Jornada escolar partida o continua: ¿cuáles son sus ventajas e inconvenientes?

Analizamos con varios expertos las dos opciones escolares

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El pasado verano, todas las alarmas saltaron cuando la OCDE recomendó a España quitar la jornada continua, entre otras medidas, para reducir el abandono escolar temprano. Si se mejoran o no los resultados, es algo que, de momento, se desconoce porque hay muy poca investigación al respecto que tenga en cuenta la realidad social, económica o educativa española.

«Nosotros hemos tenido desde siempre la jornada continua», apunta Francisco Villena, jefe de estudios del Colegio Diocesano Internacional Virgen de Gracia. «Nuestros colegios tienen jornada partida», apunta por su parte Raül Adames, director del Área de Colegios del CEU y director del Colegio Abat Oliba Loreto (Barcelona).

Ambas realidades conviven en la ardua tarea de formar a los menores. Y en ambos centros, los resultados de sus alumnos son excelentes. «El tipo de jornada sólo es un factor que, aunque es importante, incide en el rendimiento de los alumnos. Sólo tener más horas o distribuirlas de forma diferente no va a incidir en un mejor rendimiento», explica Adames, quien reseña que los resultados de un colegio no provienen sólo de un tipo de jornada, sino de numerosos y distintos factores tales como la atención a la diversidad, crecimiento del alumnado dentro de la institución, transmisión de valores del centro escolar a sus estudiantes y cómo éstos los interiorizan y hacen propios esos valores… «También esos aspectos forman parte de los resultados de un colegio y el hecho de que no sean medibles fácilmente no puede hacernos perder de vista que también son muy importantes».

«Ahora bien –prosigue– si nosotros hemos optado por la modalidad partida es porque consideramos que, en la mayoría de las circunstancias y realidades de las familias españolas, es la que mejor responde a sus necesidades. Pero nadie sabe qué es mejor para un hijo más que su propio padre y madre: es imperativo que la familia tenga la posibilidad de escoger para sus hijos lo que ellos consideran que es la mejor opción».

Análisis

Según el estudio ‘Proyecto Time: el tiempo en la infancia, un mapeo de España’, del investigador Daniel Gabaldón, sociólogo de la Universidad de Valencia y uno de los pocos expertos que lleva años analizando el tipo de jornada escolar y cómo incide en los menores, la continua hace que los niños descansen y coman peor, dediquen más tiempo a las pantallas y tengan más deberes. Todo ello sin mejorar, además, el rendimiento de los estudiantes ni la conciliación de las familias.

Y es que, según el análisis, los alumnos con la intensiva madrugan más y se acuestan un poco más tarde; llegan a casa y comen a deshora; pasan más tiempo con las pantallas y tienen más deberes que sus compañeros de jornada partida.

En este sentido, el responsable de los colegios CEU recuerda que «la partida está más alineada con los ritmos biológicos de los estudiantes, permitiéndoles descansar y recargar energías antes de la segunda parte del día, lo que mejora su capacidad de concentración. También puede permitir a los estudiantes participar en actividades extracurriculares después de las clases, lo que puede contribuir al desarrollo de habilidades sociales, emocionales y físicas. Estas actividades también tienen un impacto positivo en el rendimiento académico general».

Muy importante también es la edad de los menores a la hora de analizar el impacto del tipo de jornada. «La exigencia va aumentando de manera progresiva durante los años de forma acorde a sus capacidades», subraya Adames. «También su capacidad de concentración va variando en función de su momento evolutivo. Por lo general, los alumnos de Infantil y Primaria están más despejados en las primeras horas del día. Por el contrario, cuando entran en la adolescencia, acostumbran a estar más dormidos».

Familia y docentes

«La jornada partida, por lo que las familias nos trasladan, tiene el inconveniente de llevar y traer al pequeño en la hora de comer. Y eso es incompatible con el horario laboral de los progenitores», puntualiza por su parte Villena. «Sin embargo, la mayoría de nuestros alumnos usa el comedor», sobre todo los de Infantil y Primaria. «En Secundaria y Bachillerato, las necesidades de las familias y de los alumnos mayores, cambian. Por eso, suelen irse a casa en la comida», cuenta.

«Las familias quieren que sus hijos crezcan y estén atendidos de una forma adecuada. Que el colegio ofrezca alternativas a horarios laborales a veces muy exigentes», recuerda Adames. «Hay colegios donde se oferta atención de niños pequeños desde horas muy tempranas hasta horas bastante tardías. Muchas veces no es lo ideal, pero la sociedad lo demanda».

El Colegio Diocesano Internacional Virgen de Gracia lleva muchos años con la jornada continua. «Y los resultados de nuestros estudiantes son muy buenos», recuerda el jefe de estudios. «Existen también planteamientos que aluden a reducir el tiempo de las clases y que sean de 50 minutos en vez de una hora –continua–. Lo importante es valorar la trayectoria en conjunto de los alumnos, desde que entran en Infantil hasta que se preparan para ir a la universidad. A lo largo de esos años, es vital seguirles de cerca, analizar sus resultados y ver si hay algo que mejorar, un aspecto que no depende en exclusiva, en mi opinión, del tipo de jornada».

A su vez, la labor del docente es vital en el éxito de los menores. «Queremos que nuestros jóvenes se encuentren con profesores que les muestren el conocimiento de una manera adecuada y atrayente, que estén exigidos para adentrarse en una cultura del esfuerzo. La experiencia de cualquier docente es que hay horas de alta productividad intelectual y horas de menos productividad. Hay otros factores que también influyen en este aspecto, como la distribución adecuada de asignaturas: no tiene el mismo tipo de exigencia una clase de matemáticas, que una clase de educación física. Por eso, es también vital que los horarios escolares se planteen de forma que favorezcan el aprendizaje, pero no sólo el académico, sino también el crecimiento personal del alumno», concluye Adames.