La vacuna como arma de reconstrucción masiva, el nuevo poder del siglo XXI

Quien cuenta con vacunas tiene el poder. La pandemia ha dado un giro de 180 grados a la geopolítica. La competición ya no se libra en el terreno de las armas sino en el de la ciencia. Las potencias con laboratorios que han creado el antídoto contra el nuevo coronavirus tienen a su alcance la inmunización de sus ciudadanos, y con ello la reactivación de sus economías. Además, pueden usar las vacunas como una nueva moneda de curso real en la diplomacia global.

Son muy pocos los países que han producido una vacuna propia: China, Rusia, Estados Unidos, Alemania y Reino Unido. India tiene gran capacidad para producirla y cuenta con una vacuna autóctona, la Covaxin de Bharat Biotech. Su desarrollo es reciente, y todavía no cuenta con validación científica internacional y no tiene el mismo alcance que los fármacos rusos y chinos.

Israel, con la mayor tasa de población vacunada del mundo, se ha dado cuenta de su gran valor y la ha adquirido masivamente para ganar la batalla de la vacunación. Este país habrá vacunado a toda su población a finales de marzo. Sin embargo, ha dejado de lado a la población palestina, aunque dedica dosis a otros países aliados.

Mientras tanto, decenas de países ni la pueden producir ni adquirir. Dependen de la cooperación internacional. A su favor juega que no estaremos salvados hasta que todo el mundo esté a salvo. Así la Organización Mundial de la Salud (OMS), junto a la Coalición para la Promoción de Innovaciones en pro de la Preparación ante Pandemias (CEPI) y la Alianza Gavi para las Vacunas (Gavi), han puesto en marcha el programa Covax para acelerar el acceso a «las herramientas contra la Covid-19».

Si hace un año nos hubieran dicho que íbamos a tener varias vacunas en la primavera de 2021, ni los científicos más optimistas lo habrían dado por hecho. Ahora hay más de 300 vacunas candidatas para prevenir el coronavirus en todo el mundo. De estas, cuatro vacunas basadas en el virus inactivado, tres basadas en vectores virales no replicantes, dos basadas en ARN y una basada en subunidades proteicas se están ya aplicando.

El país con mayor número de medicamentos y vacunas en desarrollo es Estados Unidos, que también es el que más financiación dedica a investigación y desarrollo. La vacuna que produce la compañía biotecnológica estadounidense Moderna fue aprobada en diciembre de 2020 en su país de origen.

Rusia y su Sputnik V

Rusia fue el primer país en anunciar que registraba una vacuna, Sputnik V, en agosto de 2020. Es el mismo nombre del primer satélite puesto en órbita por la URSS hace seis décadas.

Sputnik V se anunció con una eficacia del 92%, según las autoridades rusas, pero no había datos expuestos en revistas internacionales. Está desarrollada por el estatal Instituto de Investigación Gamaleya, estatal, y el Ministerio de Salud de la Federación de Rusia. La financiación corre a cargo del Fondo de la Riqueza Soberana de Rusia. Es decir, el presidente ruso, Vladimir Putin, decide a quién entregarla.

En la actualidad la vacuna rusa ha ganado prestigio científico, al lograr la certificación de la revista The Lancet. Moscú acaba de presentar la modalidad monodosis, llamada Sputnik light. Las vacunas rusas han llegado a países aliados de Moscú como Argentina o México. Ahora también son vistas con buenos ojos incluso desde la UE, como quedó claro en la reciente y polémica visita del jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell.

De hecho, Rusia está colocando dosis en países como Hungría, miembro de la Unión Europea, que aún no ha aprobado la vacuna rusa. Está claro el objetivo de dañar la línea de flotación europea por su flanco oriental.

También Serbia ha recibido la Sputnik V. Su presidente, Aleksander Vucic, llegó a decir que hoy por hoy era «más difícil conseguir una vacuna que una cabeza nuclear». A Serbia también están llegado dosis de Sinopharm, de fabricación estatal china. En China otro consorcio que las fabrica es Sinovac.

Rusia está actuando hábilmente en América Latina, una de las regiones donde ni se han creado ni se producen vacunas. Países como Argentina y México han recibido dosis de Sputnik V al tiempo que multiplicaban sus parabienes hacia Putin.

La UE, vacunación y cooperación

La primera vacuna contra el coronavirus autorizada en la Unión Europea fue la desarrollada por una empresa alemana, BioNTech, obra de una pareja de inmigrantes turcos, y el gigante estadounidense Pfizer. Otra con sello europeo es la de la británica Oxford y la sueca AstraZeneca.

