio y, escudadas en una dudosa “ignorancia invencible”, descuidan lo esencial.
Cada ser humano, con una edad suficiente para reflexionar, necesitaría preguntarse frecuentemente: ¿qué necesito saber y saber hacer. Y, a continuación: ¿cómo puedo organizar mi tiempo en función de lo que necesito saber y saber hacer.
Es, pues, una cuestión de conocimientos y de habilidades o destrezas imprescindibles. Y, en el trasfondo, una cuestión de aptitudes.
No es posible llegar a saber y a saber hacer sin querer. Por ello las limitaciones personales que se oponen al querer tienen también una categoría de principales. De aquí la importancia, como limitación de la pasividad, de la comodidad, de la pereza, de al indecisión, de la constancia, del egoísmo, etc. Son modos distintos de oponerse al querer- en sus dos acepciones, relacionadas entre sí-
La ignorancia y el egoísmo son nuestras principales limitaciones. Necesitamos concentrar nuestro esfuerzo de superación en las principales, si verdaderamente apreciamos nuestra libertad, es decir, si queremos hacer nuestra libertad responsable una conquista personal diaria.
Para abrir caminos y poder recorrerlos necesitamos, vivir nuestras libertades como superación de nuestras propias limitaciones, de aquellas limitaciones que no están más allá de los límites del ser humano.