El “gran pantano subterráneo” de Madrid

El “embalse”, con profundidades de casi 3.000 metros, ocupa 2.600 kilómetros cuadrados y es de mineralización débil, por lo que cumple con los parámetros exigidos para el consumo humano

“Fui sobre agua edificada, mis muros de fuego son, esta es mi insignia y blasón”. De esta manera tan poética rezaba la leyenda del que probablemente fuera el primer emblema de Madrid, allá por el siglo XII. Sin duda, una buena introducción para tomar el pulso a la situación de la calidad y cantidad de las aguas en la Comunidad de Madrid. Otra cosa son algunos estudios sobre estas mismas aguas en España. Apuntan a que cerca de la mitad de las masas de agua subterránea en España (concretamente, un 44%) se encuentra en mal estado, lo que supone una extensión superficial que supera los 140.000 kilómetros cuadrados.

Unos informes que analizan las 804 masas de agua subterráneas reconocidas en España, de las cuales 353 están en mal estado y abarcan una superficie que supera los 140.000 kilómetros cuadrados, esto es, casi un 40% de la extensión superficial que ocupan todas las masas. Esta situación se produce sobre todo en la mitad sureste peninsular, pero también en la Meseta Norte, Baleares y Canarias.

Como si de una aldea gala se tratara… no todo está perdido. En Madrid, debajo de la ciudad, se extiende un enorme acuífero de 2.600 kilómetros cuadrados formado entre 23 y 5 millones de años atrás. Es el acuífero terciario detrítico, que puede alcanzar profundidades de casi 3.000 metros: los primeros 800 son explotables para su uso en abastecimiento.

Geológicamente hablando, las permeabilidades del terreno donde se asienta son muy bajas, sin embargo, eso no impide que pueda recargarse naturalmente por la infiltración del agua de lluvia: tiene una capacidad de recarga anual de unos 120-150 hectómetros cúbicos. Sorprende conocer que parte de las aguas que hoy siguen almacenadas a gran profundidad pudieron filtrarse hace miles de años, por lo que hablar de agua «gran reserva» sería quedarse muy corto.

Pese a su mayor conductividad, las aguas del acuífero terciario detrítico son de mineralización débil y cumplen con los parámetros exigidos para el consumo humano. Cada año, además, en Canal de Isabel II realizamos una campaña de muestreo del agua subterránea para asegurarnos de que su calidad sigue siendo óptima.

Además del terciario detrítico, bajo la zona de Torrelaguna se asienta otra masa de agua subterránea: es el acuífero cretácico carbonatado, mucho más pequeño y con aguas de distinta calidad, aunque también recargado gracias a la infiltración de las lluvias y los arroyos. Este segundo afloramiento tiene una extensión de 56 kilómetros cuadrados.

La presencia de estas aguas subterráneas bajo Madrid y su incorporación al sistema de abastecimiento de la Comunidad suponen un gran alivio en lo que a la gestión del agua se refiere, ya que permite disponer de un mayor volumen con el que hacer frente a los periodos de sequía o ante situaciones de contingencia.

Más de 80 pozos

Asimismo, existe una red de más de 80 pozos, alguno de hasta 800 metros de profundidad, que cuentan con potentes bombas sumergibles, situadas a una profundidad media de 300 metros.

En realidad, al tenerlas reservadas para periodos de urgencia, las aguas subterráneas suelen permanecer tranquilas, con escaso protagonismo, hasta que se las necesita. Entonces, su contribución al abastecimiento de la población pasa a ser decisiva. Así ocurrió entre los años 2005 y 2006, momento de la última gran sequía que asoló Madrid, que dejó nuestros embalses en niveles críticos por debajo del 40 %. En esa tesitura, la extracción de aguas subterráneas sirvió para paliar la escasez de agua embalsada.

Ocultos a nuestros ojos, en definitiva, podemos considerar a los acuíferos de la región como nuestro decimocuarto embalse.