Los seis meses de José Manuel Albares, de «diplomático-alfa» a ministro menguante

«Es un día muy emocionante para mí, sobre todo porque vuelvo a casa». Han pasado seis meses y cuatro días desde que José Manuel Albares cesó como embajador de España en París y tomó posesión como ministro de Asuntos Exteriores, UE y Cooperación y pronunció estas palabras en el Palacio de Santa Cruz, la sede histórica del Ministerio. «No hay más honor para un español y además diplomático que representar a España en el exterior», reconoció.

La llegada de Albares se vendió como la de una especie de ‘salvador’, el candidato perfecto para recomponer las relaciones con Marruecos. Por otro lado, parecía que iba a poner orden en un ministerio cuya gestión había procrastinado su antecesora, Arancha González Laya.

Al menos así se lo presentó Juan González-Barba –examigo de Albares, que por entonces era Secretario de Estado para la UE–, a Pedro Sánchez. Para el presidente, sin embargo, Albares no necesitaba presentación, ya que formó parte de su equipo para las elecciones generales de 2015.

En seis meses, 29 cambios

Durante estos meses Albares ha dedicado la mayoría de su tiempo a darle la vuelta al ministerio. El organigrama ha cambiado prácticamente en su totalidad desde que pisó Santa Cruz el 12 de julio de 2021. Hay cinco secretarios de Estado y otras 18 caras diferentes al frente de las direcciones generales. Lo mismo ocurre con los directores de gabinete (tanto del ministro como de las cinco secretarías de Estado) que suman otros seis.

«Los nuevos ceses y nombramientos han sido innecesariamente extensos, sobre todo cuando no ha habido un cambio de color en el Gobierno», cuenta a ABC un funcionario de Exteriores. Fuentes oficiales del ministerio no opinan lo mismo. Consideran que «entra dentro de la práctica habitual que la llegada de un nuevo ministro traiga una remodelación del equipo» y aseguran que en el caso de la Carrera Diplomática suele influir el régimen de obligada movilidad fuera de España.

Que Albares se haya rodeado de gente de su máxima confianza, no es ningún delito y lo haría cualquiera. Pero fuentes consultadas por ABC afirman que estos movimientos persiguen «controlarlo todo». En una clara referencia a la novela de Julio Verne, los nombramientos de Albares han recibido el divertido apodo de ‘los capitanes de los 15 años’. Los llaman así por dos motivos. «Si te rodeas de profesionales de más edad que tú y, por ende, con más experiencia que tú, puede que sepan más que tú. Y eso, a un diplomático-alfa con Albares, no le gusta. Si alguien sabe de todo, y mucho, es él», cuenta un diplomático. Y añade: «Con ellos Albares se asegura una lealtad a prueba de bombas, porque los directores saben que no han sido nombrados por sus méritos o capacidades sino por su fidelidad inquebrantable y le deberán sumisión absoluta».

«La toma de decisiones está centralizada en él y no delega en nadie», explica otro miembro de la Carrera Diplomática. Esto ha afectado al funcionamiento del ministerio, que «se encuentra prácticamente paralizado». Cualquier consulta, ya sea por temas de gestión o de medios de comunicación, tiene que pasar por su director de Gabinete, Diego Martínez Belío, que se la traslada a Albares para que la apruebe. «Pretenden ejercer el control sin fisuras de la información circulante y de los papeles que produce Exteriores», apunta.

Los retratos de Exteriores

Albares decide «hasta las cosas más nimias». Tanto es así que ha supervisado hasta dónde se deben colocar los retratos de los anteriores ministros en la nueva sede de la plaza del Marqués de Salamanca. Al parecer, en un inicio relegó a un pasillo sin demasiado tránsito los cuadros de los ministros del PP José Manuel García-Margallo y Alfonso Dastis. También el de la socialista Trinidad Jiménez, de quien en su momento «él esperó que pudiera darle algún cargo» y no fue así.

En este sentido, ha generado bastante malestar el nombramiento de cargos políticos, como es el caso de Irene Lozano en Casa Árabe, José Manuel Rodríguez Uribes como nuevo embajador ante la Unesco o Isabel Celaá en El Vaticano; aunque el ministro dijo esta semana que no había nombrado a más que sus antecesores. «Pensábamos que al ser diplomático sería mínimamente sensible a este asunto», apostilla otra fuente, al tiempo que advierte que «Albares ya no es diplomático, es un político que desde el principio de su carrera solo ha trabajado para sí mismo y su única lealtad ha sido para con Ferraz».

«Un cataclismo nuclear»

El afán de control es lo de menos para un sector bastante amplio de la Carrera Diplomática, que afirma que en Exteriores gobierna «el régimen del terror». Uno de ellos cuenta a ABC que Albares «se mueve con soltura en el mundo de la conjura» y que sus «formas indeseables y maleducadas» en un ministerio donde «imperan las buenas formas» han supuesto «un cataclismo nuclear», sobre todo por «el grito fácil, despectivo y gratuitamente hiriente», que suele acabar «en amenaza»: «Tiene un punto de agresividad a la hora de liderar que no se justifica».

La peor parte se la han llevado los trabajadores de la Embajada en París, que «han necesitado asistencia psicológica para poder soportar la estancia de Albares de poco más de un año». Precisamente allí, «rodeado de propios y extraños», tuvo un desencuentro con Raquel Gómez-Cambronero, su directora general para Europa. También fueron sonadas algunas discusiones que mantuvo con González-Barba y con la secretaria de Estado de Cooperación Internacional, Pilar Cancela.

Dejando a un lado la intendencia del ministerio, lo cierto es que en materia de política exterior todo sigue igual en España. Albares declaró el pasado diciembre que la crisis con Marruecos «ha quedado atrás», pero a día de hoy la embajadora no ha vuelto, desde Rabat continúan esperando un gran gesto por parte de España y él solo ha hablado dos veces por teléfono con su homólogo marroquí, Naser Burita.

En cuanto a la operación Afganistán, «se ha vendido como un éxito de política exterior la evacuación, cuando en realidad España fue capaz de realizarla gracias a la protección de EEUU, que marcó todos los tiempos, y porque tenemos unas Fuerzas Armadas que funcionan», cuenta a ABC una fuente que estuvo allí.

Albares también saca pecho de la aprobación de la nueva Ley de Cooperación Internacional, que inició Josep Borrell, y de la donación de 50 millones de vacunas a países de América Latina. El logro que sí se le puede atribuir es el de garantizar la permanencia en España de la sede de la Organización Mundial del Turismo. Otro, para nada menor, es el de haber garantizado el suministro del gas en medio de las tensiones entre Argelia y Marruecos.

Seis meses después, la política del «diplomático-alfa» parece que resulta ser la de un ministro menguante.