Ales Bialiatski, un soplo de aire democrático en una Bielorrusia oscura

El Nobel ha puesto el foco en un activista que lucha contra la deriva antidemocrática en Bielorrusia, uno de los países más claramente alineados con Vladímir Putin en su agresión a Ucrania, al que ha prestado infraestructura y territorio para la invasión. Ales Bialiatski, de 60 años, nacido en Vyartsilya, la actual Karelia, hijo de padres bielorrusos, líder por los derechos civiles, fue encarcelado en julio de 2021 por supuesta evasión de impuestos. Lo cierto es que se había convertido en una de las voces más críticas para el régimen de Alexander Lukashenko a partir de su trabajo con el Centro de Derechos Humanos ‘Viasna’ (Primavera, en bielorruso).

Bialiatski es vicepresidente de la Federación Internacional por los Derechos Humanos. Ha recibido los premios Homo Homini y Per Anger por sus esfuerzos en la defensa de los derechos humanos y la democracia.

Su compromiso viene de principios de la década de 1980, con la creación del grupo ‘Independencia’ del Partido Clandestino de Bielorrusia, cuyo objetivo era fomentar la salida del país de la Unión Soviética para formar un proyecto soberano y democrático. Suyas fueron las primeras protestas antisoviéticas, en particular las manifestaciones de Dziady en 1987 y 1988. En diciembre de 1987 formó parte del comité organizador de la 1ª Asamblea de las Comunidades Bielorrusas.

El premio Nobel de la Paz fundó el Centro de Derechos Humanos ‘Viasna’ en 1996. La organización con sede en Minsk se transformó en una ONG en junio de 1999. En 2003, el Tribunal Supremo de Bielorrusia canceló su registro estatal y, desde entonces, la principal organización de derechos humanos del país ha estado trabajando sin reconocimiento oficial.

Durante las protestas bielorrusas de 2020, Bialiatski se convirtió en miembro del Consejo de Coordinación de Svetlana Tijanóvskaya, la profesora y política que tomó el relevo de su marido, el disidente activista pro-democracia Serguéi Tijanovski, encarcelado en 2020, como candidata en las elecciones presidenciales de su país de ese mismo año aglutinando la oposición.

Tras denunciar los resultados, que no superaron el 10% de los votos, y apoyar las protestas de la ciudadanía, fue retenida en la sede de la Comisión Central Electoral. Poco después se vio obligada a huir del país y se refugió en Lituania. Era una de las candidatas este año para el Nobel de la Paz.