Felipe VI: «Nadal es el rey de Roland Garros y es el rey del tenis»

El dominio absoluto de Nadal en los Grand Slams: así han sido sus 22 conquistas

Era 5 de junio cuando Nadal, 5 del mundo, mordía su primer Roland Garros. Es 5 de junio cuando Nadal, 5 del mundo, muerde su decimocuarto Roland Garros. Gana Nadal en 2005 igual que en 2022, pero todo en él es distinto. Han sido diecisiete años con títulos en la vitrina, sin salirse ni una semana del top ten. Un esfuerzo mayúsculo no solo de ganar partidos en la pista, sino de ganarlos cuando nadie juega ni nadie ve; esos pequeños detalles imperceptibles en el día a día, pero que son la gran diferencia para que todo siga siendo igual: mordisco al trofeo.

En el Nadal que se ha coronado en París por decimocuarta vez, el que ha apuntado su Grand Slam 22, queda mucho de aquel que empezó a hacerse un nombre en Sopot y, a la vez, queda muy poco.

Ante Mariano Puerta, culminó una proeza, primera Copa de los Mosqueteros en su primer intento, con la fuerza de sus piernas, con la energía de su juventud, con la convicción de que más se acercaría al título cuanto más alargara el partido. Ante Ruud, sus movimientos son más certeros, más directos, más rápidos, no porque no fuera veloz en la adolescencia, sino porque en la madurez gasta menos. No dará dos pasos si necesita solo uno. Pero eso que hace él tan fácil, hay que entrenarlo: aportar energía suficiente a las piernas, aportar frescura necesaria a la cabeza.

Nadal, tras vencer a Thiem en la final de Roland Garros de 2018
Nadal, tras vencer a Thiem en la final de Roland Garros de 2018 – Reuters

En esa frescura también ha venido provocada por la modificación de los golpes. La derecha era ya maestra en diabluras, con ese efecto que tanto ha machacado los reveses de los diestros: altos, profundos, con la pelota revolucionada hacia su desesperación más allá del hombro. Mucho de este sufrimiento podrían explicar Dominic Thiem, finalista y víctima del balear en 2018 y 2019, y Roger Federer, finalista y víctima del balear en 2006, 2007, 2008 y 2011. Pero es con el revés con el que el de Manacor aprendió a hacer daño. Día a día, imperceptiblemente, dejó de ser un golpe para poner la pelota en juego a transformarse en un puñal que corta el aire y reconstruye la pista, que hace más grande, más ancha, más inabarcable. Porque aunque el rival alcance ese revés cruzado, jaque, queda desnudo por la otra parte. Jaque mate. Llegar o no llegar, el mismo resultado: punto de Nadal.

No se olvidó jamás Nadal de que todo lo que sabía bien podía perfeccionarse, aunque funcionara de serie. Fue el caso de la derecha, a la que fue imprimiendo una mayor aceleración. Con ella pasa de defender a atacar en el mismo golpe, más agresivo y directo, más contundente. Y durante más tiempo. Puntos más cortos, menos desgaste, más larga la carrera.

Ganar tiempo al tiempo

Porque ha ganado Nadal tiempo al tiempo, ha hecho retroceder el reloj que desde hacía tiempo presagiaba un final cercano de su tenis y de su imbatibilidad con estas modificaciones con las que ha retorcido años, torneos y rivales para ponerlos a su favor. Hace ya unas cuantas temporadas, quizá cinco, quizá seis, que la máxima de que Nadal necesita muchos partidos para ponerse a tono ha quedado diluida. Este 2022 es la prueba más evidente: después de seis meses fuera de las pistas, con solo cinco partidos, y ya en competición, ganó el Abierto de Australia en enero; después de seis semanas fuera de las pistas, con solo cinco partidos, gana Roland Garros.

«Por necesidad ha tenido que hacerlo y se ha autoconvencido de que es así, de que ya no necesita tanto. Tiene una calidad tan grande que, dependiendo de los sorteos, los dos o tres primeros partidos los salva con la calidad que tiene de por sí y ya lo afinan mucho. Y cuando está en octavos y cuartos ya es el Nadal de toda la vida. Esa creencia, para mí, siempre ha sido más cómo ha vivido él que una realidad. Pero le vino bien en su momento en el pasado, y ahora, por circunstancias, se ha adaptado y también le va bien», explica Carlos Moyà, entrenador del mallorquín.