Como explica Virginia Rodríguez, responsable de Incidencia de ISGlobal, «la Unión Europea ha tenido un doble posicionamiento: contribuye a los esfuerzos globales para que puedan acceder otros países y a la vez hay una estrategia europea de vacunación que permite a la Comisión Europea adquirir dosis. España está alineada con esta estrategia de la UE».

En el caso de la UE no está claro qué se hará con el excedente de dosis: si cada país puede disponer de las sobrantes o se actuará de forma conjunta. Lo que hacen Rusia y China, es decir, utilizar la vacuna como una divisa que puede permitirles ampliar su área de influencia, difícilmente se entendería en el caso europeo. ¿Puede España utilizar dosis sobrantes para mejorar sus relaciones con Marruecos y lograr una mayor cooperación sobre la cuestión migratoria? ¿Se entendería si lo hace la UE?

«Hemos pasado de la diplomacia de las mascarillas a la geopolítica de la vacuna. Es el elemento que tiene mayor incidencia sobre las dinámicas de cooperación y conflicto a nivel internacional. La pandemia ha sido un elemento tan central con una capacidad de condicionarlo todo, así que cualquier cosa vinculada con ella tiene un peso brutal. Cualquier plan de recuperación económica está sujeto a que las vacunas funcionen», afirma Eduard Soler i Lecha, investigador senior de CIDOB y coordinador de geopolítica global y de seguridad.

El que tiene la tecnología tiene estatus y prestigio. Estar o no entre los que tienen la vacuna condiciona tu papel dentro del orden postpandémico»

«Como ha pasado siempre, cuando algo depende de una tecnología, hay una competición por tener esa tecnología. El que la tiene tiene estatus y prestigio. Son muy pocos los países que han podido producir una vacuna propia. En otros se produce una vacuna pensada en otros lugares. Estar o no condiciona el papel dentro del orden pospandémico. Se juzga en función de la vacuna tu capacidad tecnológica», añade Eduard Soler.

Los países que hoy están sentados en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas con derecho a veto son cinco: Estados Unidos, Rusia, China, Reino Unido y Francia. Son potencias nucleares. De ellos, Francia no tiene vacuna propia. La grandeur se empequeñece. Sin embargo, sí la tiene Alemania, y la India la produce masivamente. Curiosamente dos países que aspiraban a hacerse un hueco en el club de las superpotencias.

La expansión china, ruta de la seda y de la dosis

China intenta combinar la vacunación de su población con el uso del antídoto como arma diplomática. La exportación de los productos de Sinopharm y Sinovac ha llegado a países de Asia, África y América Latina. Bolivia, Guinea Ecuatorial, Zimbabue, Irak, Pakistán, Camboya y Laos figuran entre los destinos de aviones cargados de las preciadas dosis del fármaco.

Pekín defiende que concibe la vacuna como «un bien público global», pero son muchos los que ven que trata de ampliar su área de influencia y de conseguir oportunidades de negocios. Es soft power a la pequinesa y los chinos son maestros en este arte.

China aspira a superar un 6% de crecimiento en 2021, según el plan expuesto el primer ministro, Li Keqiang, en la Asamblea Popular Nacional, que se está reuniendo esos días en la capital china. Es el único país que terminó 2020 de vuelta al crecimiento. Es el primero donde se manifestaron casos del nuevo coronavirus, concretamente en Wuhan.

Sin embargo, solo están vacunados unos 52 millones de chinos, menos del 4% de la población. El objetivo es llegar a los 1.400 millones de vacunados a finales de julio, es decir, el 40% de la población, según un informe de Reuters.

«Desde el principio, China trata de lograr a la vez abastecer a su población y utilizar la diplomacia de las vacunas», decía Yanzhong Huang, investigador sobre salud global en el Council on Foreign Relations, según cita el South China Morning Post. Sin embargo, sus tasas de vacunación están por debajo de las registradas en Estados Unidos o Reino Unido.

Contraataque de EEUU y aliados en Asia

Estados Unidos se ha tomado en serio esta ofensiva de las vacunas china. La primera potencia global es también el número uno en casos de Covid-19 y de muertos. Más de medio millón de personas han muerto en Estados Unidos por el nuevo coronavirus. Pero también es el país que más recursos dedica a combatirlo.

Desde que Joe Biden ha llegado al poder se ha acelerado el ritmo de vacunación: dos millones al día. Un 24% de la población está ya inmunizada. El presidente demócrata se ha propuesto como objetivo número uno la lucha contra el coronavirus y sus devastadores efectos en la economía. El reto es que en el primer semestre de este año se haya inoculado la dosis necesaria todo adulto que lo desee.

