Militao se confirma y el Madrid amplía opciones

Zidane daba descanso, por fin, a Modric y Kroos, los Gilbert & George del centrocampismo. Salía con un 4-2-3-1 que en realidad era casi un 4-2-4 con laterales de vida alegre, además, y dos novedades importantes: Blanco en el pivote, y Hazard tras Benzema, donde volvió a dar la impresión de estar rápido, ágil, y con un juego nada torturado, aun hedonista. Dio un taconazo precioso, por ejemplo, casi cayéndose. Al principio su verticalidad pareció intacta, como si no hubiera sido dañada en este tiempo.

Tuvo una ocasión nada más empezar y su ligereza contagió al Madrid, con un juego alegre al que Osasuna respondía sin cicatería. El partido parecía fútbol de la década anterior. Era soportable, incluso disfrutable.

Hazard y Benzema tendían a buscarse. No mucho aún, pero había una cierta propensión. Como dos que se miran en la discoteca. Se intuía la inteligencia entre ellos. Estos jugadores permiten creer en una ley futbolística de la atracción de los cuerpos: el producto de sus calidades dividido por el cuadrado de la distancia entre ellos.

A más calidad, más atracción.

Pero esa ley newtoniana del balón cedía a otra, que como un imperativo físico iba imponiendo al Madrid su última inercia tristona.

Pero de esto salió con unos minutos muy animados a la altura de la media hora. Una sucesión de centros bien dados: de Marcelo para Hazard, el primero, con paradón de Herrera, que repitió ante otros dos remates de Militao. De Kroos, esto es, de buen centrador, hacía Asensio, entonado y con la zurda elocuente, muy precisa.

Osasuna respondía con ráfagas de control de la pelota, con un buen trato al balón, con un juego ambicioso, nada mezquino, pero ocasiones, lo que se dice ocasiones no tenía. El Madrid sí había tenido varias, aunque, siendo realistas, a partir de simples centros laterales. Su juego fue decayendo hasta el descanso y esa sensación continuó empezada la segunda parte. Tras el espejismo hazardiano, la realidad del Madrid se parecía mucho a la de los últimos tiempos: su mayor peligro, su único peligro, para ser precisos, era un defensa, Militao, subiendo a rematar: cabezazos, voleas… toda la frescura física es suya, mientras Varane volvió a resentirse.

Lo mejor del partido ya eran dos centrales: Militao por un lado, Aridane por el otro.

Osasuna se estaba espesando y el Madrid no carburaba. Zidane extirpó la banda izquierda al completo, por nula, y salieron Rodrygo y Miguel Gutiérrez, que en su primera carrera ya mejoró el partido de Marcelo. Rodrygo también mejoró a un insustancial Vinicius. Ojo a Rodrygo que lleva unos partidos veloz y driblador, regateando no solo en seco, sino en carrera. Ese regate en carrera es un salto en su fútbol.

Era algo, pero aún poco. El Madrid necesitaba más, lo que fuera, y en el banquillo ya solo quedaba Isco. Tendría por delante veinte minutos para estructurar el ataque, que es algo paradójico y muy difícil en el Madrid porque lo peligroso estaba detrás: Casemiro y Militao.

¿Cómo conseguir que ellos estén arriba y alguien defienda?

¡Pues se logró! Córner de Isco y remate de Militao en el segundo palo, haciendo una especie de moonwalk cabeceador. El gol valía mucho, mucho, y fue celebrado por el a menudo impasible Zidane.

Militao estaba enseñando algo nuevo de sí contra Osasuna. Ya había convencido su juego de tackling, su colocación, su zancada, y ahora mostraba un talento ofensivo. Cuando sube, no sube a hacer bulto.

El balón parado y un defensa, otra vez. El Madrid imponía su ley unocerista del último campeonato. Y remataba con su segundo mejor delantero, Casemiro, que marcó como llegador incontenible una jugada personal de Benzema. Casemiro irrumpió como un tráiler sin frenos en el área y casi no necesitó ni rematar. Fue un gol sin énfasis, porque el secreto del gol estuvo en su aparición.

Ya se puede asegurar: el canterano Blanco potencia el juego ofensivo de Casemiro, que es necesario en el Madrid actual, tan justo de goles. Zidane prefiere esa opción antes que Mariano. Casi cualquier cosa antes que Mariano.

A partir de estos goles, el Madrid se cerró como un quelonio. El resultado era justo. El Madrid había ido comprimiendo a Osasuna.

Entró Arribas y en el campo había ya tres castillistas que dieron descanso a los mayores y buena impresión como complementos, especialmente Miguel Gutiérrez, que verdaderamente alegró una banda izquierda deprimida por el postfútbol de Marcelo.

Ese efecto de los canteranos pareció revivir a Isco. Empezábamos con el espejismo de Hazard y acabábamos con el espejismo de Isco, pero es que están pasando cosas en el Madrid. Es difícil de definir, pero son como pequeños ciclos de armonía. Ante cada problema, Zidane encuentra una solución. Y no para de haber problemas. Cuando parece extinguirse, morir, el equipo crece. ¿Quién iba a decir que Militao ganaría partidos?

No es solo que el Madrid ganara un partido importante y diera descanso a jugadores vitales para el Chelsea, es que además confirmó algunos nuevos recursos y variantes.