Barcelona-Real Madrid: (1-3): Que no estaba muerto

En la historia del Real Madrid ha habido muchos futbolistas que sabía que una carrera, que se viera bien, aunque fuera inútil, te valía el aplauso de la grada. Porque si algo ha sentado mal a la afición blanca es que se negocie el esfuerzo. Quiere que los futbolistas acaben muertos o si eso es exagerado porque se quedarían sin jugadores para el siguiente partido, que por lo menos terminen mareados y con la mirada borrosa, como le sucedió a Fede Valverde en el Clásico. El uruguayo fue fundamental con su despliegue, marcó el primer gol y se dejó la vida en dar salida al Real Madrid. Pese a que jugó con Vinicius y Asensio apenas tuvo vuelo por la bandas. Valverde se multiplicó y el Real Madrid, con Ramos atrás y delante, impresionate su jerarquía en este equipo, se llevó el Clásico que menos se esperaba tras los dos encuentros anteriores.

Pero es que este equipo es tan impredecible como competitivo. Le iba el prestigio y una visión optimista del resto de la temporada. Y lo resolvió con victoria, el día más importante.

Fue un choque muy igualado que resolvió un error de Lenglet en el área. El francés se comportó como si no hubiera VAR, como si los agarrones no se vieran o como si el árbitro no fuese a atreverse a pitar. Lo hizo Martínez Munuera y Ramos, que no falla un penalti, resolvió el Clásico y le dijo al Barcelona, a LaLiga y al mundo que no le den por muerto.

El Barcelona no supo reaccionar tras ese tanto. Messi, que había sido el motor, se quedó sin gasolina y Ansu Fati, que no había parado, fue sustituido. Los cambios de Koeman no mejoraron a los suyos y fue Modrid quien marcó el tercero para poner fin a un Clásico más raro que nunca y en silencio. Emundo se ha vuelto un lugar más impredecible que nunca. Es verdad que normalmente vivimos como si nuestras seguridades fuesen eternas, pero es que ahora nos enfrentamos día tras día a cosas nunca vistas y ante las que es difícil reaccionar. Parecía que nos habíamos acostumbrado al fútbol sin público, por ejemplo, hasta que llegó el Clásico y nos dejó muy claro que a este deporte con las gradas vacías le falta lo mejor. Nunca se fue la impresión de que parecía un encuentro de máximo nivel y de máxima rivalidad clandestino, casi en secreto, sin ruidos al salir el Madrid, sin pitos a Sergio Ramos sin decepciones con el gol de Benzema o alegría al ver correr y marcar a Ansu Fati.

Era tan extraño que el partido rompió el guión. Aunque empezaron con precauciones ambos, cuando pasaron los minutos se soltaron, sin miedo, pese a que los dos equipos viven al borde de la crisis y la tragedia. Será que la juventud tira para delante, que la apuesta de Koeman por Ansu Fati y Pedri en vez de Griezmann o la de Zidane por Valverde en vez de Modric dio vitalidad a los dos conjuntos. Hubo un momento en la primera mitad que decidieron jugársela a golpes, a ver qué pasaba y las jugadas iban de área a área, como el fútbol de los niños. Y paraba Courtois un remate tras un impresionante regate de Messi y enseguida, se estiraba Neto para evitar el tanto tras un remate de primeras de Benzema. Puede que el Barcelona intentase dominar más, pero el Madrid le enseñaba el cuchillo cada vez que la pelota pasaba por los pies de Benzema y el francés empezaba a construir desde el centro del campo. Cuando se siente liberado y se suelta, cuando le dan permiso para no tener que vivir en e área, el francés es una misterio para los centrales rivales. El problema de esos movimientos es que muchas veces, el equipo de Zidane, al perder la referencia arriba se queda sin nadie que remate. El tanto de Valverde tiene que ser una jugada mucho más habitual en el Real Madrid: que Benzema surta a los centrocampistas que entran en el área. La jugada salió fenomenal y cuando el partido aún se estaba cociendo sirvió para que los de Zidane dejasen atrás una semana de dudas que tanto le habían marcado. Necesitaba empezar así para sentirse importante y capaz de todo.

Un partido así sirve para medir a los titulares y las decisiones de Zidane ya no llaman a engaño: Valverde en vez de Modric; Asensio antes que Rodrygo y Nacho mejor que Mendy en la derecha y el lateral francés antes que Marcelo en le otro lado del campo.

Lo mismo vale para Koeman, que sacrificó a Griezmann y se plantó en su primer gran partido en el banquillo con los jovencitos Ansu Fati y Pedri, con Messi desde una posición de media punta desde la que dirigir el ataque barcelonista. Fue suyo el pase clásico a Jordi Alba con el que el Barcelona templó al Madrid e igualó el choque, con tanto de Ansu Fati. Lo ha hecho mil veces el conjunto azulgrana, en los tiempos buenos y también en los malos, como ahora. Esa jugada es una tabla de salvación para solucionar todos los problemas. Insistió e insistió el conjunto local, con Nacho agobiado y Asensio poco atento. El defensa no acabó la primera parte, con una amarilla y lesionado. Le tuvo que sustituir Lucas Vázquez porque no tiene más para ese lado Zidane, roto ahí por las lesiones.

Lucas Vázque fue fundamental de lateral derecho. Ya no entró más Jordi Alba y se paró el Barcelona. Tras el gol no tuvo opciones ante un Madrid, entero, listo de nuevo.