La guerra desata una escalada de precios sin fin que ahoga a los hogares europeos

La invasión desata otra crisis global, con una inflación sin control cuando aún no nos habíamos recuperado de la pandemia. El alza de la energía por la dependencia de Rusia contagia a la cesta de la compra, mientras la subida de tipos dispara las hipotecas

La Unión Europea se las prometía muy felices hace ahora 12 meses. La economía continental había comenzado el camino hacia la recuperación tras la crisis pandémica, con crecimientos generalizados superiores al 5%. Pero la invasión de Ucrania por parte de las tropas rusas desbarató las previsiones del PIB y disparó la inflación a niveles nunca vistos desde la crisis de los años 70 del siglo pasado. Los precios enfilaron una cuesta arriba que solo en el último trimestre de 2022 los países europeos lograron doblegar, aunque el IPC continúa por encima del 8% en la mayoría de economías.

La dependencia europea de las materias primas rusas –petróleo, gas, carbón, cereales, minerales…– ha provocado un tsunami inflacionista que ha interrumpido buena parte de las cadenas de suministro, ha desatado peligrosas tensiones financieras, hundido la confianza de los consumidores, desmoronado la competitividad de las empresas y disparado a niveles récord la factura energética. Todos estos elementos juntos han producido dos tipos de efectos: uno de primera ronda, relacionado de la escasez de productos energéticos, alimentarios y de materias primas, que ha disparado los precios, tanto en origen como los finalistas –con especial incidencia en la cesta de la compra, que cerró enero con un crecimiento del IPC del 15,4% en España–; y otro de segunda ronda, sobre la inflación general y los tipos de interés, que encarecen los costes de financiación de administraciones, empresas y hogares y amenazan la sostenibilidad de las finanzas públicas.

En el caso del incremento de los precios energéticos, España ha tratado de reducir la dependencia de Rusia, aunque no lo ha conseguido del todo. Mientras lo ha logrado en el caso del petróleo –con una reducción de llegada de crudo del 73%–, otra cosa muy distinta se ha visto con el gas, cuyo suministro ha alcanzado el 12% del total, elevando a Rusia como el cuarto país suministrador tras aumentar un 45% las compras, en detrimento de Argelia, tradicional aliado energético de España, al que el conflicto diplomático por el Sáhara y el cierre del gasoducto ha relegado a un segundo término.

Mientras el crecimiento se estanca y los precios siguen incontrolados, la Comisión Europea espera que el Plan de Recuperación ayude a aliviar la situación. En el caso de España, el Gobierno ha tratado de afrontar esta crisis inflacionaria con mínimos ajustes fiscales y pocas ayudas directas –como la rebaja de 20 céntimos del carburante–, con un desembolso de unos 45.000 millones, y mucho crédito, unos 150.000 millones en financiación ICO, pero que no ha servido para recuperar niveles prepandemia, siendo la única gran economía de la eurozona que aún no lo ha hecho.

En cuanto a la repercusión directa sobre las empresas, el impacto sí que ha sido importante. Cerca de 15.000 empresas españolas mantenían relaciones comerciales de exportación o importación con Rusia o Ucrania, por un valor en 2021 de más 11.300 millones de euros. En el intercambio comercial declarado previo a la guerra, un total de 5.432 empresas españolas mantenían relaciones comerciales con Ucrania, por un valor de 3.091 millones de euros, de las que 3.777 empresas españolas exportaron bienes por valor de 681,78 millones de euros, mientras que otras 1.655 sociedades importaron productos valorados en 2.410 millones. Estos intercambios comerciales suponían solo el 0,21% y el 0,70% del total de exportaciones e importaciones de España, respectivamente.

Por su parte, el volumen comercial con Rusia era más elevado. 4.981 empresas radicadas en España exportaban productos a territorio ruso por valor de 2.213,26 millones. Esto suponía el 0,7% del total de exportaciones de España durante 2021. Otras 4.599 empresas importaron bienes valorados en 6.033,26 millones, lo que supone el 1,8% de las exportaciones de España en 2021. En total, 9.580 sociedades mantenían relaciones comerciales con Rusia por valor de 8.246,89 millones de euros. Ahora, prácticamente se han reducido a la nada, salvo en lo correspondiente a importaciones energéticas que, a partir de ahora, sí que se verán drásticamente reducidas por el veto total al mercado ruso.

El conjunto del comercio exterior de toda la Unión Europea con Rusia y Ucrania sí que se ha visto realmente afectado, pues superaba los 300.000 millones de euros, que ahora han desaparecido. Los Veintisiete mantenían relaciones comerciales con Ucrania valoradas en 52.351,5 millones. De esa cifra, las exportaciones supusieron 28.273,4 millones, mientras que las importaciones se situaron en 24.078,1 millones. Sin embargo, la mayor exposición real del bloque comunitario ha sido Rusia, ya que era uno de los principales socios comerciales de la UE, con un valor de comercio de bienes de 247.800 millones, lo que convertía al país presidido por Vladimir Putin en el tercer mayor socio de importaciones de la UE y el 7,5% del total de importaciones de los Veintisiete.

Pero las guerras tienen carril de doble sentido y Rusia no ha escapado a la crisis general. Antes de la invasión, Putin buscaba que su economía se convirtiera en una de las cinco principales del mundo. Pero tras un año de guerra, su actividad económica y financiera va camino de perder 190.000 millones respecto a las proyecciones anteriores al conflicto, tras sufrir el bloqueo de las grandes potencias mundiales.

En el mejor de los escenarios, si este conflicto bélico tuviera fecha de caducidad, el impacto negativo sería transitorio y reversible con cierta facilidad, con una senda de recuperación en una velocidad reducida pero sin freno. Sin embargo, de prolongarse en el tiempo, el conflicto alentaría el riesgo de estanflación –el estancamiento económico paralelo a la subida de la inflación y aumento del desempleo– y liberaría el descontento social y la recesión económica, que en el caso de España, con una deuda pública en récord y la mayor tasa de desempleo de la UE, podría causar un golpe definitivo que retrasase la recuperación durante años. El tiempo y Putin tienen la última palabra.