Se trata del más grande y diverso de la historia cuya finalidad será elegir al nuevo líder de la Iglesia Católica
A las 16:30 en punto, en el corazón del Vaticano, comenzó la procesión que marca un momento histórico para la Iglesia Católica: los 133 cardenales llamados a elegir al sucesor de Pedro iniciaron su marcha desde la Capilla Paulina hacia la Capilla Sixtina. El ambiente, de recogimiento y solemnidad, se vio reforzado por el canto a cappella de las Letanías de los Santos, una invocación coral y profunda que recorre los nombres de grandes figuras del cristianismo, tanto de Oriente como de Occidente, solicitando su intercesión en esta hora decisiva para la Iglesia.
Cuando los cardenales lleguen el umbral de la Capilla Sixtina, sobre las 16:45, el canto cambiará: las voces se uniran entonces para entonar el Veni Creator Spiritus, himno latino con el que invocan directamente la gracia del Espíritu Santo para la elección del nuevo Pontífice.
Una vez en la Capilla Sixtina, cada cardenal hará el juramento de rigor sobre los Evangelios. Acto seguido, el maestro de ceremonias, monseñor Diego Ravelli, pronunciará el Extra Omnes —la fórmula en latín que ordena la salida de toda persona ajena al proceso— y se cerrarán las puertas. A partir de ese momento, los cardenales quedarán completamente aislados del exterior hasta que se alcance una elección válida.
Un momento que marca la historia
La antesala del cónclave ha arrancado en el Vaticano con la misa Pro Eligendo Pontifice a las 10:30 horas, una celebración en la que la Iglesia invoca al Espíritu Santo para guiar el discernimiento de los cardenales electores. También es un acto de comunión de todo el Pueblo de Dios, que marca el comienzo de un proceso reservado y decisivo para la historia.
La liturgia, presidida por el cardenal Giovanni Battista Re, decano del Colegio Cardenalicio, ha sido concelebrada por los 133 cardenales con derecho a voto. Estaba abierta a la participación del resto de los purpurados, así como de obispos, sacerdotes, diáconos, miembros de institutos de vida consagrada, sociedades de vida apostólica y todos los fieles presentes en Roma.
¿Fumata blanca o negra?
Esta misma tarde se celebrará el primer escrutinio. Si no hay acuerdo, de la chimenea instalada en la Sixtina saldrá humo negro. El ritmo de votaciones será de cuatro por jornada —dos por la mañana y dos por la tarde— hasta lograr la mayoría de dos tercios. Durante este tiempo, los cardenales residirán dentro del territorio vaticano, entre la Casa Santa Marta y un edificio anexo, sin contacto con el exterior.

Las emblemáticas cortinas rojas ya cuelgan en la Logia de San Pedro, símbolo tradicional de la inminente fumata que anunciará al mundo si los cardenales han alcanzado un acuerdo en el cónclave. El montaje de estos elementos ceremoniales anuncia que todo está preparado para dar comienzo al proceso que definirá al sucesor de San Pedro.
Tras la celebración de la misa de esta mañana los cardenales electores no pueden abandonar el territorio vaticano. A partir de este momento, no pueden comunicarse con el exterior por ningún medio: se prohíben las llamadas telefónicas, los mensajes, los correos electrónicos y el acceso a prensa o redes. La normativa busca blindar el cónclave de cualquier influencia externa mientras se decide el nombre del próximo obispo de Roma.
El regreso del apóstol Pedro
En las horas cruciales previas al inicio del cónclave, la basílica que se erige sobre la tumba del apóstol Pedro ha sido el escenario de una exhortación a la oración intensa y unida. Durante la homilía, en un momento definido como «tan difícil y complejo» de la historia, el cardenal Battista Re enfatizó la vital importancia de invocar al Espíritu Santo para obtener «su luz y su fuerza», con el fin de que «sea elegido el Papa que la Iglesia y la humanidad necesitan».
Según sus palabras, rezar e invocar al Espíritu Santo es «la única actitud justa y necesaria» para los cardenales electores, quienes se enfrentan a un acto de «máxima responsabilidad humana y eclesial, y a una decisión de gran importancia». Este proceso, indicó, exige abandonar «cualquier consideración personal» y centrarse exclusivamente en «el Dios de Jesucristo y el bien de la Iglesia y de la humanidad», recordando la unidad de los Apóstoles en oración junto a María.
El cardenal destacó que el amor al prójimo, tal como lo enseñó Jesús, debe ser la fuerza que guíe a la Iglesia, especialmente en la misión de quienes son llamados a guiarla. Citando el Evangelio de San Juan, donde Jesús dice: «Este es mi mandamiento: amaos los unos a los otros, como yo os he amado», Re enfatizó la radicalidad del amor cristiano: «No hay amor más grande que dar la vida por los amigos», recordó.
Según Re, este amor no es solo un sentimiento, sino una obligación que debe caracterizar a todos los discípulos de Cristo. De hecho, relacionó esta enseñanza con el ejemplo de Jesús en la Última Cena, cuando, en un gesto de humildad y servicio, lavó los pies de sus discípulos, sin excluir a Judas, el traidor.
En la última parte de su homilía, Re destacó la responsabilidad de los cardenales electores, que en la próxima hora tomarán una de las decisiones más importantes para la Iglesia. Citando la Constitución apostólica Universi dominici gregis, recordó que en ante los imponentes frescos de la Capilla Sixtina «todo contribuye a hacer más viva la presencia de Dios» en el acto de la elección papal, y recuerda que «cada uno deberá presentarse ante Dios para ser juzgado».
Además, el cardenal Re subrayó que la elección del Papa «no es un simple cambio de personas», sino un acto guiado por el Espíritu Santo. «Es el regreso del apóstol Pedro —explicó—, el que, como piedra sobre la que se edifica la Iglesia, tiene la misión de guiarla con amor y fidelidad».