Tenerife 59 – 77 Real Madrid

Las Palmas vive estos días sumida en una vorágine difícil de explicar. A su semana grande de carnaval se han unido este año las aficiones que atrae la Copa del Rey. Crisol de colores que mantiene la ciudad en un constante estado de alegría. Esa fiesta se trasladó ayer también al interior del Gran Canaria Arena, donde las islas tenían una cita con la historia. El Tenerife, invitado de honor en casa de sus vecinos, aparecía por vez primera en unas semifinales de Copa. Hito mayúsculo para un club modesto como el Iberostar que no quería detener su sueño. Enfrente le esperaba el campeón. Un Real Madrid invicto desde 2013 en este torneo, que ha ganado en cinco de las últimas seis ediciones. Un gigante disfrazado de ogro. Máscara de miedo en pleno carnaval que el Tenerife se encargó de borrar de un plumazo en el inicio del partido.

No hubo nervios ni pesó la responsabilidad. El equipo de Katsikaris salió a la pista concentrado y con las ideas muy claras, mientras el Real Madrid volvía a exhibir esa zozobra con la que acostumbra a empezar los partidos. El resultado de la ecuación dejó un marcador adverso para los blancos en esos primeros minutos (19-11, min. 10) en los que Laso no terminaba de encontrar la forma de meterle mano al equipo canario. La defensa del Iberostar, la segunda mejor de la ACB, podía con el ataque más efectivo. Los blancos, atascados como nunca, apenas pudieron anotar tres de sus 16 intentos en ese primer cuarto. Un lastre que soltaron con la entrada de Rudy, Doncic y Carroll en la cancha.

Una de las tareas más complicadas de Pablo Laso cada partido es elegir a los cinco hombres que integrarán el quinteto inicial. Una decisión difícil debido a la calidad que tiene en su plantilla. Por contra, el técnico sabe que es casi imposible no encontrar un filón que esté inspirado en el vestuario cada día, así que es cuestión de ir probando hasta dar con la fórmula adecuada. Ayer, con el aro más estrecho que un anillo de compromiso, fue Carroll el que se encargó de ir agrandándolo para el resto de sus compañeros. El americano impulsó a los blancos con nueve puntos en el segundo cuarto que fueron enjugando la diferencia en el marcador hasta dejarla en nada antes del descanso (38-37).

Por entonces, Fran Vázquez ya había reclamado su cuota de protagonismo, aunque fue tras el paso por los vestuarios cuando el gallego -líder de la selección que se concentrará esta semana para afrontar la clasificación del Mundial 2019- se hizo gigante. Vázquez se echó el equipo a la espalda para evitar que el «sí se puede» de la grada se disipara con el despertar del Real Madrid. El pívot, el único que acertaba con el aro blanco en el Iberostar, mitigó los daños, aunque el campeón comenzaba ya a meter miedo. En ese despertar blanco tuvo mucho que ver Rudy Fernández, omnipresente en defensa y certero en el lanzamiento. Al igual que en cuartos, el balear fue clave en la victoria del Madrid, lanzando un mensaje a la directiva para comenzar a negociar su renovación.

A pesar de la reacción blanca, el Tenerife dio aún la cara durante algunos minutos, sostenido por una grada entregada cuyo último grito de esperanza coincidió un triple de White (49-50, min 29). A partir de ahí, el gigante blanco no dio opción al aspirante. Un parcial de 14-0 derribó el sueño canario en un suspiro (49-64, min. 33). Adiós a la final, que jugará por quinto año consecutivo el Real Madrid, al que le bastó con gestionar los últimos minutos para no pasar apuros innecesarios.

Doncic, gris durante toda la Copa, se apuntó a la fiesta blancaen ese último cuarto. Minutos para elevar su autoestima, algo tocada en las últimas semanas en las que se le ha visto más apagado de lo normal. El genio esloveno emergió para enganchar a la grada, que se olvidó por una vez de rivalidades para disfrutar –quién sabe si por última vez en la Copa– del talento del base madridista, que buscará hoy añadir un nuevo título a su palmarés mientras su cumple la cuenta atrás para su marcha a la NBA.