Este domingo, antes del rezo del Ángelus, el Papa Francisco reflexionó sobre la primera de las bienaventuranzas, y dijo que los pobres de espíritu son las personas que no son autosuficientes, sino que “viven como ‘mendicantes de Dios’”.
Ante los cerca de 25 mil fieles reunidos en la Plaza de San Pedro, el Pontífice destacó que “en la Liturgia de hoy se proclaman las bienaventuranzas según el Evangelio de Mateo. La primera y fundamental es: ‘Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos’”.
“¿Quiénes son los ‘pobres de espíritu’? Son aquellos que saben que no se bastan a sí mismos, que no son autosuficientes, y viven como ‘mendicantes de Dios’”, resaltó el Santo Padre.
El Papa Francisco explicó que estas personas se sienten necesitadas de Dios “y reconocen que el bien viene de Él, como don, como gracia. Quien es pobre de espíritu atesora lo que recibe; por eso desea que ningún don se desperdicie”.
En esa línea, el Santo Padre señaló que el no desperdiciar es un “aspecto típico de los pobres de espíritu”.
“Jesús nos muestra la importancia de no desperdiciar, por ejemplo, después de la multiplicación de los panes y de los peces, cuando pide que se recoja la comida que ha sobrado para que nada se pierda”, recordó.
En ese sentido, afirmó que “no desperdiciar nos permite apreciar el valor de nosotros mismos, de las personas y de las cosas. Pero lamentablemente es un principio a menudo desatendido, sobre todo en las sociedades más ricas, en las que domina la cultura del derroche y del descarte”.
Por ello, el Papa Francisco propuso a los fieles “tres desafíos contra la mentalidad del derroche”.
“Primer desafío: no desperdiciar el don que somos”. Y es que cada persona “es un bien, independientemente de las cualidades que tiene. Cada mujer, cada hombre es rico no solo en talentos, sino en dignidad, es amado por Dios, vale, es precioso”.
“Jesús nos recuerda que somos bienaventurados no por lo que tenemos, sino por lo que somos. Y cuando una persona se deja ir y se tira, se desperdicia. Luchemos, con la ayuda de Dios, contra la tentación de considerarnos inadecuados, equivocados, y de compadecernos de nosotros mismos”, alentó.
Como segundo desafío propuso “no desperdiciar los dones que tenemos. Resulta que en el mundo cada año se desperdicia cerca de un tercio de la producción alimentaria total. ¡Y esto mientras muchos mueren de hambre! Los recursos de la creación no se pueden usar así; los bienes deben ser custodiados y compartidos, de forma que a nadie le falte lo necesario. ¡No malgastemos lo que tenemos, sino difundamos una ecología de la justicia y de la caridad!”.
Finalmente, dijo que el tercer desafío es “no descartar a las personas”. “La cultura del descarte dice: te uso hasta que me sirves; cuando ya no me intereses o seas un obstáculo para mí, te tiro”, denunció.
El Papa Francisco señaló que se trata “así especialmente a los más frágiles: los niños todavía no nacidos, los ancianos, los necesitados y los desfavorecidos. Pero las personas no se pueden tirar, ¡nunca! Cada uno es un don sagrado y único, en toda edad y en toda condición. ¡Respetemos y promovamos la vida siempre!”.
El Pontífice invitó a los fieles a preguntarse: “¿Cómo vivo la pobreza de espíritu? ¿Sé hacer espacio a Dios, creo que Él es mi bien, mi verdadera gran riqueza? ¿Creo que Él me ama o me tiro con tristeza, olvidando que soy un don? Y después: ¿Estoy atento a no desperdiciar, soy responsable en el uso de las cosas, de los bienes? ¿Y estoy disponible para compartirlos con los otros?”.
El Santo Padre también llamó a cuestionarse: “¿Considero a los más frágiles como dones valiosos que Dios me pide que custodie? ¿Me acuerdo de los pobres, de quien está privado de lo necesario?”.
“Que nos ayude María, Mujer de las Bienaventuranzas, a testimoniar la alegría de que la vida es un don y la belleza de hacernos don”, expresó el Papa Francisco.