La comunicación medio imprescindible para la educación V. La influencia del mensaje en el medio

La comunicación medio imprescindible para la educación V. La influencia del mensaje en el medio

Lo que transmitimos influye tanto en la persona que comunica que lo transforma. Somos según pensamos. Actuamos de acuerdo con nuestras convicciones, ideas y creencias. De ahí, la importancia de elegir bien lo que queremos decir y, la conveniencia de comunicar al receptor la idea que nos posee.

Muchas veces, sentimos en nuestro interior la inquietud de decir algo, de transmitir unas ideas a otros, pero ese algo, esas ideas, no están claras en nuestra mente. ¡Cuidado! La inquietud que las ideas producen en nosotros y que despiertan nuestro interés no debe ser confundida con la necesidad de transmitirlas, ya que dichas ideas no son susceptibles de ser comunicadas hasta que no dominemos su contenido y alcance.

También hemos de valorar su oportunidad y conveniencia. Por último, el que a nosotros nos motiven, no quiere decir que esas ideas sean capaces de motivar a los que nos dirigimos. Una vez profundizadas las ideas, consideradas y hechas propias, es entonces, cuando podemos comunicarlas con plena garantía de éxito. Por ello, la primera tarea de quien quiere comunicarse será la de dejarse impregnar por las ideas a comunicar. Vencer las dificultades personales que pueda oponer al mensaje a transmitir. El mensaje ha de ser el medio, el medio ha de ser el mensaje. Las ideas, así asumidas, nos transforman. Nuestras potencias se ponen a su servicio, nos influyen de tal manera, que nos convertimos simplemente en voz, gesto, ademan y vida que llegan y cautivan a los que comunicamos. Y, si son lo suficientemente valiosas, elevan la dignidad del que lo transmite. Y es que, la persona que merece la pena habla de lo que realmente merece la pena.

¡Ojo!, que los sentimientos a veces se adueñan de nosotros e impiden la verdadera comunicación. Sepamos que las batallas se ganan y se pierden en el corazón. Por eso, nosotros tenemos que dejar que el mensaje nos impregne de tal manera que capte nuestro sentimiento, que este se encariñe con el tema a tratar y se ponga al servicio de la idea a transmitir y, especialmente, con las personas a las que nos dirigimos.

En ocasiones nos desahogamos en vez de comunicar. Es decir, surgen a borbotones sentimientos incontrolados que provocan en los que nos escuchan otros sentimientos que les llevan al bloqueo, la oposición a lo que decimos y, sobre todo, al rechazo de la persona que habla. Los sentimientos así expresados, provocan irritación, frustración, agresividad y crean un clima de tensión en la sociedad familiar y social que invitan a pasar de los problemas y de las personas y ello, origina un autentico desastre. Aprendí en el Servicio militar que: “en caso de desastre, lo que hay que hacer es dar moral al personal civil”. Así que hemos de controlar nuestros sentimientos si pretendemos comunicar y evitar que se produzca la incomunicación y sus consecuencias.

Convenzámonos: las ideas, el mensaje, han de transformar primero al que ha de transmitirlo, haciendo desaparecer de su persona todo lo que que dificulte su puesta en común, convirtiéndose así, simplemente, en vehículo sin obstáculos, para que las ideas alcancen su objetivo: comunicar.