Su nombre es mRNA-1273, y el 24 de febrero salió el primer lote de los laboratorios de Moderna Inc. en Massachusetts. El destino eran las instalaciones de NIAD (Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas). El producto es la primera sustancia candidata a ser una vacuna contra el virus SARS-coV-2. En el NIAD se van a realizar los primeros ensayos clínicos con el medicamento. Fase 1, aún lejos de que se convierta en vacuna en el mercado. Pero algo es algo.
Llegar a este punto solo ha sido posible gracias a que hace unos días (tal como informó La Razón) un equipo de científicos del Centro de Investigación de Vacunas de Estados Unidos y la Universidad de Texas en Austin, descifró la estructura de la proteína espiral de la superficie del virus, responsable de que el microorganismo pueda fusionarse con las células que infecta.
El producto consiste en una vacuna mARN, basada en el ARN mensajero de las células. Su virtud reside en ser capaz de actuar sobre la proteína espiral (Spike) en una fase previa a la fusión celular. Dicho de otro modo, inhabilita la llave que el virus necesita para contagiar. Esta proteína Spike es, de hecho, la diana hacia la que se dirigen comúnmente la mayoría de las vacunas que se investigan contra coronavirus.
En esencia, una vacuna es como un maestro que enseña a nuestro sistema inmunitario a defenderse de los agresores. En este caso, el producto de Moderna Inc. utiliza la estructura recién descubierta de la proteína espiral para provocar en el cuerpo una reacción inmunitaria que bloquea la fusión celular algo así como enseñar la foto de un lobo a un corderito para que sepa identificarlo y se aleje de él.
Pocas horas después del anuncio de esta empresa, otra compañía llamada Novamax con base en Maryland aseguró haber realizado grandes avances en otra sustancia probada en animales. Su intención es comenzar ensayos clínicos con ella al final de esta primavera. La materia prima es la misma, la famosa proteína Spike. En este caso se ha utilizado tecnología de nanopartículas para generar antígenos derivados de la proteína.
Las acciones de ambas compañías experimentaron una espectacular subida en bolsa a finales de semana. La carrera ha comenzado y el que antes llegue a la meta habrá realizado uno de los negocios más grandes de su historia.
Pero la competición se ha complicado con la llegada de un tercer corredor. Hace solo dos días un grupo de científicos israelíes anunció que en cuestión de semanas tendrán disponible su propia vacuna contra el virus que provoca la Covid-19. Se trata de una versión ajustada a humanos de la vacuna oral que se utiliza para combatir la bronquiolitis aviar. Si se encuentra la vía de financiación adecuada, los expertos israelíes aseguran ser capaces de tener disponible el medicamento en 90 días.
Una de las claves para entender la evolución futura de estas tres estrategias de investigación reside en el interior del cuerpo humano. Aún está claro que los pacientes infectados desarrollen de manera espontánea anticuerpos contra el virus SARS-CoV-2 que les protejan a la larga. Un paciente curado de manera espontánea ¿cuánto tiempo permanece inmune al mal? La experiencia de la epidemia de SARS de 2003 demostró que los pacientes recuperados dejaban de producir anticuerpos entre 5 y 10 años después de la infección.
La capacidad autónoma de generar respuesta inmunitaria permanente puede ser fundamental para acelerar el proceso de contención del virus mediante vacunación en futuras oleadas
Las tres apuestas que hay encima de la mesa, además de algunas propuestas chinas, están trabajando en tiempo récord. Apenas 40 días después de haberse identificado el virus ya había propuestas válidas de sustancias con las que se podría trabajar como candidatas a vacuna. Y es que la ciencia ya tiene una sobrada experiencia con estos agentes infecciosos. Existen siete diferentes coronavirus de los que se sabe que pueden infectar a humanos. Cuatro de ellos solo producen un constipado leve (229E, NL63, OC43 y HKU1). Los otros tres ya son famosos: los responsables de las epidemias de MERS y SARS y el nuevo que nos trae de cabeza estos días. La letalidad de todos es muy variable. De entre ellos, el que parece tener una transmisión más veloz es el causante del actual brote de Covid-19
Este nuevo virus, y el causante de la epidemia del 2003 de SARS comparten una cualidad: no se quedan solo en las vías respiratorias altas y tienden a infectar los pulmones. ¿Por qué? Una posible explicación es que ambos se relacionen con un receptor que hay en las células humanas que se llama ACE-2. Este receptor se encuentra en células epiteliales del sistema respiratorio profundo y superior y también en neumocitos que están en los alveolos.
El gusto del coronavirus por este receptor podría explicar por qué la mortalidad es algo más alta de lo esperable pero al mismo tiempo podría dar alguna pista sobre cómo combatirlo.
Pero dar respuesta a todas estas preguntas requiere mucho tiempo. Es muy probable que no tengamos una solución antes de que llegue la nueva oleada del virus… si es que llega.
Y mientras tanto…
Mientras llega la vacuna las mayores esperanzas están depositadas en el hallazgo de una terapia antiviral que sea eficaz para detener los síntomas de la Covid-19. En cuestión de días dará comienzo el primer ensayo clínico en humanos adultos de la molécula remdesivir aplicada a afectados por este nuevo mal. Se trata de tres estudios con 1.000 pacientes fundamentalmente de Asía. El remdesivir es un medicamento que también se ha probado en pacientes de ébola y SARS.
Esta molécula puede ser usada en casos extremos, como uso compasivo en algunos países para pacientes cuyo estado es muy grave y bajo consentimiento expreso del enfermo. Las pocas veces que se ha administrado ha logrado resultados prometedores, pero es necesario validar estos resultados con tests rigurosos en humanos.
Según el Documento técnico de Manejo clínico de pacientes con enfermedad por el nuevo coronavirus (Covid-19), publicado por el Ministerio de Sanidad, “no existe actualmente evidencia procedente de ensayos clínicos controlados para recomendar un tratamiento específico para el coronavirus SARS-CoV-2 en pacientes con sospecha o confirmación de Covid-19”. Aunque algunos fármacos como remdesivir, lopinavir y ritonavir (estos últimos empleados contra el VIH) pueden ser útiles si se administran bajo consentimiento informado del paciente.