Valores Familiares XI: Reconocer y elogiar

A todos nos gusta que nos reconozcan y elogien por lo que hacemos bien y si es posible por lo que somos. Porque a veces no podemos hacer mucho y sin embargo somos los mismos, con las mismas potencialidades y hasta con los mismos anhelos.

Desde el niño más pequeño hasta el anciano más longevo no hay gran diferencia en lo esencial. Quieren todos que les escuchen, les tengan en cuenta y por supuesto, les reconozcan explícitamente lo que hacen bien y se lo aplaudan más o menos sonoramente. Esa pizca de vanidad, que nos hace a veces tan frágiles, está normalmente adosada al sincero deseo de ser tenidos en cuenta y a no ser nunca mal o sub interpretados.

Tomás de Aquino escribe a propósito de esta materia: “Elogiar a los demás en público por todo lo que hacen bien es un acto de justicia”. Las razones de esta deseable conducta hay que buscarlas en la necesidad de mantener el orden de la sociedad, estimular el buen desarrollo de las interacciones humanas y mostrar a los menos perfectos el comportamiento más perfecto.

Reconocer y elogiar al jefe, cuando este no lo merece es hipocresía, pero cuando sí lo merece, es signo también de justicia, aunque muchos, por una deformación sospechosa, dirán que es oportunismo, chaqueteo o un modo de soborno. Sin embargo, en recta moral, es un acto de justicia que contribuye al perfeccionamiento de la persona y que redundará en bien de la empresa. Y otro tanto habrá que decir, cuando el elogio proviene del superior hacia el inferior. ¡Qué cosa más justa y ciertamente provechosa para levantar el ánimo, el que el jefe reconozca públicamente a su secretaria, a la señora de la limpieza o a cualquier otro subalterno. Es increíble la complacencia que produce al beneficiado un reconocimiento y un elogio delante de sus pares o ante desconocidos.

En la tarea cotidiana de hacer empresa de calidad, el reconocimiento y el elogio no deben ser consideradas como tareas menores, si nos atenemos a las más elementales observaciones de la psicología de la persona. A nadie le disgusta que le aprecien, que le reconozcan, que le demuestren admiración y afecto. Con seguridad que muchos tipos de depresiones y de stress, hoy tan comunes, podrían superarse con el simple ejercicio de una palabra o un gesto que lleve al reconocimiento y al elogio de quienes trabajan junto a nosotros.