Por qué los malos alumnos mejoran al apagar el móvil

Mientras el gobierno francés enciende el debate al prohibir los teléfonos hasta en el recreo, es España cada colegio elige sus normas

Algunos expertos apuntan a que poner límites ayuda sobre todo a los estudiantes con menor capacidad de concentración

Cuando el investigador francés Louis-Philippe Beland estudió las consecuencias de la prohibición de los móviles en cuatro colegios británicos, su conclusión fue que los peores alumnos subieron sus notas… mientras que a los buenos estudiantes apenas les afectaba la medida. Es decir, que los teléfonos perjudican a los alumnos con menos capacidad de autocontrol y de atención. De ahí que el reciente anuncio de la prohibición de los móviles en los colegios franceses suponga, en opinión de este experto, «una política pública de bajo coste que puede reducir la desigualdad educativa».

Fue el ministro de Educación, Jean-Michel Blanquer, quien acaparó titulares la semana pasada con la prohibición de los móviles no sólo en clase, sino hasta durante el recreo. Sin embargo, los analistas galos apuntan a la esposa del presidente Emmanuel Macron como impulsora de estas medidas restrictivas, que formaron parte de su programa electoral.

El pedagogo español Gregorio Luri, autor del libro Mejor Educados, aplaude esta iniciativa: «Está señalando uno de los grandes problemas de los niños de hoy en día, que es su capacidad para prestar atención», asegura. «Los alumnos a los que les irá bien serán, más que nunca, los más capaces de concentrarse. Pero lo interesante de este ministro es que está inmerso en una contrarreforma educativa, con medidas como ésta o la introducción del dictado obligatorio».

Uno de los problemas de los niños de hoy es su incapacidad para prestar atención

El ministro Blanquer ha aclarado que su cruzada no es contra la tecnología, algo que no se entendería en el siglo XXI. Se trata de prohibir los móviles, pero no así el uso de tabletas, cada vez más frecuentes en el aula. Aunque también empiezan a aflorar estudios que alertan sobre que su uso no es la panacea. En definitiva: la comunidad educativa aún no ha alcanzado el consenso sobre cómo incorporar las pantallas a las clases.

En España, la mayoría de los colegios ya impone restricciones a los móviles, aunque cada uno traza la línea en un lugar distinto. «En el Colegio Padre Coloma, los niños que tienen móvil los dejan en secretaría y los recogen al salir, porque vuelven solos a casa y los padres están más tranquilos», explica Carmen Pascual, la directora de este centro público de Canillejas (Madrid). «En las clases, donde los profesores trabajan sin libros con temarios de apuntes muy trabajados, sí que usamos las tabletas de manera muy controlada, como para que los niños hagan ejercicios de matemáticas ajustados a su nivel en una plataforma durante 15 minutos al día».

Públicos y privados

Un centro con un perfil totalmente distinto es el Colegio Madrid, privado, que acaba de abrir. Su directora, Elena Flórez, quiere volcar allí su experiencia tras liderar durante casi 20 años el Colegio Estudio, heredero de la Institución Libre de Enseñanza: «En primaria, los niños no vienen con móviles», dice. «Las tabletas sí que nos permiten trabajar en matemáticas con ejercicios que un profesor no podría corregir ni personalizar para cada niño. En Secundaria creo que no prohibiría los teléfonos, pero sí obligaría a ponerlos encima de la mesa».

Hay profesores de secundaria que alguna vez hacen la vista gorda cuando el uso parece eficaz: «Hay veces que nos piden, si ha tocado el timbre y tienen prisa, hacer la foto a la pizarra con los deberes o con la última explicación». Se trata de algo fundamental para una generación que se comunica mucho más por WhatsApp que por correo electrónico, una tecnología que, para ellos, ha quedado casi obsoleta: «No saben ni en qué consiste poner un asunto en el email«.

Sonia García, portavoz de ANPE, el sindicato de profesores, tampoco es muy partidaria de medidas tan tajantes como la prohibición: «Es mejor que haya unas normas de uso muy claras». Varios profesores apuntan a que, debidamente controlados, los móviles pueden servir para motivar en algunas clases o para realizar consultas puntuales. Aunque, por lo general, se opta directamente por prohibir su uso escolar y, en el caso de incumplir, se requisan y se avisa a los padres, según explica Horacio Silvestre, director del Instituto de Excelencia de Madrid, el San Mateo.

Lo que parece haber remitido es la fiebre de pensar que con una tableta e internet los niños podrían aprender por su cuenta: «Dejarles vagar por internet no tiene sentido», explica Flórez, del Colegio Madrid. «Ya no es el uso de los móviles en clase, es lo que hacen con ellos en sus casas. Cada vez llegan más niños adormilados al colegio, después de haber estado hasta las tantas chateando. Por no hablar de cómo se hacen ahora los deberes, con la clase entera metida en un grupo y unos pocos dando las respuestas«, cuenta Sonia Ruiz, profesora de Química en un instituto de Málaga.

Esther Galicia, pedagoga, describe la línea de sentido común que parece que se ha ido abriendo paso: «Las herramientas son sólo eso, herramientas. Prohibir el uso de ciertas tecnologías por miedo a la distracción realmente no tiene mucho sentido. Pero usarlas en clase debe ser eso: hacerlo como herramienta, con una formación previa de los docentes, unas normas claras del uso y unos tiempos para cada cosa».

Como mantiene Beland, el investigador galo, regular los móviles no requiere ninguna inversión presupuestaria para ver resultados. Sólo exige poner controles, normas de uso y confiscación, algo no habitual en muchos hogares. El colegio, por ahora, es otra cosa.