Tengo 22 años, me estoy viendo ‘Doctor en Alaska’… y me está encantando

Hay series que envejecen mal, pero no es el caso de ‘Doctor en Alaska’, el éxito noventero que ha resucitado en la plataforma Filmin

El cine envejece mal. En general, el séptimo arte, va a perdonarme el respetable que meta series y pelis en el mismo saco, crea obras que, con el paso del tiempo, suelen ser recordadas por dos razones muy antitéticas: o porque son una mierda, o porque son geniales.

Supongo que esto también pasa con otras disciplinas artísticas (con la pintura, aunque sea algo menos habitual; o con la literatura, que quizá sí lo es más), sin embargo, todos tenemos en la cabeza series –o pelis– que recordamos por ser o malísimas o auténticas obras de arte. Las que se mueven por el fango del término medio nunca terminan de trascender.

Es normal que una peli, a los pocos años, sea odiada por el mismo público que en su día la aplaudió (de hecho, es hasta sano), pues las obras artísticas son productos de su tiempo y de sus circunstancias, y este avanza hasta convertir ideas que fueron novedosas en ponzoña y conceptos desfasado.

Es normal que una película, a los pocos años, sea odiada por el mismo público que en su día la aplaudió

Por poner dos ejemplos, y esto va desde la opinión más estrictamente personal, creo que The Office y Friends son dos buenas series que ilustran lo que estoy intentando explicaros. La primera –va por la versión americana, no la inglesa–, a pesar de tener un éxito notable en sus días, no ha sido hasta bien transcurridos los años que se ha convertido en un auténtico fenómeno pop por su humor contemporáneo, el cual puede hacer gracia de la misma forma a personas de diferentes generaciones.

La segunda, sin embargo, a pesar del monumental éxito que tuvo en sus días – y sigue teniendo, pues las plataformas de streaming no paran de pujar para incluirla en su catálogo–, no ha envejecido nada bien. Aunque en ambas se muestran situaciones de la vida cotidiana, Friends tiene diferentes enfoques, como las bromas homófobas o la relación tóxica entre Rachel y Ross, que quizá vemos un poco desfasados.

Con esto no pretendo decir que The Office sea perfecta, pues no lo es, ni que Friends sea un demonio cultural que debamos asesinar; pues tampoco; simplemente intento explicar que ambas son producto de un tiempo y un contexto; que ambas han envejecido de diferentes formas.

Con esta idea en la cabeza, hace unas semanas descubrí, gracias a una conversación por WhatsApp, la existencia de Doctor en Alaska, una serie de los años noventa que ni siquiera me sonaba.

Al parecer, la serie había tenido un gran éxito en su época por tratarse de un producto novedoso, fresco e incluso hípster (esto último no lo digo yo, esto último me lo han contado).

Filmin, la plataforma española de pelis y series, la ha incluido en su catálogo más de 20 años después de su estreno, por lo que pareció buena idea que, sin conocerla absolutamente de nada, me viera un par de capítulos para escribir una breve reseña desde la posición de un joven posadolescente que no tiene ni idea del tema. Para ver si es verdad eso de que es fresca, novedosa y hípster.

Para el que no la conozca –difícil, supongo, para aquellos que se criaron en los noventa– Doctor en Alaska cuenta la historia de Joel Fleischman (Rob Morrow), un joven médico de Nueva York que, sin pasta para pagarse los estudios (la educación privada en EEUU, ya sabéis), consigue que el Estado de Alaska le financie su licenciatura de Medicina.

placeholderEl reparto de 'Doctor en Alaska'. (Filmin)
El reparto de ‘Doctor en Alaska’. (Filmin)

A cambio, el joven Morrow deberá trabajar durante cuatro años para Alaska, teniendo que viajar allí para asistir en los servicios estatales sanitarios. Al principio, Morrow cree que va a currar en la capital del Estado, Juneao, sin embargo, se lleva una sorpresa cuando descubre que le mandan a Cicely, una pequeña aldea en las tierras remotas de la región.

Allí, descubrirá que el contrato firmado le obliga a aceptar el trabajo (la pena por irse es de 18 dementes años de prisión) y empezará a llevar una pequeña consulta en la que le ocurrirán todo tipo de aventuras a lo largo de sus seis temporadas.

Los personajes están tremendamente bien diseñados y provistos de matices increíbles

Al principio, decidí verme un par de capítulos sueltos por una cuestión estrictamente laboral, para saber cómo era la imagen, el tipo de humor y los personajes que construían; sin embargo, he de reconocer que me la estoy viendo entera porque me está encantando.

Prejuicioso de mí, pillé la serie pensando, tras leer un par de sinopsis, que iba a ser la típica sitcom surrealista de humor americano rancio, pero me estoy llevando una sorpresa al descubrir lo geniales que son los personajes y lo bien que ha envejecido todo (no tengo referencias vitales de aquella época porque mi existencia no estaba ni pensada, así que hablo desde mi cosmovisión de centenial).

Si bien es cierto que la serie se sustenta en arquetipos (al final, todas las obras de ficción lo hacen), los personajes están tremendamente bien diseñados y provistos de matices increíbles.

Desde el propio Morrow, pijo neoyorquino (ahora lo llamaríamos posmo) que debe adaptarse a la dura vida de la inhóspita Alaska, hasta Maurice Minnifield, una suerte de caciquillo local; todos los personajes están tan bien construidos que se te olvida que los guionistas juegan constantemente a mostrar contrastes entre tópicos.

Los que la vieron en su momento me aseguran que la serie rompió moldes por huir del humor absurdo y tratar temas desde la ironía, la finura y el buen gusto; y creo que llevan razón.

La serie, además de entretenida, ha envejecido muy bien (tiene cosillas, claro, pero recordad lo que dije un par de párrafos antes sobre el contexto de la época) y es perfecta para ver tranquilamente y disfrutar de los alucinantes paisajes que muestran.

‘Doctor en Alaska’ juega con los tópicos de una forma mucho divertida, rozando la ironía e inventándose aventuras diversas

De hecho, cuando me enteré de su existencia, se me puso el morro torcido pensando que debía verla al creer (ay, ser prejuicioso) que sería al estilo de El pueblo, serie española que juega con los mismos arquetipos (pijos de ciudad en una aldea perdida). Pero nada más lejos de la realidad.

Mientras que El pueblo construye personajes con la profundidad de un plato de café y muestra situaciones dantescas que, tras dos capítulos, se repiten por ser siempre lo mismo (qué burros los paletos, qué absurdos los pijos), Doctor en Alaska juega con los tópicos de una forma mucho más divertida, rozando la ironía e inventándose aventuras diversas, entretenidas y que se pueden defender en el tiempo como los calamares en un congelador.

Vamos, que me la voy a ver enterita.