«Aprendieron de sus errores de 2017 y, mientras, nosotros desmantelamos las estructuras para combatirlo»
El independentismo busca ahora una idea que lo vuelva a unir para lanzar un ‘procès’ definitivo
Los independentistas, antes del 1-O: «Tranquilos, el Ejército nunca va a dispara contra su pueblo»
Hace cinco años la Generalitat organizó el referéndum ilegal del 1-O y el Parlamento de Cataluña aprobó la Declaración Unilateral de Independencia, la DUI, que fue suspendida por el propio presidente catalán solo ocho segundos después. España estuvo, literalmente, al borde del abismo. «Nos preocupamos mucho de lo que sucedió entonces, cuando lo que nos tiene que alarmar es lo que ocurre ahora», analizan fuentes de los servicios de Inteligencia e Información consultadas por ABC. «El secesionismo ha aprendido de sus errores; se prepara y solo espera que surja una idea que vuelva a unir a todos los sectores, ahora muy enfrentados como se ha visto con la última crisis en el ejecutivo catalán, para lanzar un nuevo ‘procès’. Y esta vez quieren que sea el definitivo».
¿Cuál puede ser ese nuevo aglutinante del secesionismo? Las mismas fuentes creen que la utilización de la posible llegada del Partido Popular al poder, con o sin el apoyo de Vox, puede servir como excusa perfecta a los líderes independentistas. Lo presentarían como «un gobierno fascista que quiere aniquilar al pueblo catalán y su autonomía». Sería el pistoletazo de salida. Este escenario puede parecer muy poco probable a día de hoy, pero es posible. Lo suficiente para tomarlo en serio.
«En octubre de 2017 no consiguieron su objetivo porque ni siquiera ellos se lo creían; pero si hubieran controlado el territorio, los nudos de comunicación y resistido unos días con enfrentamientos en las calles aquello hubiera acabado de forma distinta. La UE hubiera exigido a España una solución rápida, porque no iba a tolerar una crisis como esa en su seno y el Gobierno habría tenido que ceder», analizan esas fuentes.
En este contexto, la orden del Gobierno de Pedro Sánchez a los servicios de Inteligencia e Información de que abandonen cualquier investigación sobre el independentismo vasco y catalán -solo se controlaban aquellas actividades que podían suponer un riesgo para la unidad nacional-, ha desarmado el Estado frente a una «amenaza real y potencialmente desestabilizadora». Esa instrucción es el pago del Ejecutivo a sus socios independentistas después de que se conociera que el CNI, con autorización judicial, había utilizado el programa Pegasus para investigar a 18 de sus líderes, en el marco de sus funciones.
Consecuencias
Pero esa orden, no de salir del País Vasco y Cataluña pero sí de dejar de monitorizar las actividades secesionistas, tiene otras consecuencias. Los agentes que se dedicaban a este asunto han sido destinados a otras actividades con el riesgo de que se pierdan sus fuentes de información, que luego son irrecuperables. «Cuando se le dice a un informador que ya no se cuenta con él, la marcha atrás no es posible, porque se pierde su confianza; y sin ellos es imposible saber qué se mueve en ese mundo».
Algunas relaciones en las que el componente personal es más intenso se mantendrán, pero de nuevo surgirá un dilema. Si se traslada la información, el jefe que la recibe puede sancionar a su subordinado, por incumplir órdenes; pero si no lo hace, y hay algún problema importante, se le podría acusar de ocultar datos clave. Lo mismo sucederá con el mando respecto al Gobierno. «Cada servicio actuará en función de múltiples variables, pero el Ejecutivo ha hecho una invitación a la impunidad».
El independentismo, en este momento, está fracturado. El propio Jordi Sànchez, uno de los personajes claves de ese mundo, dio por acabado el ‘procès’. Pero eso no supone que la amenaza haya desaparecido; más aún, en este tipo de situaciones uno de los sectores suele radicalizarse más. No tener información de calidad es una invitación para que esa parte más dura intensifique sus actividades. Los ‘moderados’, en ese escenario, dejarían hacer y no dudarían en sumarse si, como temen estas fuentes, vuelve a surgir un elemento que los aglutine.
Pensar que el independentismo ha renunciado a poner en marcha un nuevo ‘procès’ es irreal. Estos años ha seguido preparándose, aprendiendo de sus errores de hace cinco años a la espera de su momento. El espejo en el que se mira son los procesos de independencia de Letonia y Eslovenia, que coinciden en que encontraron una idea que aglutinaba a los ciudadanos contra el «Estado opresor». Y el de Escocia, que en un año, el 19 de octubre de 2023, celebrará otro referéndum como el de 2014.
Los analistas consultados por ABC llaman la atención sobre algunas cosas que se han producido estos años. Por ejemplo, los agentes rurales, que están desplegados por toda Cataluña, dejaron de pertenecer a la Consejería de Agricultura y fueron encuadrados en la de Interior. Tienen armamento y una malla de comunicación vía satélite -por tanto, segura- que comparten con Mossos, guardias urbanos y bomberos. Todos, además, estudian en el Instituto de Seguridad Pública de Cataluña (ISPC), donde el nacionalismo está muy presente, lo que proporciona una cohesión entre los distintos Cuerpos que puede ser muy útil al sececionismo.
«Cada año todos esos colectivos están más impregnados por el independentismo, y en una situación de desafío abierto al Estado desde Cataluña es difícil aventurar su reacción. No hay que olvidar que tanto los Mossos, como los guardias urbanos y los agentes rurales van armados», recuerdan las fuentes consultadas por ABC. «Y los rurales están desplegados en todo el territorio, lo que les hace muy interesantes para funciones de control del mismo».
La Policía autonómica, por el momento, es el Cuerpo de seguridad menos colonizado por el nacionalismo. No obstante, los cambios en la Jefatura han dado lugar a una cúpula mucho más politizada y menos independiente que la anterior, encabezada por el mayor Trapero. Preocupa además la falta de un liderazgo claro en los Mossos, con el comisario jefe y su número dos enfrentados y los partidos nacionalistas al acecho para hacerse con el control del Cuerpo. «Habrá que estar muy atentos al perfil de las nuevas generaciones de comisarios, pero no pinta bien. Si ascienden por méritos políticos el futuro es incierto», vaticinan las fuentes consultadas.