A su vez, Estados Unidos está trabajando para contrarrestar la expansión china gracias a sus vacunas. Junto a Japón, India y Australia está desarrollando un plan para distribuir vacunas en diversos países de Asia.

Impulsa esta idea a través de Quad, una iniciativa de seguridad y diplomática que para Pekín es una especie de OTAN asiática. «La Administración Biden va a convertir Quad en el corazón de su política en Asia», según una fuente cercana a la iniciativa, en declaraciones al Financial Times.

India, que es también productora, ha recurrido a la misma estrategia que su competidor regional, China. Exporta vacunas aunque gran parte de su enorme población no está inmunizada. India intenta ganar puntos con Nepal dosis a dosis. Sri Lanka, escenario de la puja entre Pekín y Nueva Delhi, recibe vacunas de los dos.

En India está el Instituto Serum, el mayor fabricante del planeta. Es capaz de producir 2,5 millones de dosis de AstraZeneca al día. Ha suministrado, además de Nepal y Sri Lanka, a Bangladesh, Birmania, Seychellles, Maldivas y Afganistán. «Actuar en el este, actuar rápido», es el lema del ministro de Exteriores, S Jaishahnkar.

El Instituto Serum ha contribuido con 200 millones de dosis al programa Covax. China ha ofrecido recientemente 10 millones. India no quiere perder el tren frente a China.

Un mundo multipolar que necesita cooperar

«Esta geopolítica de la vacuna nos confirma la existencia de un mundo multipolar. Son polos de producción científica que generan esferas de influencia sanitaria con grados distintos de la relación de lo que implica como potencia (empresas privadas o estatales), pero no habrían llegado a poderlo ser si no hubiera habido una cooperación científica a nivel global. Sin el salto de esfuerzo colectivo a nivel global en el arranque esto no habría sido posible», explica el investigador Eduard Soler.

China fue la primera en darse cuenta de la necesidad de cooperar globalmente para lograr el necesario avance a velocidad de crucero. Compartió los primeros datos para identificar el nuevo coronavirus y permitir a los científicos y las empresas de biotecnología acelerar el ritmo para investigar las vacunas.

En la primera fase la ciencia ha cumplido. El siguiente reto a nivel global es poner la vacuna al servicio de todo el mundo»

«En la primera fase hemos de decir que la ciencia ha cumplido. Hay vacunas ya, un proceso que normalmente lleva décadas: el siguiente reto a nivel global es poner la vacuna al servicio de todo el mundo. Es la única forma de acabar con la pandemia. Sin un alcance global no se podrá terminar con las medidas de restricción», afirma Virginia Rodríguez, de IS Global.

«En la distribución equitativa se enmarca la iniciativa Covax. Es un mecanismo para facilitar que accedan a las vacunas los 92 países con menos recursos», añade Virginia Rodríguez. El primer país en beneficiarse de este programa fue Ghana, que recibió 600.000 dosis el 1 de marzo. Para predicar con el ejemplo fue su presidente, Nana Akufo-Addo, quien primero se administró una vacuna de Oxford y AstraZeneca, fabricada en la India.

Hasta mayo de 2021 está previsto que se repartan 237 millones de dosis de AstraZeneca y Oxford. Se calcula que hacia 2023 esté vacunado el 20% de la población, el mínimo para acabar con la fase aguda de la pandemia.

El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, denunciaba recientemente cómo el 75% de las inmunizaciones aplicadas hasta el momento se han concentrado en diez naciones.

«Estamos en un mundo distinto y Covax lo refleja. Cuando Covax envía vacunas a Ghana, no hay condicionalidad. En las campañas de acción geopolítica con la vacuna por parte de China o Rusia o Israel, por acopio de vacunas, no es lógica de altruismo y defensa del multilateralismo. Es lógica de estatus o ampliación de esferas de influencia», remarca Eduard Soler.

Mientras las potencias globales o regionales recurren a la vacuna como un instrumento para ganar influencia y futuros negocios, surge esta iniciativa que es un reflejo de la geopolítica de cooperación, que surge por la globalidad de la amenaza.

La pandemia del nuevo coronavirus no será la última. La crisis climática y la pérdida de biodiversidad nos indica que estamos expuestos a este riesgo. Hemos visto cuál es la respuesta: la ciencia. Cuantos más recursos se dediquen a ciencia e investigación, mayor será la capacidad que tengamos para hacer frente a estas nuevas amenazas.