La jugada maestra de Putin para cobrar ventaja en la guerra energética con Europa

Rusia es una ficción escrita con letra capital por Putin y sus aliados, y ahora una de sus grandes bazas, la fortaleza económica que le brinda la energía, está expuesta a quebrarse. La respuesta europea a la invasión de Ucrania obliga a Moscú a buscar nuevos socios comerciales para su gas y su petróleo. Y todo apunta a un viraje hacia Asia, para resguardarse en las faldas de su supuesta aliada China, a la que necesita tanto como teme. Putin ha afrontado este reto como una partida en la que parece apostar por el gigante asiático, pero no deja de mirar de reojo a Europa. Su as en la manga es ‘Power of Siberia 2’, una infraestructura en construcción que permitirá al dirigente ruso derivar el gas al este o al oeste, a Europa o a China. Una moneda en el aire que caerá de un lado u otro según se zanje el conflicto en Ucrania. ¿Son realmente ganadoras las bazas de Putin? ¿Es Asia una alternativa real a Europa?

«La trampa de Rusia es que quiere que Europa siga manteniendo su dependencia con ella, sin que Rusia tenga que ser dependiente de Europa», explica el profesor José Manuel Muñoz

Como afirma José Manuel Muñoz, profesor de economía internacional de la Universidad Nebrija, «Europa y Rusia son energéticamente muy interdependientes. Y la trampa de Rusia es que quiere que Europa siga manteniendo esa supeditación, sin que ella tenga que ser dependiente de Europa. Pero el gran problema que tiene Moscú es que Asia como mucho puede aspirar a ser un sucedáneo de lo que era el mercado europeo, porque llega tarde». Margarita Balmaceda, investigadora del Harvard Ukrainian Research Institute de la Universidad de Harvard, recuerda que en la UE sigue vivo el debate sobre si las sanciones sobre Rusia «podrían extenderse a no permitir que las compañías europeas transporten su petróleo, y eso puede afectar a la habilidad de Rusia especialmente cuando sus compradores no tienen su propia flota de transporte».

Y en cuanto al gas, Muñoz indica que Europa busca alternativas a Rusia, como Noruega, Argelia o Qatar, entre otros candidatos. «Pero, a la larga, si la propuesta de todos es la descarbonización eso dejaría a Rusia en una posición bastante anticuada», sentencia. Putin necesita alternativas. En un contexto en el que el comercio entre Rusia y China alcanzó su máximo histórico, 146.000 millones de dólares, Pekín parece la alternativa natural para el gas ruso, con acuerdos tan importantes como el de Gazprom con CNPC, de 10.000 millones de metros cúbicos de gas.

«Power of Siberia 2 es el megagasoducto que salvaría a Rusia de las sanciones europeas, y daría una vuelta al marcador, peligrosa para la UE

Y en el futuro Putin pretende triplicar el gas que le suministre. Más aun, con las nuevas rutas árticas que se están abriendo con el derretimiento del hielo y el gasoducto de Artic LNG2. Pero no todo es tan sencillo en esta supuesta alianza de libro. Balmaceda, autora de ‘Cadenas energéticas rusas: la reconstrucción de la tecnopolítica desde Siberia hasta Ucrania y la UE’, explica que «los chinos han sido muy duros en la negociación de los precios para el gas natural ruso. Están pagando una tercera parte de lo que Rusia cobra en Europa. China sería una salvación con matices, porque los precios para Moscú, al exportar a China, no son muy atractivos. Por tanto, ¿Rusia y China son aliados? en la superficie sí, pero en el fondo son contrincantes. Rusia tiene pavor a China porque toda el área de Siberia del sur es una zona muy frágil, y no quiere que se fortalezca allí y China tiene sus propias aspiraciones globales que son más importantes que Rusia».

Power of Siberia 2

Mientras todos hablan de Nord Stream 2, el as en la manga de Putin en esta partida sería ‘Power of Siberia 2’. Según explica Muñoz, sería la joya de la corona de Moscú. Interconectaría los sistemas de gasoductos hacia el este y el oeste y con el ya existente Power of Siberia. Putin tendría la llave de paso y la capacidad de determinar si el gas ruso va a parar a China o a Europa. Es un proyecto de 55.000 millones de dólares, y las previsiones es que esté listo para 2030. Suministrará cerca de 50.000 millones de metros cúbicos de gas anualmente a China. Es el megagasoducto que salvaría a Rusia de las sanciones europeas, y daría una vuelta al marcador, peligrosa para la UE, como advertía en ‘Financial Times’ Alexander Gabuev, presidente del Programa de Rusia en Asia-Pacífico en el Centro Carnegie de Moscú.

Otro nuevo jugador sería la India, que es el tercer importador de petróleo más grande del mundo. El Gobierno indio no condenó la invasión de Ucrania y saca beneficio de un petróleo ruso más barato. Y mientras China paga en yenes, India lo hace en rupias y rublos para soslayar el problema del cambio internacional que tiene Putin. Pero la India no parece dispuesta a dar la espalda a Occidente, y su enemistad con China y Pakistán, con el que Rusia construirá el gasoducto Pakistan Stream (2.000 millones de dólares de inversión) puede hacer que la relación tenga fricciones. En este cruce de intereses Turquía quiere jugar muy bien sus bazas, para Muñoz «tiene una situación privilegiada, y quiere tener un papel más activo en esta nueva reconfiguración mundial. Usando un lenguaje de la Guerra Fría, sería un país no alineado, que favorece a unos y a otros». Así, Turquía dijo que «no es favorable» a que Finlandia y Suecia ingresen en la OTAN. Los cambios son rápidos y los amigos de hoy pueden ser los enemigos de mañana, y al revés.

Si las alternativas asiáticas fallan, a Putin siempre le puede quedar una Europa que no está unida.«Austria tiene reticencias y Hungría no apoya a Ucrania. Eso tiene que ver con unos acuerdos de gas natural que firmó con Rusia en 2021. Además la infraestructura de muchos estados europeos y sus industrias solo está hecha para recibir el tipo de petróleo que fabrica Rusia, denominado ‘Urals’. En el caso de Hungría, Eslovaquia o Alemania, la transición es enorme, y los populismos que surjan del malestar por las pérdidas económicas puede inclinarse a los prorrusos», apunta Balmaceda. Mientras que Putin puede obligar al pueblo ruso a «comer muchas más patatas», eso es complicado para los gobernantes de la UE que tienen que lidiar con la opinión pública, subraya esta experta.

En este panorama la propuesta disruptiva al gas ruso que se ha planteado son las bombas de calor. Son sistemas que emplean la energía térmica del aire para producir tanto aire acondicionado como calefacción o agua caliente. Y pueden conseguir un ahorro energético del 60% reutilizando la energía del entorno y sin emitir CO2. El investigador Alberto Coronas señalaba en un congreso que «La carestía de la energía va a hacer mucho más atractivos estos equipos por su alta eficiencia para las industrias como en sistemas de climatización de viviendas».

Y lo que suele olvidarse en los debates recientes, según Balmaceda, es que «el mercado del petróleo se divide entre petróleo crudo y los productos derivados. Esto afecta a la UE, porque a través de los puertos de Holanda importa una gran cantidad de productos refinados de Bielorrusia provenientes del petróleo ruso. Así que de nada sirve no comprar el crudo si vas a comprar los productos refinados». Pese a todo, mirando la balanza de fragilidades, los proyectos de Rusia están en construcción, Muñoz señala «a corto plazo, está perdiendo más la UE, pero a largo plazo lo hará Rusia». Y puede que todos los factores de los que depende el éxito del plan de Putin no sean más que castillos en el aire