Borrell se ahoga en su propio detritus

Es el noveno ministro con personales problemas éticos y estéticos. En su caso no hay discusión posible: la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) le ha condenado a pagar 30.000 euros por utilizar información privilegiada cuando era consejero de la multinacional fallida Abengoa.

Josep Borrell es un tipo sumamente preparado intelectualmente y determinado políticamente. Nadie lo pone en duda, exceptuando el conocido gañán rufianesco.

El hombre de Lleida, sin embargo, no cumple con uno de los requisitos que Napoleón exigía a sus coroneles para ascenderles a generales: suerte. No la tuvo cuando ganó las primarias a Joaquín Almunia y sus conmilitones le segaron la yugular filtrando su relación con dos inspectores fiscales bajo sospecha. No la tiene ahora cuando ya al final de su rutilante carrera política repleta de cargos, sinecuras y honores la CNMV viene a recordar esto: ¡Borrell, recuerda que solo eres un hombre…! Porque ese ha sido su pecado: creerse que es listo, mucho más listo que los demás.

Siento de verdad que un jacobino necesario en un Gobierno de feria tenga que irse del palacio de Santa Cruz. Es lo más exportable intelectual y desde la cultura del mérito que puede exhibir Sánchez. Un lujazo de ministro para el marido de Begoña Gómez. Pero es que ni a la luz de su propio discurso se aguanta su permanencia en el gobierno de España, máxime si tiene que representan a la Nación por el mundo.

¿Quién se va a fiar de él a partir de ahora? De lo Gibraltar no se enteró de nada. Hizo el ridículo. Solo utilizó información privilegiada —por cierto, procedente de su conmilitón socialista, José Domínguez Abascal, expresidente de Abengoa y actual Secretario de Estado de Energía— para intentar que su exmujer no perdiera la inversión.

¡Qué dura es la vida!