El Real Madrid se pone autoritario

Desatado el Madrid y el WiZink. Una nueva noche mágica en el feudo blanco permitió a los locales arrasar al Barcelona, perdido como nunca ante la contundencia de sus rivales, y dejar a una sola victoria el título de liga. El Madrid fue una bestia, salvaje e insaciable, y el Barcelona un trapo sin personalidad, sometido por la grada y sus archienemigos.

Llegan los jugadores de ambos bandos al WiZink Center cabizbajos, hoy toca luchar de nuevo, con tantas cicatrices en su cuerpos que parecen inasumibles para un ser humano corriente. Cortes, moratones, arañazos… la final de la ACB se ha convertido en una batalla, y de las duras, de las que se ganan con el barro hasta la cadera. Suena AC-DC, como en todo buen evento deportivo que se precie, y se dispara la adrenalina. Entre abucheos y berridos (bastante potente la pitada al cuadro arbitral tras la montaña de polémicas del último duelo), el feudo blanco muestra un aspecto magnífico. Al fin, el balón vuela en Madrid.

Continuista el inicio de partido con lo visto hasta el momento. Los dos equipos comenzaron protegiendo su zona como una reserva natural, costaba anotar y pobre del que osara adentrarse en la jungla. Higgins, de los más valientes, daba prueba de ello. Hasta tres tapones se llevó el estadounidense en los primeros minutos de partido. El Madrid se mostraba mucho más decidido en el maratoniano primer cuarto y solo Mirotic, con algún tiro indefendible, permitía a los azulgranas salir al paso. Calathes seguía el ímpetu de su compañero, muy pillo el base griego en sus dirección y toma de decisiones hacia el aro blanco. El Madrid se mostraba menos sutil y se tiraba de cabeza contra todo y contra todos, los centímetros de Tavares y Poirier se lo permitían. Ganaban pequeñas batallas los de Chus Mateo y crecían en el marcador, aunque la velocidad de Jokubaitis, en gran forma en esta final, permitía a los catalanes no despegarse en exceso.

Si el Barça le ganó los seis primeros partidos de la temporada al Madrid, la situación parece haber cambiado radicalmente. Son los de la capital los que mandan en lo anímico y los catalanes las almas perdidas. Dominaba el Madrid y no se cortaba en cuanto a exuberancia: mates, rebotes poderosos, defensas pegajosas… los de Jasikevicius eran entes confusos que encontraron en Kuric y su prodigiosa muñeca, recuperada a tiempo tras unos playoffs muy flojos, un líder al que seguir. Hanga continuaba con su espectacular versión desde que comenzó la carrera por el título y Deck, con un muy buen triple, acabó por desatar al WiZink, que pedía sangre a sus gladiadores.

El Barça, un manojo de nervios, se sometía en el ecuador del segundo cuarto y el partido amenazaba con romperse. El bache lo hizo más llevadero Calathes, que escribía una obra maestra en cuanto a dirección se refiere, bien ejecutadas sus genialidades por Mirotic, siempre pendiente de los globos de su compañero. En cualquier caso, el partido era del Madrid, mucho más decidido a dar un golpe decisivo en la eliminatoria. Los rebotes en ataque, como en los dos primeros partidos, eran clavos en el ataúd del Barcelona y los blancos llegaban al descanso con una ventaja de siete puntos.

Seguía el Madrid con ganas de sentenciar rápido el partido y seguía Kuric con su idea de prolongar la agonía de los suyos, porque salvo el estadounidense, el resto de los visitantes estaban siendo aplastados por momentos. La defensa blanca era un rodillo y hasta el más difícil de los tiros blancos besaban el aro. Subió un poco el nivel físico el Barça, por más orgullo que otra cosa, y la ventaja se redujo ligeramente, pero Causeur y Poirier, siempre atento el pívot francés a los balones sueltos, pusieron más tierra de por medio antes del desenlace.

El último cuarto fue un festival blanco. El Barcelona acabó por ceder, sin alma ni ganas, y los locales, una manada más hambrienta que nunca tras una temporada de dificultades y malas noticias, acabaron por rematarles.

Genial victoria blanca y desastre del Barcelona, que mucho debe cambiar para no recibir un duro correctivo en lo que queda de eliminatoria. El Madrid está a un paso de la gloria.