En esas circunstancias también entran los rivales, que lo han obligado a jugar más directo porque ya no hay tiempo de pensar demasiado en los puntos, en la estrategia. Nada de aquellos partidos en los que se veía a los Federer, Wawrinka, Murray, debatir con el balear, jugar con el tiempo, los 25 segundos, con las toallas, con las botellas, la preproducción del punto, con los intercambios largos y estudiados. Todo es más rápido, más directo, más veloz, 220 kilómetros por hora en los saques como media. Nadal aceptó la apuesta y la subió. Su primer servicio fue ganando enteros y puntos gratis; el segundo es endiablado, aunque a veces no llegue ni a los 170 kilómetros por hora. Le vale con la altura, el efecto y la dirección hacia la izquierda, jaque, que le permite el jaque mate con el drive a pista abierta cuando el rival todavía está en la valla.

«No me esperaba que fuera capaz de jugar a la velocidad que jugó durante tanto tiempo, con tanta agresividad, en tierra, cometiendo tan pocos errores y siendo tan preciso en dónde quería jugar. Me llamó mucho la atención. Pensé que el de Novak Djokovic era un partido que le llegaba muy pronto en cuanto a ritmo de partidos y en eso es en lo que lo veo mejor de la última evolución que ha hecho. Sus movimientos fueron mucho más rápidos y potentes», analiza Álex Corretja sobre este Nadal que siempre siempre aprende.

Profesionalizarse con la alimentación fue lo que más le ha costado siempre. Pero acabó por entender que le proporcionaría ese punto más de energía y menos de peso para que la pelota volara hacia dónde él quisiera porque él estaría donde él necesitaba. Todo bíceps en 2005, 2006, 2007, 2008, el músculo ahora está por dentro, creando un cuerpo más estilizado y a la vez más pétreo en 2018, 2019, 2020, 2021, 2022.

En todos estos años, rivales de todas las edades. Ya no vale recuperar los choques previos. Ha tocado mirar en YouTube partidos ajenos porque cada vez encuentra más tenistas de nuevo cuño que todavía no han pasado por su raqueta, como Ruud, que ya sabe lo que es tener a Nadal enfrente. Pero se ha hecho maestro Nadal en el arte de la paciencia, consciente de que no hay tanta fortaleza mental fuera de su cabeza.

Nadal, con su equipo, tras ganar el Open de Australia en enero
Nadal, con su equipo, tras ganar el Open de Australia en enero

Lo único que no cambia es esa mentalidad que le permite ganar partidos cuando no hay nada más, aunque la pista esté con techo o haga frío. Convencido ya el balear de que funciona su juego de rápida para la tierra: en París 2020 tocó otoño, pelotas como piedras, diez grados, y hubo un 6-0, 6-2 y 7-5 a Djokovic en la final; en París 2022 tocó sesión nocturna, trece grados, y hubo un 6-2, 4-6, 6-2 y 7-6 (4) a Djokovic en cuartos.

«Rafa ha ganado con sol, con calor, con frío, con nieve, con lluvia, con techo abierto, con techo tapado. Tiene una humildad que, a pesar de tener su visión y su voz, acepta lo que lo que digamos los demás», esgrime Moyà. Cambia todo, eso se mantiene: Nadal en 2005, como en 2022.

Rafael Nadal ha conquistado su decimocuarto título en Roland Garros que eleva la historia a otra dimensión, desconocido e inaudita porque son 22 Grand Slams. El balear, además, consigue 2.000 puntos, más de dos millones de euros y subir un peldaño en la escalera del ranking ATP.

La victoria de Nadal ante Casper Ruud mueve posiciones entre los integrantes del top ten, un grupo de elegidos del que el balear no se ha movido en diecisiete temporadas. Además, se confirma el español en el liderato de los mejores del año, por delante de Stefanos Tsitsipas y Carlos Alcaraz, que completan el podio.

Así queda la clasificación de la ATP tras el decimocuarto mordisco de Nadal en la Philippe Chatrier:

1.Novak Djokovic, 8.770 puntos

2. Daniil Medvedev, 8.160 puntos

3. Alexander Zverev, 7.795 puntos

4. Rafael Nadal, 7.525 puntos

5. Stefanos Tsitsipas, 6.100 puntos

6. Casper Ruud, 5.050 puntos

7. Carlos Alcaraz, 5.005 puntos

8. Andrey Rublev, 4.260 puntos

9. Felix Auger-Alissime, 3.955 puntos

10. Matteo Berrettini, 3.805 puntos