Incertidumbre en el kilómetro cero de la cumbre de la OTAN: «No sabemos si abrir»

Es la segunda cumbre de la OTAN que presenciará Juan Cervera. La primera, en 1997 durante la época del presidente estadounidense Bill Clinton. Desde Capital D, que fundó hace ya 26 años a las mismísimas puertas de Ifema, Cervera fue testigo del trasiego de la decimoquinta reunión del club de la Alianza Atlántica. «No era lo mismo, me dejaron estar abierto», recuerda; también que la Policía rastreaba los bajos de su coche antes de dejarle acceder a su plaza de aparcamiento en la zona pertrechada. A cinco días (y 25 años más tarde) de la segunda cita internacional, Cervera no sabe qué hacer.

—¿Vais a abrir la próxima semana?

—Buena pregunta.

Cervera es alto y ancho, como su local, que da de comer a todos los trabajadores de las inmediaciones de Ifema y a los visitantes del recinto ferial.

«Lo suyo es que a nosotros, que somos unos negocios a 100 metros de Ifema, alguien tendría que decirnos lo que sea, darnos unas directrices de qué hacer», sostiene el hostelero, de 57 años. Pasada la hora de comer, una patrulla de Policía Nacional se acerca a la barra para pedir un café. Forman parte del histórico dispositivo con más de 30.000 agentes (entre policías, guardias civiles, efectivos de emergencia, personal de seguridad…) que blindarán el kilómetro cero de la cumbre de la OTAN.

¿Habrá cortes de acceso? ¿Cinturones policiales? ¿Inhibidores de frecuencia? «No estamos autorizados a decir nada del operativo», se excusa uno de los policías. El secretismo en torno al despliegue desconcierta al puñado de negocios que, como Capital D, necesitarán permisos especiales para traspasar el anillo de seguridad que blindará Ifema en un radio de 3 kilómetros a la redonda. Cervera ha llenado de más sus almacenes en caso de que los repartidores tengan la entrada vetada. «El lunes abro sí o sí», asegura. Sin embargo, aún no ha gestionado ningún salvoconducto para él y sus 22 trabajadores. «Si no podemos entrar, ¿quién les servirá un café a los policías que estén por aquí?», cuestiona.

En La Dehesa del Partenón, en la avenida homónima y paralela a la entrada principal de Ifema, también calientan motores para la cita internacional. «Nos hemos aprovisionado un poquillo para la semana; leche, cerveza, Coca-Cola…», explica el encargado del local, Santos Vivanco (41 años), «hasta donde aguantemos, por si los repartidores no pueden entrar, pero intentamos estar preparados». Este viernes por la tarde estaba pendiente de que la gestoría del local enviase los permisos necesarios para levantar la persiana como cualquier otra semana. A partir de ahí, incertidumbre: «Nuestro plan es que no hay plan», reconoce.

Es viernes, el sol de la tarde aprieta y las terrazas están abarrotadas de los empleados que escapan de las hileras de oficinas acristaladas. Un altavoz con reguetón caldea la atmósfera en la tasca Nemesia, otro bar en la avenida del Partenón. Su encargado desde hace un año, David Colma (38 años), se limita a señalar: «Mira el cartel de ahí». El bar cerrará martes 28, miércoles 29 y jueves 30; la cumbre de la OTAN es el 29 y el 30 de junio. «Es malo», lamenta Colma. Entre semana abren de 7 de la mañana a 5 de la tarde y facturan una media diaria de 3.500 euros. Los jueves y viernes, que continúan hasta medianoche, hasta 4.500 euros. «Eso nadie te lo cubre», dice el encargado. Sus ocho trabajadores cogerán días de vacaciones. «No se beneficia nadie».

Oficinas vacías

La sucursal de Ibercaja también hibernará unos días y, en teoría, todas las sedes empresariales que rodean Ifema. Silvia, de 35 años, y Juan, de 39, bebían ayer cerveza en una terraza. «Nos dan el teletrabajo porque incluso a pie van a pedir acreditaciones bastante restrictivas», cuenta ella. La compañía en que trabaja, que se dedica a la construcción de infraestructuras de transporte, mandó un comunicado la semana pasada. «Que se permite teletrabajar, aunque si hay alguna reunión importante intentarán defender su derecho a venir», indica. Silvia se quedará «tranquilamente» en su casa de Torrelodones: «Por aquí no me paso a no ser que me lo pidan los del bar», ríe, y pide una segunda ronda.

La boca de Metro de Ifema estará clausurada durante la cumbre, de martes a jueves, pero este viernes todavía tragaba y escupía gente. Jorge, con la tarjeta al cuello de una empresa de ingeniería, aún no había recibido órdenes de sus superiores. «Sé que el ayuntamiento ha recomendado teletrabajar, pero en mi empresa van un poquito por detrás», comentaba. Antes de internarse en el suburbano y comenzar su fin de semana, ya había sido previsor: cargaba el portátil en la mochila. «El lunes a las 8 de la mañana cuando vean que no se puede venir, ya dirán algo», auguraba. María, otra viajera y encargada de seguridad ferroviaria en otra compañía, sí sabía a qué atenerse: «Han decidido que teletrabajemos de lunes a viernes».

Por ahora, solo las señales que prohíben aparcar en todo el perímetro de Ifema, y algún furgón de la Policía Nacional apostado en sus esquinas, vaticinan que faltan pocos días para el encuentro que reunirá en Madrid a más de medio centenar de delegaciones internacionales. Las plazas de estacionamiento que circundan el recinto estarán vetadas desde la una de la madrugada del 27 de junio hasta la misma hora del 2 de julio. La parada de taxis, en principio, desaparecerá. «Se suspende toda actividad en los recintos feriales, imagino que se adecuarán lugares para la recogida de los participantes», informa por teléfono el presidente de la Federación Profesional del Taxi, Julio Sanz.

Al otro lado del punto caliente, cruzando la M-40, la zona de Campo de las Naciones está lista para la cumbre que promete una oleada de clientes. La Policía ha visitado los restaurantes que adornan la avenida de los Andes. «Nos dieron una charla, que tuviésemos precaución, nos dijeron las estaciones de Metro que estarán cerradas y nos dieron un toque de atención: que no dejemos artículos llamativos y sospechosos en los coches. Vamos, que coche que vean raro, coche que van a abrir», cuenta Jonny Jardín (50 años), camarero de La Canica desde hace tres años. Reside en Paracuellos del Jarama y dará un rodeo por la M-50 para evitar el bloqueo de Ifema… Las soluciones de cada cual para unas jornadas en las que Madrid, según el alcalde José Luis Martínez-Almeida, «será una ciudad bloqueada».