La furia de Marc Márquez le acerca a su quinto Mundia

Marc Márquez no es Marc Márquez por talento, al menos no sólo. Existe en él una furia, ‘carácter competitivo’, dice el tópico, aunque es más bien cólera, fiereza, pasión. Ese impulso le obliga a ganar incluso cuando debería conformarse, acabar segundo o incluso tercero. Un año, en 2015, sacrificó el Mundial por esa rabia, pero en el resto todo han sido victorias. Los riesgos que provoca ese impulso suyo valen la pena. Ayer se daba golpes en el pecho en meta tras su victoria en Alcañiz, todavía encolerizado, aunque luego volvió pronto a su alegría, a bailar el ‘In my feelings’ de Drake ante la grada.

En la pista, minutos antes había derrotado a Andrea Dovizioso por primera vez en los últimos dos años. La temporada pasada en Austria Motegi y ésta, en Qatar, el italiano le venció en el mano a mano y Márquez, corajudo, había determinado que no volvería a pasar. «De cinco a cinco no me atrapan en el Mundial, así que si debo gestionar, lo haré», decía hace dos semanas el español, pero, otra vez junto a Dovizioso, su idea cambió. La furia de Márquez le llevó a un nuevo triunfo, el sexto de la temporada y a otro paso para su quinto título. Ahora cuenta con una ventaja de 72 puntos y podría ser campeón dentro de dos carreras, otra vez en Japón, el 21 de octubre.

«Hoy he arriesgado, he apostado, lo he dado todo. Ha sido una muy buena lucha, ha habido algunos momentos al límite, pero lo he disfrutado mucho», comentaba Márquez después de dar rienda suelta a su pulsión. Porque, en realidad, en algún momento pareció que se iba a conformar con el segundo puesto. Fue a falta de cinco vueltas, cuando Dovizioso comandaba y todo adelantamiento advertía peligro. Con la caída de Jorge Lorenzo en la primera curva de la carrera, tanto Márquez como Dovizioso se tomaron para las primeras vueltas con calma, guardando neumáticos, y cuando el italiano demarró, a falta de 11 vueltas, el español respondió.

Márquez probó de situarse en cabeza y controlar a su adversario, pero la estrategia no funcionó. Su adelantamiento sólo provocó el inicio de un intercambio que, aún con ocho vueltas por correrse, era muy comprometido. Por eso llegó el parón. A falta de cinco vueltas, se pudo entender que el español aceptaba el segundo puesto sin más, que concedía parte de su exagerada ventaja en el Mundial, pero esa actitud no va con él. Por pura impetuosidad superó a Dovizioso, metió al tercero, Andrea Iannone, en la pelea, y después de que ambos le rebasaran de golpe, se deshizo de los dos. Podía haber caído, podía haberse hecho daño, podía haber peligrado el Mundial, pero finalmente venció y se acercó más a su quinto título.