Así «gritan» las plantas estresadas para avisar de un peligro a otros seres vivos

El estrés es un mecanismo de defensa muy común entre los animales. Éste les permite reaccionar de forma rápida frente a un peligro inminente. En nuestro caso, ya muy lejos de los depredadores, hemos cambiado al león por nuestros jefes, hijos o exámenes. Contrariamente a lo que se suele pensar, el estrés puede ayudarnos a encarar situaciones complejas de nuestro día a día, aumentando nuestra atención y productividad. Pero si dicho estado se prolonga en el tiempo, puede mutar al cada vez más conocido “distrés”, disminuyendo nuestras habilidades y derivando, en casos más graves, hacia otras dolencias físicas.

Así «gritan» las plantas estresadas

Un grupo de expertos de la Universidad de Tel Aviv ha realizado un estudio donde muestran que este mecanismo no es una condición exclusiva de los animales. Al parecer, las plantas también reaccionarían frente a estímulos externos, emitiendo sonidos a frecuencias que los humanos no alcanzamos a escuchar. Lo sorprendente es que su reacción podría tener como objetivo comunicar estos peligros a otros seres vivos, lo que supondría un mecanismo de apoyo entre los distintos organismos de un ecosistema.

Gracias a esta investigación, el equipo ha conseguido desarrollar un algoritmo que permitiría reconocer los mensajes producidos por distintas plantas, resolviendo cual es el agente desencadenante del estrés e incluso la planta de la que proviene la señal.

Un lenguaje muy diverso

Quizás no elaboran grandes debates filosóficos, pero parece que las integrantes del reino vegetal tienen mucho que contarnos. Por lo menos, en lo que a su supervivencia se refiere. Pese a que ya se habían hecho estudios sobre la reacción de las plantas frente al estrés, es la primera vez que se sugiere que éstas pudiesen emitir sonidos para informar a otros organismos.

Los resultados del experimento, publicados este jueves en la revista Cell, muestran las reacciones de las plantas frente a varios estímulos externos. Además, en el artículo presentan un nuevo algoritmo, gracias al cual dichos sonidos pueden ser clasificados según el motivo de estrés y el individuo del cual provienen. Los investigadores estudiaron la planta del tabaco y la del tomate, ya que son dos especies con un crecimiento rápido.

Para proceder al experimento, sometieron a las plantas a dos estímulos distintos. Por un lado, la supresión completa del agua y por otro, la poda de sus ramas. Habilitaron unos micrófonos cerca de ellas con los que pudieron grabar cómo, frente a estos agentes de estrés, comenzaban a emitir ultrasonidos, inaudibles para el ser humano. Sin embargo, estas frecuencias sí que serían reconocibles por otros seres vivos, como animales, insectos o incluso otros vegetales.

Cuando las plantas fueron expuestas a condiciones de peligro, se detectó que emitían unos particulares chasquidos, llegando a contabilizarse entre 30 y 50 por hora en los picos de máximo estrés. Por el contrario, cuando tenían todas las necesidades cubiertas, apenas se podían percibir estos sonidos. Sorprendentemente, en el caso de las plantas a las que se les suprimió de agua, las señales empezaban a producirse antes de que las muestras de deshidratación fuesen visibles.

Los sonidos fueron grabados tanto en un ambiente silencioso como en un invernadero, donde los ruidos externos se mezclaban con las interacciones de las plantas. Gracias a ello, el equipo pudo entrenar a una inteligencia artificial para que reconociese las diferencias entre estos mensajes. El nuevo algoritmo permite distinguir, no sólo si la planta está estresada o no, sino el factor que provoca esta sonora reacción. Además, se ha observado diversidad de matices entre los mensajes producidos por las distintas plantas, permitiendo a la máquina señalar si se trata de una tomatera o una planta del tabaco.

¿Con quién se comunican las plantas?

Aunque el experimento se realizó principalmente sobre la planta del tabaco y la del tomate, los investigadores realizaron grabaciones también en otras plantas como el maíz, el trigo, la uva o el cactus, obteniendo los mismos resultados.

Esta forma de comunicarse ayudaría a las plantas y a otros seres de su alrededor a tomar mejores decisiones para preservar su supervivencia. Por ejemplo, una mariposa podría decidir no poner sus huevos en una flor que está a punto de secarse.

Además, otros investigadores del mismo grupo habrían advertido previamente que las plantas reaccionaban frente a los sonidos externos. Éstos observaron cómo, bajo la presencia de polinizadores cercanos, las plantas incrementaban los niveles de azúcar en su néctar con el fin de atraerlos.

Esta nueva herramienta de identificación del estrés en plantas tendría potencial aplicación en la agricultura. Al ser capaces de monitorear el estado de hidratación de los cultivos, podríamos repartir de forma más eficiente el agua, incluso antes de que las consecuencias fuesen visibles al ojo humano.

EL FUTURO SE LEE EN LOS GENES: Aunque algunas personas creen que pueden conocer su futuro a través del tarot, lo cierto es que este método no tiene unas bases muy científicas. Sin embargo, sí que hay formas de predecir con bastante exactitud tu futura salud. Y no está escrito en los astros, sino en tus genes. Un equipo de investigadores consiguió mapear más de un millón de variaciones genéticas en cuatro voluntarios. Gracias a ello, crearon un catálogo de mutaciones con el que poder predecir cómo éstas afectan a los distintos tejidos de los individuos y el riesgo que tenían de desarrollar ciertas enfermedades. Dicho descubrimiento podría proporcionar una nueva herramienta para asignar un tratamiento más específico a los pacientes según su predisposición genética.

BESOS DE DINOSAURIO: Son muchas las suposiciones que se hacen en torno a la imagen real de los dinosaurios. Algunas investigaciones se aventuran a decir que quizás estaban cubiertos de plumas, otras proponen colores de piel más llamativos. Pese a todo, ninguna se había cuestionado si especímenes como el Tyrannosaurus rex podrían haber tenido labios. Un grupo de investigadores comparó las características de varias dentaduras de T.Rex y de cocodrilo, uno de sus parientes cercanos. Descubrieron que, en el caso de la segunda, la exposición constante al aire producía daños en las piezas dentales. Sorprendentemente, esos marcadores no aparecían en sus extintos ancestros, abriendo la posibilidad de imaginar a estos dinosaurios con un fino labio protector, más parecidos al que encontraríamos en los dragones de Komodo.