El fundador de los salesianos le hizo la confesión en 1887 al beato Felipe Rinaldi, que fallecería en 1931, justo después de la primera quema de iglesias durante la II República Española
Son muchos los santos que, a lo largo de la historia de la Iglesia, fueron distinguidos con el don de profecía. El caso de San Juan Bosco (1815-1888) es uno de los más destacados, con 159 sueños proféticos a lo largo de su vida. Al santo turinés le gustaba reunir a sus chicos recogidos de la calle y contarles pormenorizadamente cada uno de ellos, siempre que tenía uno. En esa época no había televisión, ni pantallas, ni móviles, y los chavales disfrutaban escuchando a Don Bosco. Cuando después esos sueños proféticos se cumplían, la sorpresa de los menores era mayúscula.
Felipe Rinaldi fue uno de esos chicos que creció escuchando las narraciones del santo fundador de los salesianos. Había nacido en Lu Monferrato (Alessandria) en 1856, y era el octavo de nueve hijos. Felipe conoció a Don Bosco pronto, a los cinco años, durante una de las tantas excursiones que hacía con sus jóvenes.

El beato Felipe Rinaldi, en Barcelona
Tras una adolescencia y primera juventud levantiscas, acabó ingresando en el noviciado con el fin de ser sacerdote. «Don Bosco supo descubrir en él un buen paño para hacer un buen educador», escribieron de él sus biógrafos. Fue ordenado sacerdote en 1881, y un tiempo después, en 1887, un año antes de fallecer el santo fundador de los salesianos, tuvo uno de los encuentros que le marcarían la vida.
Don Bosco le señaló un mapa de España y le dijo que ese sería el país de su apostolado. Efectivamente, Felipe Rinaldi sería el superior de los salesianos de nuestro país durante de 12 años, a partir de 1889. Pero lo más sorprendente vendría después, cuando el anciano San Juan Bosco le profetizó que un día habría grandes desastres en España y que mucha sangre de salesianos sería derramada. Esta premonición se haría realidad en la Guerra Civil española (1936 – 1939), durante la que fueron martirizados al menos 63 miembros de la Familia Salesiana.

Felipe Rinaldi fue el tercer rector mayor de la congregación salesiana
El episodio lo referiría posteriormente el propio Felipe Rinaldi a sus colaboradores, y lo recoge el salesiano Joseph Puthenkalam en su libro Sanctity in the Salesian Family (Santidad en la familia salesiana). Rinaldi falleció a los 75 años de edad el 2 de julio de 1931, apenas dos meses y medio después de la proclamación de la II República Española, cuando ya se habían producido las primeras quemas de iglesias en nuestro país.
Los últimos nueve años de su vida, el antaño joven rebelde se encargaría de dirigir la congregación salesiana. Cuando fue elegido, le escribió a su buen amigo Julio Barberis: «¡Yo director! ¿Pero no se dan cuenta de que es hacer que se arruinen los pobres jóvenes? Me asombro solo al pensarlo». En eso se equivocó: su rectorado fue muy fecundo, y los salesianos pasaron de 4.788 miembros en 404 casas, a 8.836 en 644 casas a su muerte.
En 1987 fue declarado venerable por el Papa Juan Pablo II, y el mismo Pontífice le beatificó el 29 de abril de 1990.