Thiem crece ante Djokovic y jugará su segunda final de la Copa de Maestros

Dominic Thiem no ha sido de estos jugadores que explotaron por juventud. Ha sido un jugador que ha cocinado lento su llegada a la élite. Es el eslabón entre la vieja guardia del Big Three y los explosivos que utilizan bombarderos en lugar de raqueta. El austriaco tiene pegada, desde luego, pero también pasta y recursos para ser paciente y leer bien el guion del rival, hacerlo suyo y darle la vuelta. En el vacío O2 de Londres, el austriaco doblegó a Djokovic apoyado en un enorme servicio, una gran lectura del partido y una garra infinita. Y jugará su segunda final de la Copa de Maestros, y consecutiva (perdió el año pasado ante Tsitsipas), en su quinta participación en el torneo que reúne a los ocho mejores del curso.

El austriaco ha ido quemando etapas a la sombra de los grandes, pero sin pausa. Dos veces finalista en Roland Garros (2018 y 2019), un primer título de Masters 1.000 en Indian Wells 2019, finalista en el Abierto de Australia 2020 (perdió contra Djokovic por 6-4, 4-6, 2-6, 6-3 y 6-4), por fin campeón de un Grand Slam en el US Open 2020… Un proceso quizá más lento que los Zverev, Tsitsipas o Medvedev, con brillos intermitentes, pero lleno de confianza para no dar ni un paso atrás.

En la semifinal, Djokovic lo fió todo a un ritmo lento inicial, variación de alturas y mínimos ángulos, atraer a Thiem a ese bote sin mordiente, tan blanda que no se puede golpear con furia porque acaba en la grada. Y cumplió su parte con bastante solvencia. Pero Thiem, que es verdad que le costó algún error no forzado de más adaptarse a esa pelota sin peso, aguantó ahí, sin desesperarse, haciendo valer su 89 % de primeros saques y su contundencia desde el fondo para evitar mayores sustos. Ninguna opción de rotura en el primer set, como dato.

Vio Djokovic que la fórmula no le granjeaba ningún rédito, y mandó callar a su equipo para acabar decidiendo lo que seguiría a continuación. Y lo que siguió, ya con el set a punto de tie break, fue cambiar de estrategia y llevarla a la de la fuerza, los palos y los ángulos. Y Thiem aceptó el cambio con gusto, pues se mueve de maravilla en el tenis directo a sus 27 años y muchas batallas en el barro, como ya demostró en el encuentro contra Nadal.

En el undécimo juego, el austriaco mostró que aunque al otro lado de la red haya un pentamaestro de los ángulos como Djokovic, él ya ha aprendido y es capaz de superar a los profesores. Break en la única opción de esos primeros cincuenta minutos de juego. Y para sentarse en el banco, otro buen recital de saques con un ace de regalo para culminar.

El serbio, entonces, imprimió algo más de ritmo a su tenis. Aunque no fue nunca el Djokovic frenético de otras veces, y sí jugó algo más al ralentí, se mantuvo firme en el segundo parcial: más velocidad de pelota, mejor nivel con sus servicios y más movilidad de piernas. Lo que contribuyó a mantenerse por encima en el marcador y no sufrir ninguna opción de rotura.

El aumento de nivel forzó algún desajuste en Thiem, obligado a levantar dos bolas de break y dos bolas de set con 5-6. Y como en el primer parcial, pero esta vez con el resultado que pretendía Djokovic, el set se decidía en el tie break.

Doble falta en punto de partido

Que aún tiene que aprender Thiem un poquito más para ser grande entre los grandes se notó en el límite de la victoria. Sufrió el vértigo del triunfo y desperdició hasta cuatro bolas de partido, la más dolorosa, con una doble falta.

Lo que dio aire al serbio, que, dejándose llevar durante casi todo el encuentro, vio cómo su paciencia, su estar allí aunque no con la versión fulgurante de siempre, le ofrecía un tercer parcial. Una nueva oportunidad.

Dos horas se cumplían cuando Thiem intentó olvidar los errores con su mejor arma, el servicio, que lo condenaron a jugar este tercer set. A pesar de contar con menos energía, porque también la mental pasa factura, el austriaco ha aprendido muy bien a olvidar el punto anterior, sea a favor o en contra. Así ganó su primer grande, pues estuvo con dos sets abajo ante Zverev y se levantó hasta alcanzar el cielo.

Sin grandes puntos explosivos, pero sí certeros, uno y otro jugaron al tuya-mía sin apartarse del guion del saque como guía y salvoconducto. Aunque las fuerzas fueran escaseando, y acortándose los puntos, la tensión se mantenía, precisamente, en que ninguno podía permitirse flaquear. Ninguno lo hizo hasta el inevitable tie break.

Todavía con el primer break en la cabeza, volvieron las dudas a la mano del austriaco, que cometió una doble falta para empezar. Djokovic, algo más entero con el primer golpe, se puso con 4-0 casi sin pestañear. Sin embargo, Thiem aprende rápido y olvida aún más rápido. Y tiene una garra infinita que ha ido limando curso a curso.

Sacó sus zarpazos, y esta vez sí, a la sexta bola de partido, y con su servicio, Thiem doblegó a Djokovic, que sigue buscando el sexto título para empatar con Roger Federer desde 2015. Y será el austriaco quien juegue su segunda final del torneo. Todavía no es maestro, pero está cerca. Y va muy en serio a por el título.