La Philippe Chatrier, que algo sabe de tenis, confirmó con el lleno absoluto que el partido entre Rafael Nadal y Novak Djokovic de los cuartos de final de Roland Garros era uno de esos que, si no marca una época, sí se quedan para siempre en las retinas. También confirmaron lo que llevan demostrando uno y otro durante década y media: podrán surgir nuevos talentos, pero el español y el serbio siguen a años luz en intensidad, en competitividad, en ambición.
Y ganó Nadal, aunque los focos de la noche apuntaran a Djokovic, que sufrió el peso de lo que significa jugar contra el balear en París. Trece títulos en 110 victorias. Con dudas en el pie o de madrugada.
Velocidad
A pesar de esas dudas, a Nadal le sobró energía para llegar a todas las propuestas de Djokovic. Desde el fondo buscó el serbio su derecha, pero también trató de encontrarle alguna grieta con dejadas. Sin embargo, fue un recurso que le costó más de un disgusto, pues él no leía bien las del balear, pero el balear se las leía casi antes de que la pelota saliera de su raqueta. Y ahí, con ese pie en dudas dormido, las piernas reaccionaron para llegar a todas, para llegar bien, para llegar a tiempo y para llegar a golpear de la mejor forma posible. Las contradejadas fueron mucho más mortales que las dejadas. Y se dice velocidad de piernas, pero también se esconde un sentimiento más descarnado: la ambición.
Saque
Le cuesta sacar a Nadal. Uno de los golpes que, siempre se dice, ha mejorado con los años aunque no tenga el potencial de otros tenistas. Como por ejemplo, el propio Djokovic. Lo decía Alcaraz después de vencerle en Madrid: «A lo mejor no lo toman como un gran sacador, pero para mí ha sido el jugador que más difícil me lo ha puesto para restar. Su saque, las direcciones. No le leía el servicio». Sin embargo, no estuvo tan fino con ese golpe en la Chatrier. Concedió 17 oportunidades de break, de las que Nadal se adueñó de siete. La velocidad de su segundo saque no subió de 154 kilómetros por hora. Y con estos datos, a Nadal se le hizo cómodo el resto, que ya de por sí es demoledor en esta pista porque casi toca la valla para tener tiempo suficiente para poner la pelota en la pista y recuperar espacio.
Errores
Fue un partido de tensión. Se conocen a las mil maravillas y hay poco que puedan esconderse de un partido a otro aunque pase un año como en esta ocasión. Se alimentan de ser mejor que su mejor versión de ayer. Por eso Nadal trató de minimizar los errores. Hubo muchos por ambas partes, más de cuatro horas de partido a un nivel tremendo, pero el balear se quedó el 43, más fallona la derecha (25) que el revés que tantas alegrías le ha dado en esta pista (11). Una decena más cometió Djokovic, al que le falló su mejor golpe, el revés, hasta en 30 ocasiones. También hubo errores de bulto como un smash cerca de la red que tumbó en la cinta. No tembló el número 1 del mundo, sino el Djokovic que se enfrenta a Nadal.
Aciertos
También hubo una diferencia de diez golpes entre ambos en cuando a ganadores. Consigue el revés de Nadal empezar a ganar el punto (10), pero lo remata con la derecha, con la que logró 27. Fueron 24 drives estupendos de Djokovic, pero en el total, se quedó en 48.
Revés
Fue una de las más notables diferencias. A Nadal le sirve para abrir todavía más la enorme pista central de Roland Garros. Y lo acompañó muy bien con un siguiente golpe de derecha a pista abierta al otro lado. Es también letal en Djokovic, pero no fue todo lo consistente ni letal que en otros partidos. Cuando se quiso dar cuenta de que no estaba haciendo daño con ese golpe, ya iba 2-6 y 0-3.
Estrategia: en tierra como en dura
Desde hace ya años, Nadal minimiza el tiempo en pista. Ya no es aquel que podía aguantar cinco horas en la pista porque cada intercambio se hacía interminable para el rival. Va directo, guardando energías y cuerpo. De ahí que haya aprendido también a jugar en tierra como si fuera pista rápida. Adaptable como un camaleón, el balear se aprovechó de las condiciones frías de la noche primaveral parisina (15 grados) para disponer de las armas de pista dura más que de los efectos que bailan con el calor. Sintió la pelota de maravilla en su juego plano, y evitó que el serbio, que no respondió con la misma contundencia, pudiera envolverla con su liftado.
Philippe Chatrier: público y emociones
Hay una estatua que da la bienvenida al aficionado de Roland Garros. Una estatua plateada que impresiona en metal igual que lo hace dentro de la pista. El embrujo de la Philippe Chatrier es algo que nadie puede explicar con palabras. Es un idilio precioso porque nadie se adapta o entiende esta pista como Nadal. Y el público, él mismo repite que lo que siente aquí no lo siente en ningún sitio, se vuelca con él desde el primer año. Son trece títulos y cientos de batallas. Es una devoción que empujó al balear y empequeñeció al serbio, que juega mucho con las emociones, a favor y en contra. «Creo que el público contribuyó mucho durante la remontada de Nadal en el cuarto set. Estaban al 99,9 % de su lado y lo impulsadon en los momentos cruciales. Lo ayudaron a encontrar esa energía», aseguró el número 1 del mundo, pero no en París. Porque ese es Nadal.