Laboriosidad

Junto a la autoestima y el optimismo aparece un tercer valor que hemos de desarrollar para alcanzar la felicidad que anhelamos, y lograr así, nuestra propia realización personal: la laboriosidad. El hombre encuentra el sentido de su vida en la realización de las tareas que su naturaleza, condición y circunstancia se le presentan como lo mejor que puede hacer. La dificultad que ofrece el adquirir este valor o fortaleza es que –poseerlo- cuesta esfuerzo. Ser trabajador es costoso, supone esfuerzo.

Es evidente que existe una relación entre esfuerzo y voluntad ya que, poseer una recia voluntad hace, que la realización de las tareas que nos proponemos, suponga un menor esfuerzo. De la misma manera que poseer fuerza muscular, hace que sea menos costoso levantar pesos. Desarrollar la fuerza de voluntad ayuda a acometer con un menor esfuerzo las labores que queremos y hemos de realizar. Desarrollar la fuerza de voluntad hará mas fácil el desarrollo de esta fortaleza o valor, que ha de proporcionarnos, que incluso los trabajos que realicemos nos resulten fáciles y hasta placenteros.

Conseguir una voluntad auténtica es el objetivo y se logra de la misma manera que todos los valores, mediante repetición de actos. Así un acto de la voluntad es tanto mas perfecto cuanto menos esfuerzo exige, ya que mientras es necesario el esfuerzo, es porque todavía no hemos logrado el control del acto voluntario. Nuestra voluntad es poderosa gracias a los hábitos, gracias a los cuales hacemos de manera automática aquello que hemos decidido anteriormente. Pero lograr una voluntad fuerte sin esfuerzo, sin haber pasado antes por el ejercicio costoso de repetir actos que van creando en nosotros “músculo mental”, es imposible.

Decidir lo que se pretende hacer, pasar a la acción, evaluar nuestros progresos en la obtención del objetivo propuesto y realizar los cambios y adaptaciones necesarias -insistiendo- hasta alcanzar el objetivo son los pasos en los que se templa la voluntad. La voluntad se forja en el reiterado ejercicio de la misma acometiendo los objetivos, por pequeños que sean, que nos hemos propuesto alcanzar en las diferentes áreas del actuar humano. No importa la edad, cada uno -en su circunstancia- tiene un proyecto, unas metas que quiere alcanzar, en su lucha por lograr realizarlo es donde se forja su voluntad.

La autoestima y el optimismo, valores que acompañan a la laboriosidad, son necesarios para perseverar y alcanzar el éxito que pretendemos obteniendo esta fortaleza que llena y de plenitud y satisfacción al hombre laborioso. La autoestima aporta esa fuerza que da el saberse capaz de superarse, e imaginándose como va a llegar a ser, tratar de comportarse como si ya lo hubiese conseguido. La autoestima crece cada día al contemplar los avances en nuestra lucha por superarnos. El optimismo nos hace buscar con una mirada inteligente lo que hay de bueno, de bello, de amor…en las cosa y en las personas porque, el optimista es un incansable buscador de óptimos, de lo mejor que hay en la naturaleza, en las cosas, en las personas que nos rodean.

Es el trabajo de cada día es el que nos educa al realizarlo con prontitud, cuidado y bien hecho, “que el hacer las cosas bien importa mas que el hacerlas”. Él, va forjando este valor de la laboriosidad, educando la voluntad. Y ello, al obtener el autodominio que nos lleva, evitando el atractivo de lo fácil y cómodo, a superarnos, realizando el esfuerzo necesario que precisa el deber bien hecho, el deber cumplido. Poco a poco, se va haciendo el “músculo” mental necesario para que -sin esfuerzo aparente- se vaya adquiriendo el valor de la laboriosidad.

Ser una persona trabajadora es para el hombre un calificativo que le dignifica porque, el trabajo hace hombre al hombre. Pero, el trabajo, y el trabajo bien hecho, tiene mala prensa. ¿Será porque cuesta?; ¡Probablemente sea por eso!