Yolanda Díaz esquiva la campaña de Castilla y León para evitar su desgaste

«Esperamos que pueda venir». Esa es la respuesta que tuvo el candidato de Unidas Podemos al 13-F y portavoz del partido morado cuando se le preguntó el pasado lunes cuánta exposición tendrá Yolanda Díaz, vicepresidenta segunda del Gobierno y el mayor activo que tiene ahora mismo Unidas Podemos, en la campaña electoral de Castilla y León. Lo expuso como una ilusión más que como un hecho consolidado.

Este desconcierto lo tiene perfectamente milimetrado el equipo de la vicepresidenta. Falta una semana para que empiece la recta final hasta el 13 de febrero y la Ejecutiva morada aún no ha podido confirmar en cuántos actos estará presente la ministra de Trabajo. Fuentes de su entorno explicaron ayer a ABC que todavía no está decidido, pero que «participará, al menos, en un acto».

La líder de Unidas Podemos hace equilibrios para que no parezca que deja desamparado al candidato, Pablo Fernández, y, a su vez, escapa de tener un protagonismo excesivo en la campaña. Es evidente el esfuerzo de su equipo para desvincular el proyecto electoral que construirá a lo largo de este año de los resultados que se esperan en los comicios de Castilla y León. Una pista: en Unidas Podemos no esperan dar ninguna campanada.

Lo que pase el 13-F tendrá influencia a nivel nacional, porque servirá para consolidar liderazgos. Por eso mientras el presidente del PP, Pablo Casado, y el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, intensificarán su presencia en esta campaña, Díaz hace lo contrario, quedando más escondida. La vicepresidenta segunda no forma parte de Podemos ni de Izquierda Unida, pero aún así es el máximo exponente de la coalición Unidas Podemos y estos partidos estarán integrados en su futuro proyecto político.

Un mes peliagudo

«Nosotros hemos invitado a Yolanda y esperamos que pueda venir a apoyar a Unidas Podemos en nuestra comunidad», explicaba el portavoz y candidato Fernández en la rueda del lunes. Aunque saben que la vicepresidenta mostrará su apoyo, no se atreven a aventurar cuánta exposición tendrá. «Cuando lo sepamos, lo anunciaremos. Hemos invitado a todos los ministros y es cuestión de cuadrar las fechas y sus agendas», insistía.

Así, febrero se presenta con dos exámenes sorpresa para la vicepresidenta segunda con los que no contaba. Será un mes complicado. La primera semana, el día 3, según parece, llegará al Congreso la votación de la reforma laboral del ministerio de Trabajo. Ella está muy enfocada en lograr los apoyos. Diez días después, las urnas.

Pero sigamos con Castilla y León. Según trasladan desde Podemos, es la misma Díaz quien ha tomado la decisión de no exponerse demasiado en esta campaña. Hay coordinación entre el entorno de la ministra y la Secretaría General de Podemos para no trasladar la idea de que su estrategia cabrea a la cúpula morada.

No obstante, hay ejemplos que contrastan ese ejercicio de desvincular su marca de la campaña. Ahí va uno. El día que se conocía el adelanto electoral en Castilla y León, el portavoz y candidato Fernández comparecía en rueda de prensa para hacer una valoración y preguntado por el asunto dijo que la coalición que iban a intentar en su región sería el «primer paso» del proyecto de Díaz. Es más, lo llamó «frente amplio», nombre que ella aborrece.

El resbalón del candidato

Rápidamente, el equipo de la vicepresidenta se movilizó para intentar desactivar lo que tildaron de «mala explicación» de Fernández. Después de unas conversaciones con el portavoz de Podemos para entender por qué había dicho eso, el equipo de Díaz se empleó en dejar claro a los medios de comunicación que la coalición de Castilla y León no tenía nada que ver con el proyecto de Díaz, «más transversal» y «tras escuchar a la sociedad civil». Apuntaron, además, que Fernández estaba «nervioso» y cometió ese desliz en la rueda de prensa. Desde entonces, el candidato no volvió a trasladar esa idea. Mutis.

En los últimos meses, mientras Díaz ha ido dando pinceladas de cómo plantea ella su proyecto, han trascendido tensiones con la Ejecutiva de Podemos. Ahora, se intentan apagar mediáticamente esas tiranteces que no les convienen aunque convivan con ellas. En Podemos aseguraron en conversación con este periódico que entienden estos equilibrios de Díaz respecto a la campaña del 13-F y llegan a admitir que Castilla y León «no es un territorio donde Unidas Podemos tenga mucha relevancia» como para que corra grandes riesgos. Eso sí, tanto Podemos como el entorno de la vicepresidenta niegan que ella esté forzando la máquina.

«Lo que va a hacer Yolanda por estrategia de protección no es tan diferente de lo que hacía Pablo Iglesias sin esa estrategia», explica una fuente cercana a la Secretaría General del partido. «Es ella quien ha decidido cómo gestionar su presencia en Castilla y León y ni Podemos ni Izquierda Unida están forzando que ella esté más presente», abunda, sin mostrar malestar; «y ella tampoco está forzando nada». Se respeta el plan. El mismo argumento planteaban ayer en el entorno de Díaz al recordar que el exvicepresidente segundo y exsecretario general de Podemos también participaba en pocos mítines autonómicos.

Sin embargo, si bien Pablo Iglesias o, incluso, Irene Montero, ministra de Igualdad y número dos del partido, acudían a uno o dos mítines, el apoyo público y en redes sociales a los candidatos era extenso. En cambio, la vicepresidenta Díaz está haciendo un claro ejercicio de medirse con este asunto. Se mantiene muy centrada en lograr los apoyos de los socios del Gobierno a la reforma laboral. Todo por evitar el desgaste, ya que con Pablo Fernández, se insiste desde diferentes sectores, mantiene una relación cordial sin ningún tipo de roces.

El riesgo de la ley ‘estrella’

El otro examen al que se enfrenta Díaz es la reforma laboral. Los socios del Gobierno, independentistas y nacionalistas vascos y catalanes, no la apoyan en los términos en los que se pactó con patronal y sindicatos. Este periódico contaba ayer el temor que existe en Unidas Podemos a que esta ley, de las más importantes para los morados, sea paradójicamente la que rompa el bloque de investidura. Dique contra la derecha. Si el Gobierno tuviera que sacar adelante el proyecto con Ciudadanos, y en estos momentos parece que no hay alternativa, Díaz saldría damnificada.

Unos datos demoscópicos para cerrar la página. Los sondeos publicados en las últimas semanas no auguran buenos resultados para Unidas Podemos en Castilla y León. En 2019, Podemos e Izquierda Unida lograron presentándose por separado un 7,3 por ciento de los votos. El último barómetro de GAD3 para ABC, publicado el lunes, señala que ahora en coalición estarían en el 6 por ciento. Lo que significa entre dos y tres escaños. Sumados a los que vaticinan para el PSOE, la izquierda no lograría mayoría para quitarle al Partido Popular el Gobierno de Castilla y León.