Luis del Val: «Os he perdido el respeto por la malvada pedagogía que estáis dando a una generación joven»

Os he perdido el respeto, no por malvados, sino por débiles; no por egoístas, sino por la estupidez de pensar que el poder es más duradero que la dignidad, quizás porque vuestra dignidad necesitáis venderla a trozos, cada miércoles, prevaricando sin sutilezas, porque también estáis malversando la dignidad de los españoles, que es de todos nosotros, y no vuestra.

Os he perdido el respeto porque creéis que la aritmética sustituye a la razón y a los sentimientos, olvidando, como dijo Borges, que las mayorías son simples abusos cambiantes de la estadística.

Las mayorías parlamentarias no deciden si la música de Beethoven es bella o es absurda, ni si el postulado de Euclides es cierto o es falso.

Y fruncís el ceño, cuando la mayoría parece que se os escapa -y puede dar un disgusto a vuestra amplia soberbia- y sonreís con satisfacción corporal y grosera, cuando habéis conseguido otro voto más a cambio de presionar a los desiguales y débiles -a los que habíais prometido defender- y de premiar y enaltecer a los chantajistas.

Os he perdido el respeto, porque no me lo tenéis, al pensar que puedo creerme vuestras enormes mentiras, y aceptar que el día es oscuro y la noche es clara, si eso es bueno para permanecer un día más, un mes más, quién sabe si un par de años, troceando esa dignidad hipotecada por el extorsionador de guardia, de esta o de la próxima semana.

Os he perdido el respeto por la malvada pedagogía que estáis dando a una generación joven, que puede llegar a creer que lo que es legal siempre es justo, y si la legalidad no permite el capricho de una medida, cambiar la ley a conveniencia para cumplir los deseos de quien os ha quitado la libertad. Porque no veo que seáis libres.

Aunque tengáis coche oficial, y dictéis normas, tenéis que pagar la hipoteca y mentir, y retorcer la lógica, y despreciar a vuestros votantes. No, no me merecéis ningún respeto. Y desde mi libertad -auténtica y diaria- os seguiré contemplando día a día, como entráis y salís de palacios y ministerios, pero sin que os tenga ningún respeto, porque me parece mucho más digno obedecer de pie que gobernar de rodillas.