Cómo alcanzar la excelencia personal

Quizás el titulo de este articulo debería ser “como llegar a ser guay” así lo entenderíamos mejor ese inmenso montón de “jóvenes” que queremos llegar a ser unos tipos estupendos. Dice Aristóteles:» Somos lo que hacemos cada día. De modo que la excelencia no es un acto, sino un hábito”. Por ello, es necesario conocer aquellos valores que queremos se conviertan en hábitos. Como dice el proverbio:» Siembra un pensamiento y cosecharás un hábito. Siembra un hábito y cosecharás un carácter». La adquisición de hábitos es realmente un compromiso, fruto de la libre elección de todo aquel que quiere mejorar. El proceso de su adquisición, lógicamente necesario, es la consecuencia de querer obtenerlos.

Para poner en marcha el imprescindible proceso de adquisición se precisa ir venciendo, rompiendo las tendencias habituales tan enraizadas en nuestro interior (impaciencia, inseguridad, indecisión, crítica, egoísmo, etc.). Lo que más cuesta, como es natural, es empezar. Salir de la rutina y elegir un camino siempre supone renunciar a permanecer quieto o caminar por otras vías.

Pero el resultado es alcanzar una nueva dimensión de nuestra propia libertad y ello nos proporciona por tanto, mayor eficacia, orden y coherencia a nuestra vida individual, familiar y laboral. Y lo que es más importante, una inmediata satisfacción personal, por ende, mayor autoestima y sentimiento de felicidad.

Para adquirir cualquier hábito que venga a mejorar algún aspecto de la personalidad es necesario lo primero concretarlo. Así, si quisiéramos mejorar o adquirir el hábito de ser más eficaces en las relaciones personales con los demás, hay que señalar, en primer lugar, qué es lo que se debe hacer y por qué.

A través de la reflexión (nos tenemos que acostumbrar a pensar) y la obtención de la información adecuada, (preguntar a quien sabe: padres, profesores, amigos, libros, a través de internet…) se puede llegar a saber los principios adecuados para alcanzar una adecuada comunicación con las personas. De ahí, o del propio autoexamen y conocimiento del comportamiento personal con los demás se llegaría a saber, por ejemplo, que las causas son: hablar mucho, y no escuchar, no prestar atención a lo que dicen los demás.

Conocido qué hacer y por qué: lo primero es prestar atención a lo que dicen los otros, porque si no es imposible la comunicación interpersonal pero, para adquirir el hábito que deseamos se necesita dar dos pasos más.

Sabemos que hay que escuchar a los demás pero, ¿sabemos escuchar? Puede faltar capacidad de escucha. Podría ser que no sepamos bien «cómo» se atiende, real y profundamente, a otro ser humano. Pero, aún con todo lo anterior no basta. Es necesario que se quiera escuchar, que se tenga ese deseo. Aquí entra de lleno la voluntad, para poner todo el esfuerzo en conseguir la mejora propuesta.

Así pues, para crear un hábito hay que trabajar en estas tres dimensiones: la del conocimiento: que, por qué; la capacidad: cómo, y la del deseo: querer.

La eficacia de desarrollar hábitos es evidente, por tratarse de valores y pautas de conducta interiorizados que salen de dentro de la persona, continuamente y, se llegan a convertir en comportamientos habituales y constantes. Lo que al principio era muy costoso, ahora, sale de forma espontanea y sin apenas esfuerzo.

En otro sentido, y por esto mismo, al cambiar lo que somos, mejora nuestra capacidad de captar lo que vemos. Es un proceso progresivo: el ser cambia al ver, que a su vez cambia al ser, y así sucesivamente, en una espiral ascendente de crecimiento y mejora personal. Trabajando sobre el conocimiento (aprendiendo) a base del estudio del ser humano, de las organizaciones, de las leyes que rigen la comunicación, la economía y la sociedad. Mejorando nuestra capacidad, para lo que es preciso conocernos bien, aceptarnos y poner todos los medios para adquirir el mayor incremento en nuestras potencialidades. Y fortaleciendo la voluntad, fundamentada en querer el bien de los demás y en nuestra mejora personal, para alcanzar así, el mayor nivel de autodominio. De esta manera, se alcanzan nuevos niveles de eficacia personal e interpersonal. Lo que decíamos al principio: nos convertimos en personas “guay”.

A veces, el proceso de cambio es costoso. Por lo que uno, tiene que estar motivado por querer alcanzar un propósito superior, y estar dispuesto a subordinar lo que uno cree que quiere ahora, a lo que querrá más adelante. Todo proceso que lleve a mejorar, a perfeccionarse como persona y profesionalmente produce felicidad, el objeto y designio de nuestra existencia. La felicidad, por lo menos en parte, puede definirse como el fruto del deseo de alcanzarla y la aptitud para sacrificar lo que nos apetece y, por ello, queremos ahora, por lo que queremos, aunque nos cueste, alcanzar más tarde final y definitivamente.